ROMA, miércoles 15 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- Jesús es la Palabra definitiva de Dios a los hombres, porque entregándose en persona ha mostrado el verdadero rostro del Padre. Este es el mensaje central de la homilía pronunciada ayer martes 14 de diciembre, por el Papa Benedicto XVI, en la misa celebrada en el monasterio Mater Ecclesiae en el Vaticano.
Ayer de hecho se celebraba la memoria litúrgica de san Juan de la Cruz (1567-1622), así como cuarto centenario de la fundación de la orden de la Visitación, a la que pertenecen las monjas contemplativas del monasterio.
Las visitandinas fueron fundadas por los santos Francisco de Sales y Juana María de Chantal.
El monasterio Mater Ecclesiae, colocado dentro de los muros vaticanos, nació en 1994 como iniciativa del papa Juan Pablo II para crear una comunidad de religiosas contemplativas que acompañasen con la oración la actividad del Pontífice y de los miembros de la Curia Romana.
Cada cinco años, el monasterio es ocupada por una comunidad distinta de religiosas contemplativas.
En la homilía, citada por L'Osservatore Romano, Benedicto XVI comentó algunos temas del pensamiento de san Juan de la Cruz, definido como el santo del misterio pascual. Viviendo la cruz – dijo el Papa – el santo comprendió que ésta es amor y que en su misterio se realiza el misterio del amor.
El Papa subrayó cómo en el Antiguo Testamento eran muchas las formas como Dios se manifestaba y se acercaba a su pueblo; entre estas, las visiones y las palabras proféticas. En cambio, en el Nuevo Testamento, es en Jesús, en Cristo, donde hace escuchar su Palabra.
De la misma forma, san Juan de la Cruz explica que Dios entregó y dijo todo en el Hijo. En él la humanidad puede reconocer su rostro, el rostro del Dios trinitario. La vocación del hombre, por tanto, es la de entrar en esta totalidad, de ser tocado y penetrado interiormente por la riqueza del don que es Dios mismo.
Al final de la misa, sor María Begoña Sancho, superiora del monasterio, dio a Benedicto XVI en nombre de todas las visitandinas del mundo una cruz de plata – como la que llevan las monjas – procedente de Annecy y que contiene reliquias de san Francisco de Sales, santa Juana de Chantal y santa María de Alacoque, que también formó parte de esta congregación.
La superiora ofreció al Papa también ornamentos sagrados para entregar a iglesias pobres: 400 albas, 400 cíngulos, 600 purificadores, 900 rosarios, 400 ejemplares en francés de la Introduction à la vie dévote de Francisco de Sales, y 2.800 escapularios del Sagrado Corazón.