Vicente de Paúl y Luisa de Marillac, modelos de caridad para hoy

Clausura del Año Vicenciano en Roma

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ROMA, lunes 27 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- San Vicente Paúl y su principal colaboradora, santa Luisa de Marillac “fueron páginas del Evangelio vividas con intensidad”.

Lo señaló el prefecto emérito de la Congregación para las Causas de los Santos, el cardenal José Saraiva Martins, el 24 de septiembre en la misa celebrada en la Sala del Augustinianum, en Roma, en la inauguración del congreso sobre el tema Caridad y misión.

Los tres días del congreso, en el que participaron unas 500 personas, sirvieron para sellar el Año jubilar convocado con motivo de los 350 años de la muerte de los fundadores de la Familia Vicenciana.

“Fueron dos grandes maestros de caridad porque fueron en primer lugar dos grandes maestros de vida espiritual”, dijo el purpurado.

Después destacó que “los carismas son un don del Espíritu Santo concedido a la comunidad cristiana para que tenga la valentía de evangelizar, enseñar y curar, pero sobre todo dando testimonio, amando”.

“En el siglo XVII -continuó-, para responder al hambre de Dios, el Espíritu Santo dio a luz a san Vicente y a santa Luisa, que se comprometieron en la construcción de una nueva sociedad basada en la solidaridad y la caridad. Ellos supieron implicar a todos, a bien situados y a pobres, a rey y reina, a mayores y pequeños”.

San Vicente de Paúl, nacido el 25 de abril de 1581 en Pouy, en el sudoeste de Francia, dio vida a las Damas de la Caridad (después Voluntariado Vicenciano), a la Congregación de la Misión y a las Hijas de la Caridad, comprometidas en hospitales y escuelas.

Fundamental en la realización de su obra fue la contribución de santa Luisa de Marillac, nacida en París en 1591 y perteneciente a una de las familias más célebres de la corte del rey de Francia.

Mujer y madre, Luisa empezó a dedicarse intensamente a las obras de solidaridad tras la muerte de su marido y, en particular, fue activa en la Compañía de las Damas de la Caridad bajo la guía de san Vicente.

Según el cardenal Saraiva Martins, ellos sentían un amor por los pobres “que no nace de un sentimiento paternalista” y “trabajaron con valentía teniendo intuiciones proféticas, viviendo su compromiso como una verdadera y propia exigencia de la fe”.

“La Iglesia y el mundo necesita vuestra obra”, añadió, dirigiéndose a los centenares de vicencianos presentes en la sala de la Agustinianum. “¡La caridad vicenciana -concluyó- no es de rendición sino de resistencia!

El sábado 25 de septiembre el prefecto de la Congregación para los Institutos de vida consagrada y las Sociedades de vida apostólica, el cardenal Franc Rodé, presidió una misa en la Basílica de San Pedro en presencia de los participantes en el congreso Caridad y misión.

En ella, el purpurado destacó el ejemplo de los santos fundadores y señaló que “la demanda de amor es tan insistente hoy como lo era en el siglo XVII, si no mayor”.

“Ser vicenciano hoy -dijo- significa seguir de nuevo a Cristo, el evangelizador de los pobres, y su misión; significa ser misioneros, “inflamar” el corazón de los hombres con un estilo de vida sencillo, humilde, amable, mortificado, cuidadoso”.

En este sentido, explicó, “un vicenciano deber tener un plus de amor y de conocimiento de los pobres: el verdadero vicenciano conoce a Cristo, lo pone en el centro, conoce a san Vicente, a santa Luisa y a los santos vicencianos y conoce a los pobres.

“Se deja evangelizar y cambiar por ellos y actúa y trabaja por ellos -concluyó-. Un vicenciano es en primer lugar todo de Dios y al servicio de todos”.

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ZENIT Staff

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