CIUDAD DEL VATICANO, lunes 20 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso que Benedicto XVI entregó el jueves pasado al nuevo embajador de la República de Malí ante la Santa Sede, Boubacar Sidiki Touré, al recibirle en el Vaticano junto a otros cuatro embajadores con motivo de la presentación de sus Cartas Credenciales.
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Señor Embajador,
Complacido recibo las Cartas que le acreditan como Embajador extraordinario y plenipotenciario ante la Santa Sede. En esta feliz circunstancia, me es grato darle la bienvenida al Vaticano y le agradezco sus amables palabras, por las que me expresa el homenaje respetuoso del Presidente de la República y del pueblo maliense. Le agradecería que quiera transmitir a cambio a Su Excelencia el Señor Amadou Toumani Touré, Jefe del Estado, mis sentimientos de gratitud y de respeto y la garantía de mis oraciones por su persona y por todos los malienses.
Como un buen número de países africanos, Malí ha celebrado este año el cincuentenario de su Independencia. Me gustaría felicitar a todos los malienses por los considerables avances efectuados en este medio siglo. Como usted sabe, Señor Embajador, los progresos realizados siempre están acompañados de desafíos que destacar. Cito entre otros la paz social, la educación y el derecho a la alimentación. Para la edificación de una sociedad pacífica y estable, Malí puede extraer de su patrimonio cultural que encierra valores humanos, intelectuales y religiosos. Quiero animar a conservarlos y a transmitirlos a las nuevas generaciones, porque una sociedad servida por personas dotadas de una profunda perspicacia moral, siempre promueve la justicia y la paz. Los responsables de una sociedad así saben trascender sus propios intereses para ser gobernantes virtuosos y totalmente dedicados al bien común. Saben también cultivar las relaciones humanas animados por la confianza y la solidaridad, el respeto recíproco y el diálogo sincero. Aliento por tanto a los distintos responsables malienses a ayudar a sus compatriotas a reconciliarse entre ellos tras los conflictos que han marcado la historia reciente de Malí. Les invito también a luchar contra toda discriminación entre las etnias y las religiones. Es legítimo, en efecto, que la identidad propia de cada comunidad étnica o religiosa se pueda expresar visiblemente, en el respeto mutuo, favoreciendo una coexistencia pacífica en todos los niveles de la comunidad nacional (cf. Discurso a los Obispos de Malí, 18 de mayo de 2007).
Mirando al futuro, el Gobierno maliense ha incluido entre sus prioridades la formación de marcos capaces de asegurar el desarrollo de su país. En un mundo caracterizado por la interdependencia de los pueblos y por la rápida difusión de un mimetismo de comportamientos humanos acompañada por un individualismo creciente, la educación constituye una necesidad vital y existencial. Sin embargo, podría reducirse a una acumulación de conocimientos intelectuales o de competencias técnicas. Las habilidades deberían ir de la mano del saber vivir y el saber estar que, basados en la sabiduría humana y en los recursos espirituales, reflejan mejor la verdad esencial de la existencia humana. Por eso, en la educación de sus niños, las familias malienses no se contentan con los resultados académicos logrados, haciendo caso omiso de las virtudes humanas, culturales y religiosas. Ellas ofrecen a sus hijos los valores de referencia que les conducirán a la verdad sobre la vida, sobre el deber de la solidaridad y del diálogo que son co-existenciales a la naturaleza humana. Corresponde al Estado apoyar a las familias en su tarea de educación, y velar por la calidad intelectual y humana del personal educativo. ¡Que los jóvenes malienses no se dejen seducir por el dinero fácil que podría incitarles a pactar con las redes que conducen a la criminalidad o al tráfico de droga!
Su país está comprometido, Señor Embajador, en el camino de un desarrollo armonioso elaborando proyectos como el nuevo Código de las personas y de la familia. Albergo la gran esperanza de que éste pueda ayudar a reducir las desigualdades entre las personas y los grupos sociales. Este nuevo Código contribuirá a la paz social, si los Responsables de su país trabajan también para asegurar el derecho a la alimentación. Acogiendo con beneplácito los esfuerzos para aumentar la producción de algodón y de arroz, animo a su Gobierno a afrontar el problema de la inseguridad alimentaria “eliminando las causas estructurales que lo provocan y promoviendo el desarrollo agrícola (···) a través de inversiones (···) capaces de utilizar del mejor modo los recursos humanos, naturales y socio-económicos que se puedan obtener preferiblemente en el propio lugar (···). Todo esto ha de llevarse a cabo implicando a las comunidades locales en las opciones y decisiones referentes a las tierras de cultivo” (Caritas in Veritate, n° 27).
Como puede constatar, Excelencia, varios ejecutivos de su país han sido formados en escuelas católicas. El compromiso de la Iglesia en la formación y en la educación, así como en el ámbito caritativo, sanitario y social, demuestra su voluntad de colaborar con el Estado, preservando la naturaleza particular de sus estructuras. Aprovecho la circunstancia para aclamar la Convención sobre asistencia sanitaria, que fue firmada por la Conferencia Episcopal y el Ministerio de Salud de Malí, así como el compromiso de este Ministerio para conceder subvenciones a las estructuras sanitarias eclesiales.
Para terminar, saludo cálidamente, a través suyo, a la comunidad católica de Malí con sus pastores, y la invito a continuar su testimonio valiente y alegre de la fe y del amor fraterno enseñado por Cristo. Deseo alentar también los esfuerzos de la Conferencia episcopal y del Gobierno para consolidar las relaciones de estima recíproca entre Malí y la Santa Sede.
En el momento en que inicia su misión, le ofrezco, Señor Embajador, mis mejores deseos, asegurándole el apoyo de los diversos servicios de la Curia romana para el cumplimiento de su función. Con este fin, invoco de buen grato sobre usted y su familia, así como sobre sus colaboradores, abundantes Bendiciones divinas.
[Traducción del original francés por Patricia Navas
©Libreria Editrice Vaticana]