La religión en Norteamérica

Un nuevo libro examina la diversidad de creencias

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ROMA, domingo 7 de noviembre de 2010 (ZENIT.org). – Estados Unidos sobresale entre las naciones occidentales por su alto nivel de religiosidad y también por la gran diversidad de iglesias y credos. Robert D. Putnam y David E. Campell han examinado la situación de la religión en los Estados Unidos en libro de reciente publicación American Grace: How Religion Divides and Unites US (Simon and Schuster).

Considerando el pasado reciente, los autores identificaban tres grandes cambios en la práctica religiosa. El primero fue la revolución cultural y sexual de los sesenta que dio como resultado un notable descenso en la asistencia a la iglesia. A esto siguió una reacción de la religión, sobre todo de las iglesias evangélicas. Finalmente, un creciente número de jóvenes en la última década renuncia a toda religión en general.

Uno de los resultados de estos cambios es una polarización cada vez mayor, con más personas que son o muy religiosas o resueltamente laicistas, y con menos personas entre ambos. No obstante, a pesar de la inflamada retórica de algunos comentaristas y de algunos libros hay una gran tolerancia pública, tanto hacia las demás religiones como hacia los que no tienen ninguna.

Es esta combinación de devoción y pluralismo tolerante lo que los autores consideran que es la American Grace (la Gracia Americana) del título del libro.

El libro aporta datos de diversas encuestas que demuestran la importancia de la religión en las vidas de muchas personas. No menos del 83% de la población forma parte de alguna religión, con el 40% que afirman que asisten a los servicios religiosos casi cada semana.

Esto es más del doble que el porcentaje de asistencia religiosa de países como Gran Bretaña, Alemania y Francia, y superior incluso a Italia. Y el 59% dice rezar al menos una vez a la semana, mientras que un tercio lee la Biblia con la misma frecuencia.

Descenso

Aunque decenas de millones van a la iglesia cada semana, hay un notable aumento en el número de norteamericanos que abandonan la religión. Este es sobre todo el caso de aquellos que han llegado a la edad adulta en la última década. Manifiestan una participación menor en la iglesia comparada con la normal de las familias en que crecieron.

El libro ofrece algunas explicación sobre el porqué está ocurriendo esto. Los autores sostienen que algunos jóvenes se han alejado por la politización de las iglesias más conservadoras. Otros no aceptan las enseñanzas de la Iglesia sobre moralidad sexual, especialmente en el tema de la homosexualidad, en el que las encuestas llevadas a cabo por los autores demuestran una aceptación mayor de la misma, si se compara con las generaciones más mayores.

No obstante, Putnam y Campell no aceptan la tesis de que Norteamérica está atravesando un proceso de secularización similar al de otros países occidentales. El descenso de la religión está teniendo lugar de una forma notablemente menos acusada que en otros lugares y la historia de la religión en Norteamérica ha tenido una serie de marcadas subidas y bajadas, con descensos seguidos de resurgimientos periódicos.

Una característica interesante de la religión en Norteamérica identificada en el libro es la notable variabilidad en las lealtades. Menos de dos tercios de todos los norteamericanos han heredado la religión de sus padres. Esto varía, sin embargo, cuando se tiene en cuenta la raza. La lealtad a una religión se eleva el doble o más entre los negros y latinos en comparación con el 35%-40% de los norteamericanos blancos que han cambiado a una religión distinta de la de sus padres.

Entre los católicos blancos, más del 60% han abandonado la Iglesia, con la mitad de ellos alejados y tomando parte rara vez en las actividades de la Iglesia, y la otra mitad que ha cambiado de religión. El porcentaje de los católicos latinos que se han ido es la mitad de esta cifra, lo que combinado con la alta tasa de inmigración de países católicos latinos, hará que aumente el carácter latino de la Iglesia católica en Norteamérica.

Los inmigrantes suman actualmente cerca del 13% de la población de Estados Unidos y, como en el pasado siglo, la Iglesia católica suele ser un refugio para ellos, observaban los autores. Aunque el porcentaje de permanencia entre los católicos blancos es similar al de las principales denominaciones protestantes, la Iglesia católica sigue teniendo el mismo porcentaje de población, aproximadamente el 25%, debido a la afluencia de inmigrantes católicos.

Una encuesta llevada a cabo en el 2006 descubrió que el 35% de todos los católicos de Estados Unidos afirmó tener algún grado de pertenencia al colectivo latino. Aunque sólo suman el 15% de los católicos con más de 50 años, son el 34% de los de entre 35 y 49, y el 58% de todos los católicos con menos de 35 años. A esto hay que añadir el factor de su asistencia regular, que en los latinos es mayor que en los blancos. Así que el 67% de los católicos jóvenes que asisten a la iglesia de modo regular son latinos.

No se trata sólo de un cambio cuantitativo, sino también cualitativo. Según la investigación de los autores, los católicos latinos son más ortodoxos en sus creencias y dan más apoyo al Papa.

Impacto en la sociedad

Junto a la consideración de los cambios en la religión, el libro examina también el impacto social y político de los creyentes. En relación con la religión y la política, Putnam y Campbell señalaban que los conservadores, y el Partido Republicano, han tenido éxito al forjar la coalición denominada “Derecho Religioso”, uniendo temas como el aborto, la familia o el matrimonio del mismo sexo.

Esta alianza sufrirá presiones dado que, mientras la religiosidad se conecta a lealtades políticas más conservadoras, incluso la persona joven más religiosa es más probable que apoye el matrimonio homosexual, como sus conciudadanos laicistas. Sin embargo, la aceptación del aborto entre los jóvenes va en dirección opuesta. Aunque el “Derecho Religioso” no es probable que se quiebre en un futuro próximo, la dinámica entre religión y política permanece sujeta a cambios.

“El cambio estará en cómo la religión afecta a la política, no si lo hace”, concluía el libro.

Según Putnam y Campell, en el sector social más amplio, los norteamericanos religiosos son además de vecinos más generosos también ciudadanos más conscientes que sus conciudadanos laicistas.

Las personas religiosas se implican más en el voluntariado, no sólo para las organizaciones de la iglesia sino también para las laicas. De hecho, quienes van a la iglesia de manera regular es más del doble de probable que ayuden de modo voluntario a los necesitados que aquellos que raramente acuden.

Cuando se trata de filantropía, no sólo un porcentaje más alto de las personas religiosamente activas hacen donaciones a organizaciones asistenciales, sino que las cantidades dadas son mayores que las de los norteamericanos laicistas. Esto ocurre tanto para causas religiosas como para las no religiosas.

Los norteamericanos religiosos son más activos como ciudadanos, según el libro el doble que aquellos que no lo son. Esta actividad se extiende desde la pertenencia a organizaciones y el servicio a organismos comunitarios a la actividad política. Además, no son sólo los conservadores religiosos los que se muestran activos. Cuando se trata de temas de reformas locales la religiosidad es más importante para aquellos que se consideran a sí mismos liberales.

Causas

La correlación no prueba una relación causal, admitían los autores. Aún así, estos patrones permanecen aun teniendo en cuenta el género, la educación, los ingresos, la raza, la región, la edad y otros diversos factores.

Controlar los puntos de vista teológicos o las tradiciones religiosas no proporciona una guía sobre por qué los nor
teamericanos religiosos son mejores vecinos, indicaban los autores. Una explicación que proponía el libro es que tener buenos amigos en la iglesia y discutir de religión con la familia y los amigos está estrechamente asociado con toda una gama de formas de generosidad e implicación cívica.

La pertenencia a un grupo y su actividad, y no tanto las creencias religiosas en sí mismas, son el factor clave para reafirmar una buena ciudadanía. Combinado con el hecho de que las personas religiosas puntúan alto cuando se trata de apoyar valores altruistas, el creyente socialmente activo está motivado por redes sociales religiosas a que esté más implicado en la comunidad.

Al final del libro, Putnam y Campell observaban que la religión se puede describir correctamente como el pegamento que mantiene unida a la sociedad norteamericana. Un papel que seguirá jugando en un futuro próximo.

Por el padre John Flynn, L. C., traducción del inglés por Justo Amado  

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ZENIT Staff

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