CIUDAD DEL VATICANO, domingo 6 de febrero de 2011 (ZENIT.org).- El Papa Benedicto XVI, tras la oración mariana del Ángelus hoy en la Plaza de San Pedro, hizo un breve llamamiento a la paz en Egipto, asegurando que sigue “con atención la delicada situación de la querida Nación egipcia”.
Ante los fieles congregados en la plaza, el Papa pide “que esa Tierra, bendecida por la presencia de la Santa Familia, vuelva a encontrar la tranquilidad y la convivencia pacífica, en el compromiso compartido por el bien común”.
El Papa llamaba así a la paz tras las manifestaciones y los episodios de violencia de los últimos días en el país árabe, pidiendo el fin del gobierno del actual presidente, Hosni Mubarak, y que han provocado ya 300 muertos y miles de heridos.
Este domingo, de nuevo más de un millón de personas volvía a congregarse en la plaza Tahrir, en El Cairo, corazón de la revuelta, para celebrar la “Jornada de los mártires”, en memoria de las víctimas de estos días.
Entre los manifestantes había también numerosos cristianos coptos, que precisamente ayer sábado fueron de nuevo víctimas de un ataque, esta vez a una iglesia en Rafah, en la península del Sinaí, a causa de una bomba que afortunadamente no ha provocado muertos ni heridos.
La exhortación del Papa llega tres días después de que el patriarca copto de Alejandría, el cardenal Antonios Naguib, lanzaba un llamamiento urgente a sus compatriotas a la calma, en una declaración recogida por ZENIT el 3 de febrero en la edición árabe (ver www.zenit.org/article-7524?l=arabic) y el 4 en la edición inglesa (ver www.zenit.org/article-31663?l=english).
En ella, el purpurado afirmaba que la Iglesia católica “lleva en su corazón” este “precario momento de la historia” de este país.
El patriarca Naguib aseguró a sus compatriotas que la Iglesia está rezando para que Dios “conceda paz y estabilidad a Egipto”, y pide “a Dios que de sabiduría y comprensión a los líderes de la nación y a todos aquellos que trabajan por ello”.
Ante los últimos episodios de violencia, el purpurado urge al pueblo a que vuelva a sus casas y a sus trabajos, al tiempo que pide a todos que “se adhieran a los valores éticos y humanos, que son característicos del pueblo egipcio, especialmente el temor del Señor y el amor por la patria y por el prójimo”.