La lección del fundador de la Legión de María ante la crisis eclesial

Por el arzobispo de Dublín, monseñor Diarmuid Martin

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DUBLIN, sábado, 4 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- He aquí las notas sacadas de una homilía de monseñor Diarmuid Martin, arzobispo de Dublín, el 20 de noviembre, en la misa del trigésimo aniversario del fallecimiento del siervo de Dios Frank Duff, fundador de la Legión de María.

* * *

Frank Duff murió hace 30 años. Este hombre tranquilo y de personalidad modesta, en Dublín, en un ambiente sencillo y tranquilo, el día 7 de septiembre de 1921 fundó un movimiento de espiritualidad mariana, formación cristiana y oración. La Legión de María es un movimiento que se ha extendido por todo el mundo y ha enriquecido a la Iglesia en muchas partes del mundo, especialmente en momentos en los que la Iglesia estaba experimentando dificultades y persecución.

Hemos venido a dar gracias a Dios por el carisma de Frank Duff, un carisma reconocido de manera especial en el Concilio Vaticano II al cual asistió. Damos gracias a Dios por el enriquecimiento espiritual que dicho carisma ha aportado a los miembros de la Legión de María. Damos gracias a Dios por la formación cristiana y el cuidado espiritual que han encontrado millones de personas a través de su contacto con la Legión de María.

Recordamos especialmente la tenacidad de este hombre aparentemente reservado: tenacidad para esforzarse sin complejos y llevar el mensaje de Jesús a personas con vidas y circunstancias muy variadas; tenacidad no dirigida por ambiciones humanas sino por una devoción a María, la cual en todos los momentos de su vida abrió su corazón a entender y a hacer la voluntad de Dios.

La Iglesia en Irlanda está en un camino de renovación. La renovación es una dimensión esencial en la vida de la Iglesia en cualquier momento de su historia. Por eso la necesidad de renovación de la Iglesia de Irlanda es particularmente urgente en este momento.

Los escándalos que se han revelado acerca de algunos aspectos de la vida de la Iglesia nos han abierto los ojos, no sólo a los horrores sobre el abuso de niños sino también a una respuesta inadecuada por parte de la Iglesia. Nos han abierto los ojos a una crisis mucho más profunda dentro de la Iglesia en Irlanda.

La sociedad en Irlanda ha cambiado y la cultura religiosa también ha cambiado. La práctica religiosa ha caído a veces en unas proporciones sobrecogedoras. Hay desencanto entre muchos creyentes. Muchos han optado o han derivado hacia una visión más secularizada de sus vidas. Muchos se han vuelto indiferentes y viven como si Dios no existiera.

El papel significativo de la Iglesia en su servicio a la sociedad irlandesa, papel asumido con buena fe y con espíritu de servicio y que se emprendió con gran dedicación, ahora se está revisando. Lo que emerge no son simplemente ejemplos de fracaso evidente y falta de adecuación en la concepción y el compromiso, sino una cierta sensación de arrogancia y búsqueda de poder que ha alejado a muchos del verdadero mensaje que dicha presencia en la sociedad se suponía que representaba.

Afrontamos una verdadera crisis de vocaciones al sacerdocio. El sábado pasado, aquí en la catedral de Dublín recordé en la misa a veinte sacerdotes que habían desempeñado su ministerio en la archidiócesis y que habían muerto en los doce meses precedentes. Aproximadamente una docena más de sacerdotes se han retirado del servicio activo en el mismo período. Y sin embargo el año pasado no ordené más que a un solo sacerdote nuevo para la diócesis.

Pero la crisis de la Iglesia es todavía más profunda. No se trata del papel de la Iglesia en la sociedad, ni del número de cristianos practicantes sino de la verdadera naturaleza de la fe en Jesucristo. Se trata de nuestra comprensión del mensaje de Jesús. Se trata de la fe en el Dios revelado por Jesucristo y sobre la pregunta fundamental: ¿Quién es Jesucristo?

Nosotros no creamos la identidad de Jesucristo. Jesús vino a traernos un mensaje de amor, pero el mensaje no significa solamente ser amables los unos con los otros. Tenemos que preguntarnos qué es lo que hace a un cristiano diferente en su interacción con los demás. Qué es lo que debería marcar a la Iglesia de Jesús como un pueblo dirigido por el mensaje de salvación revelado a través de la muerte y resurrección de Jesús.

La Iglesia no podrá nunca ser reformada desde fuera. Históricamente hemos de reconocer que las recientes y pasmosas revelaciones sobre los abusos probablemente nunca habrían salido a la luz sin una intervención externa. La renovación y la reforma de la Iglesia, sin embargo, sólo vendrá de dentro de la Iglesia, es decir, de una comunidad de hombres y mujeres que escuchan la palabra de Dios, que se juntan para orar, que celebran la Eucaristía y son llamados a compartir la verdadera vida del mismo Cristo. La Iglesia es comunión, que no es lo mismo que decir que la Iglesia es una comunidad, o una asociación o una institución. La Iglesia está formada por la palabra de Dios y es vivida por hombres y mujeres que permiten que la palabra de Dios les transforme.

La Iglesia es comunión. El tema del próximo Congreso Eucarístico Internacional que tendrá lugar en Dublín en 2012 es: comunión con Cristo y los unos con los otros. Es sin embargo la comunión con Cristo la que determina la clase de comunión que formamos unos con otros. No es una red de interacción social la que determina cómo es nuestra comunión con Jesucristo o en último término quién es Jesús. La Iglesia se forma a través de nuestra comunión con Cristo.

El Evangelio que hemos oído es complejo. Es una interesante revelación de la amistad de Jesús con esta familia y su servicio práctico para ayudarle a El en Su misión. Jesús en su misión no estuvo solamente rodeado de los doce apóstoles; hubo muchos que le acompañaron en sus viajes misionales, eran hombres y mujeres que le servían de diferentes maneras y que juntos se embebieron de sus enseñanzas y su testimonio.

Lázaro y sus hermanas fueron amigos íntimos de Jesús. La amistad de Jesús para nosotros significa ponernos a su servicio a través de la comprensión de su palabra. Cada uno de nosotros podemos unirnos a El en su misión viviendo su misión en las grandes y pequeñas tareas de la vida. Nunca podría describirse a Frank Duff como lo que hoy llamaríamos «una celebridad». Él rehuyó la publicidad. Él rehuyó la superficialidad. Pero su trabajo se ha propagado por muchas partes del mundo y ha afectado a muchas vidas por los frutos de los lazos de amistad constantes con el Señor.

La renovación de la Iglesia no son estrategias de los medios ni reformas estructurales. En el evangelio que acabamos de oír, Jesús claramente indica en la figura de María que lo que es vital -y que nunca podrá ser substituido por cualquier otro mérito- es la voluntad de conocer a Jesús y entrar en la verdadera amistad con Él. Eso significa permitir que su palabra capture nuestros corazones. Significa tener la misma mentalidad que tenía el mismo Jesús. Significa conocer al Padre a través de encontrarse con Jesús.

La renovación de la Iglesia en Irlanda será una renovación dolorosa. El mensaje de Jesús no es que cualquier cosa vale. Es algo radical sobre el compromiso que Jesús requiere de nosotros. «Dejad que los muertos entierren a los muertos», no es un mensaje para cubrir el expediente.

Hay muchas indicaciones de que la Iglesia en Irlanda ha perdido el rumbo. Permitidme ser muy claro: tristemente muchas personas, de edades diversas, ya no conocen verdaderamente a Jesucristo. Eso no quiere decir que no sean buenas personas, personas que se preocupan por los demás. Que no se diga que la Iglesia es solo para una élite santa, sino que la Iglesia es una Iglesia de pecadores; cada uno de nosotros tiene que arrepentirse día tras día; cada uno de nosotros hacemos un compromiso y cada uno de nosotros decepcionamos y traicionamos a Jesús.

La Iglesia es la Iglesia de Jesucristo. No
es una agencia ambigua que moraliza a la sociedad. No está ahí para proporcionar una especie de confort espiritual para los participantes. La Eucaristía y los sacramentos son celebraciones de fe en Jesucristo dentro de una comunidad cristiana. Si permitimos que la vida sacramental de la Iglesia se convierta en ambiguas celebraciones sociales permitiremos que la verdadera identidad de la Iglesia quede distorsionada.

No se puede decir que los miembros activos de la comunidad de la Iglesia hayan sido auténticos seguidores de Jesucristo. La Iglesia ciertamente ha sido traicionada por sus propios miembros activos. A la vista de tal fracaso la Iglesia a veces ha dado la impresión de desear ser quien todo lo abarca y todo lo perdona de una manera simplista.

¿Dónde vamos por el camino de la renovación? ¿Podemos estar encantados de celebrar Primeras Comuniones que meten a la gente en deudas de miles de euros con vacíos gastos externos, mientras que ni los niños ni sus padres han sido guiados hacia una comprensión verdadera de la Eucaristía y la comunidad eucarística, que es la Iglesia? ¿Podemos estar satisfechos cuando la Confirmación es considerada como una graduación en la vida de la Iglesia? No sólo estamos engañándonos a nosotros mismos sino que estamos dañando la integridad del mensaje de Jesús.

La Iglesia no es una élite santa. Está compuesta hoy como siempre por los humildes de corazón. Muchas personas con pocos estudios tienen una compenetración más profunda con el mensaje de Jesucristo que algunos teólogos y obispos muy instruidos. Pero en la sociedad de hoy donde el mensaje de Jesús es cada vez menos accesible la Iglesia debe convertirse en un lugar donde la formación en la Palabra de Dios resuene de una manera como no lo ha hecho en la Iglesia Irlandesa por generaciones.

Me gustaría agradecer a la Legión de María de la archidiócesis de Dublín su generosa participación en nuestro proyecto diocesano de este año de hacer disponible la palabra de Dios en el Evangelio de san Lucas a las familias. Quisiera dar las gracias a escala nacional por su renovada reflexión sobre la palabra de Dios y su aplicación a la vida diaria. Quiero agradecer su compromiso con la oración y la Eucaristía donde Jesús está presente en nuestros corazones.

Estoy muy contento hoy de ver una representación tan grande de sacerdotes en nuestra ceremonia. También doy las gracias a los sacerdotes que actúan como directores espirituales de la Legión de María y que proporcionan formación para la vida espiritual de los miembros, ayudándoles a redescubrir día a día y a comprometerse de nuevo a tope con el carisma del movimiento. La Legión de María es fundamentalmente un movimiento laico pero el lugar del ministerio sacerdotal es esencial dentro de él. Agradezco en particular a todos esos sacerdotes que tienen el tiempo tan ocupado y sin embargo dedican una parte al trabajo con la Legión de María.

Frank Duff fundó la Legión de María en 1921 en un momento crítico en la historia irlandesa. Fue un tiempo de incertidumbre política que posteriormente explotaría en una guerra civil. Fue un tiempo en el cual esta ciudad fue marcada por una dura pobreza y también un extenso empobrecimiento de la moral. Frank Duff fue un hombre que haciendo frente a un importante reto social hizo algo. No escribió una «carta al editor». Congregó a hombres y mujeres con una misma ilusión alrededor de él en un movimiento de renovación espiritual, oración y servicio cristiano. No le desalentó ni el tamaño del reto ni la escasez de sus medios. Fue un hombre de Iglesia, incomprendido por muchos en la Iglesia, incluyendo a los arzobispos de Dublín. Como María, su modelo, él nunca se sobresaltó. Frank Duff consideró cuidadosamente la Palabra de Dios día a día y así a través de él el Señor hizo cosas grandes.

Traducción de Rosario Jaúregui

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ZENIT Staff

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