CIUDAD DEL VATICANO, lunes 20 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- Benedicto XVI destacó la importancia, en el mundo actual, de una educación que vaya más allá de la acumulación de conocimientos intelectuales o competencias técnicas.
Lo hizo en el discurso que entregó el jueves pasado al nuevo embajador de la República de Malí ante la Santa Sede, Boubacar Sidiki Touré, al recibirle en el Vaticano junto a otros cuatro embajadores con motivo de la presentación de sus Cartas Credenciales.
“En un mundo caracterizado por la interdependencia de los pueblos y por la rápida difusión de un mimetismo de comportamientos humanos acompañada por un individualismo creciente, la educación constituye una necesidad vital y existencial”, destacó.
“Sin embargo, podría reducirse a una acumulación de conocimientos intelectuales o de competencias técnicas”, continuó.
Y añadió: “Las habilidades deberían ir de la mano del saber vivir y el saber estar que, basados en la sabiduría humana y en los recursos espirituales, reflejan mejor la verdad esencial de la existencia humana”.
En este sentido, apreció el hecho de que “en la educación de sus niños, las familias malienses no se contentan con los resultados académicos logrados, haciendo caso omiso de las virtudes humanas, culturales y religiosas”.
“Ellas ofrecen a sus hijos los valores de referencia que les conducirán a la verdad sobre la vida, sobre el deber de la solidaridad y del diálogo que son co-existenciales a la naturaleza humana”, explicó.
Al mismo tiempo, indicó que “corresponde al Estado apoyar a las familias en su tarea de educación, y velar por la calidad intelectual y humana del personal educativo”.
Y deseó “que los jóvenes malienses no se dejen seducir por el dinero fácil que podría incitarles a pactar con las redes que conducen a la criminalidad o al tráfico de droga”.
Progresos y retos
El Papa subrayó “los progresos realizados” en la República de Malí en los cincuenta últimos años desde la independencia del país.
Al mismo tiempo, citó algunos retos que el país debe afrontar: “la paz social, la educación y el derecho a la alimentación”.
Destacó los “valores humanos, intelectuales y religiosos” del patrimonio cultural de Malí y animó a “conservarlos y a transmitirlos a las nuevas generaciones, porque una sociedad servida por personas dotadas de una profunda perspicacia moral, siempre promueve la justicia y la paz”.
“Los responsables de una sociedad así saben trascender sus propios intereses para ser gobernantes virtuosos y totalmente dedicados al bien común -afirmó-. Saben también cultivar las relaciones humanas animados por la confianza y la solidaridad, el respeto recíproco y el diálogo sincero”.
También alentó “a los distintos responsables malienses a ayudar a sus compatriotas a reconciliarse entre ellos tras los conflictos que han marcado la historia reciente de Malí” y les invitó “a luchar contra toda discriminación entre las etnias y las religiones”.
En este sentido, recordó que “es legítimo, en efecto, que la identidad propia de cada comunidad étnica o religiosa se pueda expresar visiblemente, en el respeto mutuo, favoreciendo una coexistencia pacífica en todos los niveles de la comunidad nacional”.
En su discurso, el Pontífice se refirió al proyecto elaborado por el Gobierno de Malí del nuevo Código de las personas y de la familia y expresó su esperanza en que este instrumento jurídico “pueda ayudar a reducir las desigualdades entre las personas y los grupos sociales”.
También señaló que el nuevo Código “contribuirá a la paz social, si los responsables de su país trabajan también para asegurar el derecho a la alimentación”.
Y saludó “los esfuerzos para aumentar la producción de algodón y de arroz, animo a su Gobierno a afrontar el problema de la inseguridad alimentaria”.
Finalmente, destacó el compromiso de la Iglesia “en la formación y en la educación, así como en el ámbito caritativo, sanitario y social” que, según el Papa, “demuestra su voluntad de colaborar con el Estado, preservando la naturaleza particular de sus estructuras”.
Y mostró su aprecio por la Convención sobre asistencia sanitaria firmada por la conferencia episcopal y el Ministerio de Salud de Malí, así como por el compromiso de este Ministerio para conceder subvenciones a las estructuras sanitarias eclesiales.