SAN SEBASTIÁN, viernes, 24 diciembre 2010 (ZENIT.org).- ¡No nos avergoncemos de la palabra felicidad! es una de las frases del mensaje navideño del obispo José Ignacio Munilla de San Sebastián, España. Por otra parte, pasado poco más de un año de su nombramiento, no cesan los ataques mediáticos y en algunos medios clericales al obispo de la diócesis vasca, esta vez a raíz de una homilía el día de la Inmaculada, en la que pide que nadie se apropie el Concilio Vaticano II. Un grupo de «cristianos disgustados» piden que acabe este acoso al obispo vasco.
El obispo Munilla explica, en un artículo sobre la Navidad publicado en la página web de la diócesis (ver: http://www.elizagipuzkoa.org/es/) que en un diálogo con otra persona, esta le comentaba que Navidad se ha convertido en una especie de carnaval y le decía: «La Navidad laica es como una carcajada sin alegría».
En su artículo, el obispo de San Sebastián invita a vivir la Navidad desde la fe, celebrando el nacimiento del Niño que viene a salvar.
Monseñor Munilla propone además dar gracias a Dios bendiciendo la mesa en Nochebuena, y acudiendo a la Misa del Gallo que se celebrará a medianoche en la catedral de San Sebastián.
El obispo propone una sencilla fórmula para bendecir la mesa: «Bendice, Señor, en esta Noche Santa, esta mesa y a los que en torno a ella nos reunimos, así como a todos nuestros seres queridos y a los que echamos en falta: En esta noche en la que viniste a nosotros, sin encontrar posada donde alojarte, queremos abrirte las puertas de nuestro hogar y las de nuestros propios corazones para que entres y hagas tu morada en ellos. Da pan a los que tienen hambre, y hambre de Dios a los que tienen pan. Concédenos la gracia de reunirnos un día toda la familia en la mesa celestial. Amén».
En su artículo el obispo se extiende en explicar en qué consiste la verdadera felicidad. Y concluye deseando ¡Feliz Navidad y Santo Año Nuevo para todos! Eguberri zoriontsua eta Urte Berri On!
Una anterior homilía del obispo -el pasado 8 de diciembre, que se puede ver en la citada página de diócesis- ha resultado especialmente polémica en algunos medios de comunicación, sobre todo aquellos que no le dieron ni siquiera el beneficio de la duda, cuando fue nombrado para la diócesis vasca. En este caso, no valía que fuera vasco y hubiera ejercido de párroco en Vascongadas. Bastaba con que hubiera recibido la etiqueta de conservador.
Según algunos medios, el obispo pidió que se evite «blandir» el Concilio Vaticano II «como una bandera» e incluso «como el palo de una bandera, de unos frente a otros».
«El Concilio Vaticano II no es propiedad de ninguna de las sensibilidades plurales que integran la Iglesia Católica. No puede emplearse para la división, sino para la comunión. Lo contrario sería incurrir en una manipulación de la realidad», aseguró el prelado donostiarra con motivo del día de la Inmaculada Concepción.
Una serie de cristianos han enviado una carta a los medios de comunicación «en defensa de monseñor Munilla».
«Es evidente -dicen estos cristianos- la decadencia de la sociedad actual en materia de fe y valores y nuestra Diócesis no puede ser una excepción pero, desde algún tiempo atrás, venimos soportando un mal añadido: la confusión-división que ustedes se empeñan en fomentar en torno a la figura del señor obispo».
«¿Por qué les resulta tan incómoda esta persona?», se preguntan. «Tendrá sus defectos, sin duda -reconocen–, pero también tenemos conocimiento de algunas de sus virtudes que le dignifican y le hacen merecedor de un trato mucho más afable y respetuoso que el que está recibiendo».
Entre otras cosas, dice la carta, «se ha dicho que no ha sido elegido por todos. Esta alegación carece de solidez pues tampoco lo fueron los anteriores y, sin embargo, ustedes no manifestaron la más mínima indignación ni sintieron necesidad alguna de publicar sus deficiencias».
En acción coordinada, denuncian, «se ha extendido la resistencia al señor obispo de Bilbao, advirtiéndole de la posibilidad de no cooperar con él. Con un brillante y envidiable curriculum vitae, ¿desconocerá las directrices del Concilio o será también incapaz de aplicarlas correctamente al servicio del Evangelio?. ¿Quiénes están equivocados?».
«No tenemos noticia de un plante tan inflexible por parte de alguna otra diócesis y observamos que se propaga la convicción de que no todos los intereses manejados son precisamente los evangélicos».
Ante lo que afirman algún medio: «No es casualidad que todos los nombramientos episcopales de los últimos años en el Estado español se alineen con la derecha más agresiva y no es casualidad que usted sea tan ferviente nacionalista español y tan visceral antinacionalista vasco».
La carta afirma que a éstos «les calmaría mucho el conocimiento y posterior reflexión sobre una sabia sentencia del filósofo republicano José Ortega y Gasset: «Declararse de la izquierda o de la derecha es una manera de ser imbécil, pues ambas son formas de la hemiplejía moral».
«Creemos que monseñor Munilla estima a su tierra y sus paisanos y que sabrá superar con elegancia las dicotomías izquierda/derecha, nacional/nacionalismo, liberalismo/colectivismo, etc. Nunca debería someterse a los dictados de ningún partido ya que todos se afanan en exceso por sus propios privilegios e intereses, con constantes promesas engañosas, coacción, mercadeo y numerosos casos de corrupción, con la consiguiente desconfianza entre los ciudadanos».
Esta triste situación, afirman «está abriendo muchas heridas que tardarán en cicatrizar».
Recuerdan los programados desplantes del 9 de Setiembre, en Arántzazu, que «descalifican a sus autores y lo único que se está consiguiendo es perplejidad y rechazo hacia la Iglesia y especialmente a sus ministros».
Recordando la historia de la Iglesia y todas las realizaciones de la misma que no instituyó directamente Jesús, se preguntan: «¿Ha llegado la hora de prescindir de todo este lastre?. Nos tememos que a algunos les entre la tentación de salir de la Iglesia, rápidos y libres como las golondrinas que revolotean en el cielo de Arántzazu».
«No poseemos conocimientos suficientes para competir con ustedes en Teología o Historia de la Iglesia, pero sí en sensibilidad, lealtad y respeto hacia las personas, nos gusten o no. Nadie tiene derecho a exigir lo que cada uno no es capaz de dar; en este caso, la humildad».
«En esto conocerán todos que sois mis discípulos; si tenéis caridad unos para con otros» (Jn. 13,35). Según este mandato, ¿No deberíamos sentirnos avergonzados? Sin esta condición, podemos estar seguros de que cualquier intento de reforma, en un sentido u otro, nada nos aprovechará. Así lo dice San Pablo en 1 Cor. 13″, concluyen.
Firman la carta «unos cristianos disgustados».
Por Nieves San Martín