NUEVA YORK, jueves 30 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- La Santa Sede considera que “el diálogo entre los representantes de las naciones, que se renueva cada año en todas las sesiones de la Asamblea general y que permanece abierto y vivo en los demás órganos y en las agencias de la ‘familia de la ONU’ ha sido el instrumento fundamental” para cumplir su objetivo.
Lo afirmó el secretario para las Relaciones de la Santa Sede con los Estados, monseñor Dominique Mamberti, al intervenir este miércoles en la 65ª sesión de la asamblea general de la ONU en Nueva York.
“Los resultados positivos que la comunidad internacional ha obtenido durante la sesión precedente de la Asamblea general, así como el innegable bien que la Organización de Naciones Unidas representa para toda la humanidad, no podrían haberse esperado sin el diálogo entre los gobiernos, al que se añaden con fuerza y eficacia cada vez mayores los interlocutores de la sociedad civil”, reconoció.
“Sin embargo -explicó-, para ser sincero y plenamente eficaz, este diálogo debe ser realmente dia-logos –intercambio de sabiduría y sabiduría compartida”.
El representante de la Santa Sede indicó que “dialogar no significa sólo escuchar las aspiraciones y los intereses de las demás partes e intentar encontrar compromisos”, sino que “debe pasar rápidamente del intercambio de palabras y de la búsqueda del equilibrio entre intereses opuestos a un verdadero compartir la sabiduría por el bien común”.
El arzobispo reconoció que en la ONU “a veces, este diálogo ha sido, más que nada, una confrontación entre ideologías opuestas y posturas irreconciliables”.
“Sin embargo -aseguró-, las Naciones Unidas se han convertido en un elemento insustituible en la vida de las poblaciones y en la búsqueda de un futuro mejor para todos los habitantes de la Tierra”.
“Por eso la ONU es objeto de una gran atención por parte de la Santa Sede y de la Iglesia católica, como han demostrado las visitas de los Papas Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI”, añadió.
La Santa Sede considera que “los sesenta y cinco años de vida de la ONU son ya en sí un acontecimiento histórico único, especialmente si se los compara con la pérdida de las esperanzas puestas en las Conferencias de Paz, a principios del siglo XX, y después en la Sociedad de Naciones”.
“A pesar de las imperfecciones de sus estructuras y de su funcionamiento, la ONU ha tratado de aportar soluciones a los problemas internacionales de carácter económico, social, cultural y humanitario”, dijo el prelado.
Logros
En la perspectiva del diálogo internacional fecundo logrado en los debates generales anuales de la asamblea general, monseñor Mamberti destacó diversos signos de progreso en la elaboración normativa del desarme y de la no proliferación de armas, verificados durante la anterior sesión de la asamblea general.
“En primer lugar, la Santa Sede acoge con satisfacción la entrada en vigor, el pasado 1 de agosto del Tratado sobre la prohibición de las armas de racimo”, señaló.
A continuación apuntó “otro resultado importante del diálogo internacional”: la conclusión positiva, el pasado mes de mayo, de la octava Conferencia de Examen del Tratado de no proliferación nuclear.
Y junto a ella, la publicación de un documento consensuado que prevé diferentes acciones relacionadas con los tres puntos fundamentales del Tratado: el desarme nuclear, la no proliferación de armas nucleares y la utilización pacífica de la energía nuclear.
En este sentido, la Santa Sede considera un “signo importante de esperanza la decisión de convocar antes de 2012 una Conferencia para un Oriente Medio libre de armas nucleares y de las demás armas de destrucción masiva”.
Por otra parte, monseñor Mamberti recordó en su intervención la celebración, el pasado mes de julio, de la primera sesión del comité Preparatorio de la Conferencia sobre el Tratado sobre el comercio de armas, prevista para 2012.
“Esta Conferencia deberá elaborar un instrumento jurídicamente vinculante “que establecerá las normas internacionales más estrictas posibles” sobre la transferencia de armas convencionales”, dijo.
“Hay que aplaudir también la firma del Tratado New START, entre los Estados Unidos y la Federación Rusa, sobre la reducción ulterior y la limitación de armas estratégicas ofensivas”, añadió.
El prelado dijo que “esta firma constituye un paso adelante en las relaciones entre las potencias nucleares y la Santa Sede espera que abra otras perspectivas y conduzca a reducciones sustanciales en el futuro”.
En este sentido, destacó que “durante la presente sesión de la Asamblea General, se ha celebrado un encuentro de Alto Nivel sobre el Desarme, que ha sido muy útil para discutir formas de aportar una nueva vía a la Conferencia sobre el Desarme y para continuar construyendo un consenso sobre los grandes desafíos del desarme”.
En particular, se refirió al Tratado de total prohibición de ensayos nucleares y al Tratado sobre la prohibición de la producción de materias fisionables.
“Hay que continuar haciendo todo lo posible para llegar a un mundo liberado de armas nucleares -dijo-. Es un objetivo al que no se puede renunciar, aunque sea complejo y difícil de alcanzar, y la Santa Sede apoya todo esfuerzo en este sentido”.
Por otra parte, recordó la “contribución sin precedentes” de la ONU a la paz y a la cooperación internacional en Haití, donde durante el terremoto del pasado mes de enero fallecieron el Jefe de la Misión de las Naciones Unidas, el embajador Hédi Annabi, su adjunto, el Doctor Luiz Carlos da Costa, y otros ochenta y dos funcionarios civiles y miembros de las fuerzas de paz.
Monseñor Mamberti aprovechó su intervención de ayer para reiterar, en nombre del Papa, el “pésame al Secretario General y a las autoridades nacionales de las personas fallecidas, así como a sus compañeros y a sus familiares”.
“Su sacrificio debe convertirse en un estímulo renovado para un compromiso global a favor del mantenimiento de la paz”, afirmó.
El arzobispo destacó también el aprecio de la Santa Sede por la acción realizada por las fuerzas de paz y por las misiones cumplidas durante la sesión anterior de la asamblea general.
En este sentido, dijo que “el aumento importante de solicitudes de intervención de estos últimos años, manifiesta, por una parte, la confianza creciente en la acción de la ONU en cooperación con las organizaciones regionales, pero, por otra, destaca la importancia de una función cada vez mayor de la ONU y de organizaciones regionales en la diplomacia preventiva”.
Desafíos
Sin embargo, el secretario para las relaciones de la Santa Sede con los Estados reconoció que “no faltan motivos de preocupación por todos los desafíos referentes a la seguridad global y la paz”.
Entre ellos, se refirió a los gastos militares mundiales, que “continúan siendo excesivamente onerosos e incluso aumentan”.
También habló del “problema del ejercicio del derecho legítimo de los Estados a un desarrollo pacífico de la energía nuclear, compatible con un control internacional efectivo de la no proliferación”.
En este sentido, dijo que “la Santa Sede anima a todas las partes implicadas en la regulación de diversas controversias en curso, especialmente las concernientes a la Península coreana y al Golfo Pérsico, así como las zonas adyacentes, a profundizar en un diálogo sincero que sepa conciliar armónicamente los derechos de todas las naciones interesadas”.
Refiriéndose a problemas de otras zonas concretas del planeta, monseñor Mamberti lamentó “las recie
ntes y terribles calamidades naturales en Pakistán”, que “se añaden a las dificultades causadas por los conflictos que afligen a esta región”.
Sobre éstas, dijo que “a la respuesta humanitaria, que debe ser generosa, y a otras medidas coyunturales, hay que asociar un esfuerzo de comprensión recíproca y de profundización en las causas de las hostilidades”.
También habló de Oriente Medio, y afirmó que “el diálogo sincero, la confianza y la generosidad de saber renunciar a intereses circunstanciales o a corto plazo, es el camino para una solución duradera del conflicto entre el Estado de Israel y los palestinos”.
“El diálogo y la comprensión entre las distintas partes implicadas es también la única vía para la reconciliación en Irak y en Myanmar por ejemplo, así como para la solución de las dificultades étnicas y culturales en Asia Central, en las regiones del Cáucaso y para calmar las tensiones recurrentes en África, entre otras en Sudán, en vísperas de plazos decisivos”.
El representante de la Santa Sede quiso destacar que “en la mayor parte de estos conflictos, entra en juego un elemento económico importante”.
En este sentido, aseguró que “una mejora sustancial de las condiciones de vida de la población palestina y de los demás pueblos que viven situaciones de guerra civil o regional, aportará ciertamente una contribución esencial para que la oposición violenta se transforme en diálogo sereno y paciente”.
Objetivos del Milenio
La intervención del arzobispo continuó con una referencia al evento de alto nivel sobre los Objetivos del Milenio que se celebró en la misma sede de la ONU de Nueva York hace unos días.
Destacó que la Santa Sede acoge con alegría la voluntad reiterada de todos los Estados de la ONU de “desarraigar la pobreza” y su deseo de que se lleve a cabo con determinación.
Sin embargo, advirtió que no se alcanzarán estos objetivos sin la realización de dos grandes imperativos morales.
En primer lugar, señaló la necesidad de que los países ricos y emergentes cumplan sus compromisos de ayuda al desarrollo y establezcan un marco financiero y comercial netamente favorable a los países más débiles.
Y por otra parte, dijo que todos los países, pobres y ricos, “deben garantizar un viraje ético de la política y de la economía, que garantice un buen gobierno y erradique todas las formas de corrupción”.
“Si no -declaró-, se corre el riesgo de llegar a 2015 habiendo obtenido resultados insuficientes, excepto quizás, pero sería triste y paradójico, en los ámbitos del control demográfico y de la promoción de estilos de vida minoritarios, introducidos en algunos párrafos del documento de la reciente Cumbre”.
“En este caso, los objetivos del Mileno se convertirían en un verdadero fraude al desarrollo humano integral de las poblaciones”, alertó.
Monseñor Mamberti se refirió también al punto 7º de los Objetivos del Milenio que hace referencia al medio ambiente y declaró que “la cuestión no implica sólo aspectos científicos y medioambientales, sino también socio-económicos y éticos”.
Sobre este punto, explicó que “la Santa Sede espera que en la próxima sesión de la Conferencia de los Estados-miembros se tome una decisión política que haga más concretas las negociaciones sobre un acuerdo jurídicamente vinculante”.
Y advirtió que “no se trata sólo de desembocar en un mundo menos dependiente de combustibles fósiles y más comprometido con la eficiencia energética y a las energías alternativas, sino también de modificar comportamientos de consumo desenfrenado e irresponsable”.
La delegación de la Santa Sede en la ONU ha reiterado en diversas ocasiones respecto a los Objetivos del Milenio, que son estos comportamientos y no el crecimiento de la población ni la mejora de las condiciones de vida de los países menos desarrollados, los que ejercen una mayor e insostenible presión en los recursos y en el medio ambiente.
Objetivo: Derechos Humanos
En su intervención, monseñor Mamberti también señaló que “el interés nacional fundamental de todos los gobiernos debe ser la creación y el mantenimiento de las condiciones necesarias para desarrollar plenamente el bien integral -material y espiritual- de cada uno de los habitantes de su nación”.
“Por eso -dijo-, el respeto y la promoción de los derechos humanos son el objetivo final del diálogo y de los asuntos internacionales y son al mismo tiempo, la condición indispensable para un diálogo sincero y fecundo entre las naciones”.
En este sentido, constató que “la misma historia del desarrollo de los derechos humanos demuestra que el respeto a la libertad religiosa, que incluye el derecho a expresar públicamente la propia fe y a difundirla, es la piedra fundamental de todo el edificio de los derechos humanos”.
Advirtió que “si falta la libertad religiosa, todos los derechos humanos corren el riesgo de convertirse en concesiones del gobierno o, como máximo, en el resultado de un equilibrio de fuerzas sociales, variable por naturaleza”.
Sobre esta cuestión, citó el discurso que Benedicto XVI pronunció en esa misma sala el 18 de abril de 2008, en el cual el Papa advirtió que cuando se abandona la referencia al sentido de la trascendencia y de la razón natural, se violan gravemente la libertad y la dignidad del hombre y los fundamentos objetivos de los valores que inspiran y gobiernan el orden internacional se ven amenazados.
Monseñor Mamberti afirmó que “la mayor garantía de que la ONU continúe cumpliendo su misión histórica de mantener unidos y de coordinar a todos los Estados para unos objetivos comunes de paz, seguridad y desarrollo humano integral para todos, será dada por una referencia constante a la dignidad de todos los hombres y mujeres y por su respeto efectivo, empezando por el derecho a la vida -incluso de los más débiles como los enfermos en fase terminal y los niños por nacer- y a la libertad religiosa”.