CIUDAD DEL VATICANO, domingo 19 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación la carta que el Papa Benedicto XVI ha enviado al cardenal Crescenzio Sepe, arzobispo metropolitano de Nápoles, con ocasión de la apertura de un Año Jubilar especial en la Iglesia napolitana, en el décimo aniversario del Gran Jubileo.
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Al Venerado Hermano
cardenal Crescenzio Sepe
arzobispo metropolitano de Nápoles
Deseo expresarle, venerado Hermano, mi complacencia por la solicitud manifestada por usted de muchas formas hacia la amada Iglesia de Nápoles, cuya historia se enriquece ahora con un significativo capítulo ulterior con la apertura de un Año Jubilar especial, diez años después del Gran Jubileo del Año 2000.
Conservo aún querido en mi corazón el vivo recuerdo de la Visita Pastoral del 21 de noviembre de 2007, agradecido siempre al pueblo napolitano por el afectuoso abrazo con el que me acogió. Esta comunidad diocesana tiene un patrimonio religioso precioso, que exige la coherencia de la fidelidad y el valor del testimonio. En la estela de esta rica tradición ha florcido abundante la santidad cristiana, expresándose en figuras célebres que han dejado una huella profunda en la Iglesia y en la sociedad. De estos resplandecientes ejemplos deriva la llamada a continuar en esta tierra vuestra esta historia de fe y de caridad, trabajando con igual valor y empuje apostólico. Ciertamente, el contexto sociocultural es hoy bien distinto respecto al pasado, y, si bien se debe alegrar en el Señor por la fe genuina y perseverante de tantos cristianos, es doloroso constatar la difusión de una visión secularista de la vida y la intensidad de males que afligen la convivencia civil, amenazada por el individualismo.
En esta atmósfera se verifica también la influencia de modelos negativos y desviados que inciden fuertemente en la vida familiar y social, en particular en las nuevas generaciones. Deseo reafirmar, por tanto, la urgencia de la formación humana y cristiana de los niños y de los jóvenes, porque estos están gravemente expuestos a los riesgos de la desviación. Es necesario formar a hombres y mujeres de personalidad fuerte, de fe sólida y de vida cristiana coherente. Exhorto a los padres a dar a conocer a Jesús y su mensaje a los hijos, desde pequeños, con los signos y las palabras que la comunidad cristiana ha sugerido y practicado desde siempre. El futuro depende en gran parte del éxito de este compromiso formativo integral.
En los diverso ambientes de la vida, los cristianos están llamados a ser agentes de verdad y testigos valientes del Evangelio; cada uno debe y puede trabajar para que los valores espirituales y éticos, traducidos en estilos de vida, ofrezcan una contribución determinante ala edificación de una sociedad más justa y fraterna. Habrá entonces que empeñarse en asegurar, con la inspiración y la fuerza que vienen de Dios, relaciones de auténtica caridad, que se expresen en formas concretas de solidaridad y de servicio, de forma que se muestren ejemplos de vida alternativos accesibles a todos y, al mismo tiempo, emblemáticos. Así se podrá reforzar la conciencia de que también hoy, como siempre, la semilla del Reino de Dios está presente y activa: una simiente llena de futuro, capaz, si es acogida de modo personal y generoso, de transformar incluso las situaciones más difíciles y de renovar el corazón y el rostro de Nápoles.
Venerado Hermano, confío los buenos propósitos de este Año Jubilar diocesano a la Virgen del Carmen, protectora de la Ciudad partenopea. Que la Virgen María, Madre de la Santa Esperanza, y el venerado obispo y mártir san Genaro, animen y sostengan los esfuerzos comunes, para que Nápoles vuelva a encontrar el esplendor de sus mejores tiempos.
Con estos deseos, le imparto de corazón a usted y a toda la comunidad diocesana y ciudadana una especial Bendición Apostólica, propiciadora de paz y de fervor espiritual.
En el Vaticano, 14 de diciembre de 2010
BENEDICTUS PP. XVI
[Traducción del original italiano por Inma Álvarez
©Libreria Editrice Vaticana]