ROMA, domingo 13 de febrero de 2011 (ZENIT.org).- El tema de la vida está muy presente en la Caritas in veritate (CV), no como un argumento entre argumentos sino como un elemento clave de la sabiduría social y política. La CV trata explícitamente del tema de la vida sobre todo en los párrafos 28, 44, 48, 74 y 75. Hay detalles interesantes en el nº51 que hace referencia al esfuerzo de la Iglesia en la protección de lo creado que mencionaré más tarde. Del análisis de estos párrafos se ve muy bien cómo la lógica de la vida influye en las políticas que afectan a todos los ámbitos y no puede absolutamente ser confinada a un área específica.
En el párrafo nº28, por ejemplo, se dice que: «Si se pierde la sensibilidad personal y social para acoger una nueva vida, también se marchitan otras formas de acogida provechosas para la vida social. La acogida de la vida forja las energías morales y capacita para la ayuda recíproca». En otras palabras el desprecio a la vida corrompe el «capital social» (nº32) de una comunidad política, por esto «La apertura a la vida está en el centro del verdadero desarrollo».
En el párrafo 44 se habla de las políticas demográficas. La encíclica reitera los daños económicos ya conocidos causados por el invierno demográfico – desde la crisis de los sistemas del bienestar hasta el empobrecimiento de las redes de solidaridad intergeneracional, pero sobre todo confirma la idea de que el crecimiento demográfico es también un valor económico: «Grandes naciones han podido salir de la miseria gracias también al gran número y a la capacidad de sus habitantes» – el pensamiento va automáticamente a China o a India. «Al contrario, naciones en un tiempo florecientes pasan ahora por una fase de incertidumbre, y en algún caso de decadencia, precisamente a causa del bajo índice de natalidad, un problema crucial para las sociedades de mayor bienestar». ¿Cuántas políticas sociales están relacionadas con el control de la natalidad? En ocasión de la reciente crisis financiera algunos observadores han puesto en evidencia que su origen está en la crisis demográfica, que han enrarecido el mercado y empujado a las empresas, siendo cómplices los productos financieros derivados, a vender a crédito con gran facilidad. No es más que un ejemplo de las profundas conexiones existentes entre el control de la natalidad y la pobreza económica en un largo periodo.
En el párrafo 48 se analiza el vínculo entre la ecología natural y la ecología del respeto de la vida humana. El párrafo tiene una continuación natural en los números 74 y 75 sobre la importancia social y política de la bioética. Leemos aquí uno de los pasos más inquietantes de la encíclica entera. El Papa ha hablado del aborto, de la planificación eugenésica de los nacimientos y de mens eutanasica. Después prosigue de esta manera «¿Quién puede calcular los efectos negativos sobre el desarrollo de esta mentalidad? ¿Cómo podemos extrañarnos de la indiferencia ante tantas situaciones humanas degradantes, si la indiferencia caracteriza nuestra actitud ante lo que es humano y lo que no lo es? Sorprende la selección arbitraria de aquello que hoy se propone como digno de respeto. Muchos, dispuestos a escandalizarse por cosas secundarias, parecen tolerar injusticias inauditas. Mientras los pobres del mundo siguen llamando a la puerta de la opulencia, el mundo rico corre el riesgo de no escuchar ya estos golpes a su puerta, debido a una conciencia incapaz de reconocer lo humano»
Resulta raro cómo tantos entre los mismos católicos, inclusive organismos e instituciones religiosas en primera línea al frente del desarrollo y conferencias episcopales, no hayan entendido todavía este nexo inquebrantable que une el respeto a la vida y el auténtico desarrollo. Incluso el concepto de ecología ambiental tiende a interpretaciones ideológicas -el ecologismo- si no está estrechamente unido a la ecología natural humana, cuyo primer principio es el respeto a la vida: «Si no se respeta el derecho a la vida y a la muerte natural, si se hace artificial la concepción, la gestación y el nacimiento del hombre, si se sacrifican embriones humanos a la investigación, la conciencia común acaba perdiendo el concepto de ecología humana y con ello de la ecología ambiental». (nº51)
Como se puede ver en estas observaciones, el tema de la vida está en el origen de toda reflexión sobre la sociedad, su naturaleza y sus objetivos y está estrechamente conectado con todos los aspectos de la política, por lo que se puede verdaderamente decir que todo cambia si se está a favor o en contra de ella. No haré una recopilación de las posibles políticas sociales para demostrar este tema. Un ejemplo interesante de esta centralidad política del derecho a la vida nos lo dieron los obispos de los Estados Unidos durante la campaña electoral americana de 2008 y en el debate para la aprobación de la reforma sanitaria de ese país. Durante la campaña electoral muchos obispos insistieron en la prioridad política que tenía el tema de la vida, otros en cambio se posicionaron contra la lógica del «single issue» sosteniendo que hay un sí al aborto pero también lo hay para la pobreza o la inmigración. En un momento dado los obispos de Texas hicieron una aclaración, y después lo hizo la Conferencia Episcopal. Los obispos texanos declararon que mientras el tema de la pobreza, o el de la inmigración, admite muchas soluciones y por tanto deja espacio a elecciones prudentes de carácter político, el de no matar es una prohibición moral absoluta y como tal no se puede derogar. Por tanto, este tema no se puede poner al nivel de otras exigencias. Por otro lado esto ya se había dicho con autoridad en la Nota doctrinal de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y comportamiento de los católicos en la vida política, en 2002. y está siempre presente en el magisterio ordinario de Benedicto XVI y se encuentra de forma significativa en los llamados principios no negociables y en la idea de que la democracia no es un compromiso a la baja porque el bien común no es el menor mal común.
En el debate sobre la reforma sanitaria, los obispos norteamericanos han intervenido de muchas maneras, entre las cuales destaco dos carta dirigidas al Congreso en las que se puntualizaba las críticas al texto de la ley, que se comparaba a la de la precedente administración republicana y se hacían propuestas jurídicas concretas y administrativas a este respecto. El esfuerzo de la Iglesia católica en los Estados Unidos sobre estos temas es digno de alabanza y las estadísticas dicen actualmente que los frentes pro choice y pro life tienen igual número de seguidores lo que quizás ha inducido a Obama a eliminar de la reforma la parte referente al derecho a la vida.
Querría concluir con una reflexión sobre un aspecto de grande interés e importancia según mi opinión. El párrafo nº 51 dice que «la Iglesia tiene una responsabilidad respecto a la creación». Se trata de una afirmación que tiene muchas consecuencias importantes que podemos entender mejor recordando lo que Benedicto XVI dijo el pasado diciembre en un discurso memorable a la curia romana para felicitar la Navidad. «Porque la fe en el Creador es una parte esencial del Credo Cristiano, la Iglesia no puede y no debe limitarse a trasmitir a sus fieles solamente el mensaje de la salvación. Tiene una responsabilidad por lo creado y debe hacer valer esta responsabilidad también en público. Y haciéndolo, debe defender, no solamente la tierra, el agua y el aire como dones de la creación pertenecientes a todos. Debe proteger también al hombre contr
a la destrucción de sí mismo. Es necesario que exista algo así como una «ecología del hombre», entendida en el sentido justo. No se trata de una metafísica superada si la Iglesia habla de la naturaleza del ser humano como hombre y mujer y exige que este orden de la creación sea respetado… Las selvas tropicales merecen, sí, nuestra protección, pero no menos la merece el hombre como creatura». El tema de la vida (y de la familia) se coloca en el mismo punto en el que la misión pública de la Iglesia se encuentra con la política. La Iglesia no cederá nunca en este punto; los católicos no dejarán de esforzarse en este ámbito, la política no se liberará nunca de esta espina en el costado.
[Traducción del italiano por Carmen Álvarez]
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*Stefano Fontana es director del Observatorio Internacional «Cardenal Van Thuan» sobre la Doctrina Social de la Iglesia (http://www.vanthuanobservatory.org/).