ROMA, viernes, 17 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- La verdadera sorpresa de los documentos sobre el Vaticano redactados por los diplomáticos estadounidenses y filtrados por WikiLeaks es que no hay sorpresas; más bien se descubre la obra diplomática, humanitaria y caritativa de la Iglesia católica, explica uno de los historiadores de referencia en el estudio de los archivos vaticanos.
Matteo Luigi Napolitano, profesor asociado de Historia de las Relaciones Internacionales en la Universidad Marconi de Roma y delegado internacional del Comité Pontificio de Ciencias Históricas para los problemas de Historia Contemporánea, analiza en esta entrevista concedida a ZENIT los documentos dirigidos al Departamento de Estado por las misiones diplomáticas de los Estados Unidos relativos al a Santa Sede.
–¿Qué piensa de los documentos de WikiLeaks sobre el Vaticano?
–Napolitano: En las revelaciones de WikiLeaks, los elementos de fachada han obscurecido la esencia de documentos que, siendo auténticos, dan una visión de la diplomacia vaticana muy diferente a la que aparece en los periódicos.
–¿Cuáles son los elementos que no han tenido en cuenta la mayor parte de los medios de comunicación?
–Napolitano: Muchos. Pongo sólo unos ejemplos. Los diplomáticos estadounidense observan en varias ocasiones que el Vaticano está a favor del desarrollo en el Tercer Mundo y que quiere la condonación de la deuda de los países pobres; afirman también que el Papa quiere el diálogo entre las confesiones religiosas. El Papa, para los estadounidenses, es sin duda «el líder más conocido a nivel mundial, junto al presidente de los Estados Unidos». Los documentos nos dicen que la atención de la Santa Sede por Oriente Medio es constante: si bien su política no coincide con la del presidente George W. Bush. Con la administración republicana hay desacuerdo también en la guerra en Irak. Impresiona también lo que se lee sobre China: «La Santa Sede tiene excelentes fuentes de información sobre los disidentes, sobre los derechos humanos, sobre la libertad religiosa y sobre el control gubernamental sobre la población». Lo dice el Departamento de Estado, que habla del Vaticano como un observatorio privilegiado para conocer profundamente los asuntos chinos.
La atención del Vaticano por la India también es máxima, especialmente después de los actos de violencia contra los cristianos. En la India, leemos en los documentos, «el Vaticano, los obispos locales […] y varias organizaciones misioneras son y seguirán siendo observadores atentos de los abusos sobre los derechos humanos».
La diplomacia pontificia se interesa también por Corea del Norte, donde organizaciones de ayuda católicas visitan periódicamente el país. Mientras que en la región africana de los Grandes Lagos, el Vaticano se apoya en la obra de la Comunidad de San Egidio, que «tiene un papel importante en los esfuerzos internacionales para mediar en la crisis».
Cuba es otro tema de interés. El Vaticano espera en una transición democrática y espera que Fidel Castro deje el escenario, pero tiene miedo de una sucesión peor. De todos modos, los diplomáticos papales piensan que mejores relaciones entre Cuba y los Estados Unidos podrían lograr el efecto de aislar el peligro revolucionario representado por Hugo Chávez, el presidente de Venezuela. Lo que los norteamericanos saben, de todos modos, es que «la Iglesia es en Cuba la única institución de importancia independiente del gobierno».
La diferencia de actitud entre el Vaticano y los Estados Unidos se pone de manifiesto también en las críticas continuas que el primero lanza contra «el materialismo y el comercialismo estadounidense». Hay también actividades humanitarias que Washington subraya: el Vaticano combate el tráfico de seres humanos y está contra la pena de muerte.
Sobre las cuestiones europeas, el Vaticano es favorable a la entrada de Turquía en la Unión Europea, si respeta los parámetros de Copenhague. Se lee que el entonces cardenal Joseph Ratzinger expresó reservas sobre esta adhesión. Pero una vez elegido Papa, se muestra tan decidido como su predecesor a la hora de favorecer la plena participación turca en la Unión Europea.
Entre los numerosos elementos que no han tomado en cuenta los periódicos está también la acción de la Santa Sede en las Naciones Unidas, donde la diplomacia vaticana está comprometida para combatir el turismo sexual, sobre todo el que tiene por víctimas a los menores de edad, en las ayudas a los países más pobres, en la reforma del sistema de ayudas humanitarias, en la condena del antisemitismo.
En definitiva, de estos despachos, emerge un inmenso prestigio diplomático. Los diplomáticos estadounidenses informan al presidente Obama: «Después de los Estados Unidos, el Vaticano es el segundo en el número de países con el que mantiene relaciones diplomáticas (188 y 177 respectivamente)», y el Papa es muy cercano a las posiciones de Obama sobre los derechos humanos y sobre el cierre de la prisión de Guantánamo, y aprecia el apoyo del presidente estadounidense en la defensa de la libertad religiosa en el mundo. Benedicto XVI, escriben desde Washington, «goza del respeto incluso de los no católicos» y es «un altavoz moral que no tiene igual».
–Entonces, si los documentos revelan toda esta obra, ¿cómo es posible que la atención se haya concentrado en la presunta falta de comunicación dentro de la Cura Romana y en una diplomacia que para los estadounidenses ni siquiera habla inglés?
–Napolitano: Porque es más fácil tomar un documento y levantar una teoría que hacer un análisis de todos los textos que se han puesto a disposición. Todos se detienen en el hecho de que en la Curia sólo hay un Blackberry, como si el Blackberry fuera el único teléfono inteligente en el mercado. Se dice que el cardenal secretario de Estado, el cardenal Tarcisio Bertone, no habla inglés, pero habla otros idiomas, además del italiano. Además, el Vaticano es políglota por naturaleza; su servicio cifra y traduce perfectamente en cada idioma, y es sabido que para evitar malentendidos lingüísticos a los intérpretes se les deja la tarea de traducir las negociaciones más delicadas, una regla clásica de la diplomacia, no sólo pontificia.
–Se dice también que el secretario de Estado es un «yes man» del Papa, con poca iniciativa personal. ¿Le parece un juicio justificado?
–Napolitano: Con elegancia, el cardenal Bertone ha dicho que está muy contento de ser conocido como un «yes man» del Papa. Pero quiero subrayar que el documento de WikiLeaks ha planteado un falso problema. Todas las sociedades bien estructuradas, incluidas las democracias avanzadas, también la estadounidense, se rigen según estructuras jerárquicas, con órdenes dadas desde la cumbre y ejecutadas en los órganos inferiores. Que Bertone obedezca a las órdenes del Papa, y que a su vez las imparta, es totalmente normal. Como es normal que la secretaria de Estado, Hillary Clinton, ejecute las órdenes del presidente Obama, y a su vez transmita órdenes.
Pero la cuestión no termina aquí: el diplomático que juzga a Bertone como un «yes man» no tiene los documentos de la Curia, no tiene acceso a las actas de las reuniones con el Papa, no sabe cómo se ha engendrado una decisión vaticana, que quizá ha surgido a partir de propuestas o de contrapropuestas analizadas y discutidas entre el Papa y la Curia. Quizá el cardenal Bertone ha compartido con el Papa decisiones importantes, o el mismo Papa ha decidido una línea de conducta a partir de una propuesta del secretario de Estado. ¿Cómo pueden los estadounidenses considerar al cardenal Bertone un «yes man»? ¿Cómo pueden juzgar?
–¿Qué juicio final se hace un experto como usted de estas observaciones sobre el Vaticano?
–Napolitano: No hay una sola sorpresa y al mismo tiemp
o hay muchas sorpresas en los cables de WikiLeaks.
Se ha hablado mucho de los efectos mediáticos, sin reflexionar sobre el fondo. Y el balance es que,a partir de una lectura menos superficial, estos documentos dan a la diplomacia vaticana el prestigio moral que conocemos.
Pero a la mayoría se les ha escapado otro elemento. La Iglesia católica piensa y habla en términos de siglos, es más, de milenios, habla con muchas civilizaciones y en muchos idiomas. Esto también puede constatarse en los cables de WikiLeaks. Haber concentrado la atención (y lo que es peor, haberse inventado teorías) sólo en lo que pensaban los estadounidenses, y no en lo que veían, nos ha parecido que sólo confunde.
Por Jesús Colina