CIUDAD DEL VATICANO, lunes 28 de febrero de 2011 (ZENIT.org).- En una sociedad caracterizada a menudo por “el eclipse del sentido de la vida”, el Papa Benedicto XVI ha afirmado una vez más que “el aborto no resuelve nada”, sino que crea gravísimos problemas a todas las personas implicadas.
El Pontífice recibió el pasado sábado en audiencia a los participantes a la XVII Asamblea General de la Academia Pontificia para la Vida (PAV), subrayando el “engaño” al que se induce “ la conciencia de muchas mujeres que piensan encontrar en el aborto la solución a las dificultades familiares, económicas, sociales, o a problemas de salud de sus hijos”.
“Especialmente en esta última situación, la mujer es convencida, a menudo por los mismos médicos, de que el aborto representa no sólo una elección moralmente lícita, sino que además es un acto ‘terapéutico’ necesario para evitar el sufrimiento del niño y de su familia y una carga ‘injusta’ para la sociedad”, declaró.
“Sobre un trasfondo cultural caracterizado por el eclipse del sentido de la vida, en el que se ha atenuado la percepción común de la gravedad moral del aborto y de otras formas de atentar contra la vida humana, se exige a los médicos una especial fortaleza para continuar afirmando que el aborto no resuelve nada, pero que mata al niño, destruye a la mujer y ciega la conciencia del padre del niño, arruinando a menudo, la vida familiar”.
Este deber, subrayó, no afecta sólo “a la profesión médica o a los profesionales sanitarios”.
De hecho es necesario que “toda la sociedad defienda el derecho a la vida del concebido y el verdadero bien de la mujer, que nunca, bajo ninguna circunstancia, verá cumplido en la elección del aborto”.
Del mismo modo también hace falta “proveer de las ayudas necesarias a las mujeres que lamentablemente, ya han recurrido al aborto, y que ahora experimentan todo el drama moral y existencial”.
En este contexto, el Papa recordó las múltiples iniciativas, “a nivel diocesano o a través de entes individuales de voluntariado”, que ofrecen “apoyo psicológico y espiritual para una recuperación humana completa”.
“La solidaridad de la comunidad cristiana no puede renunciar a este tipo de corresponsabilidad”, afirmó.
Conciencia moral
La cuestión del aborto, prosiguió Benedicto XVI, interpela a la conciencia moral del individuo.
De hecho, es deber de la conciencia moral “discernir el bien del mal en las diversas situaciones de la existencia, con el fin de que, sobre la base de este juicio, el ser humano pueda libremente orientarse hacia el bien”.
“Cuantos quisieran negar la existencia de la conciencia moral en el hombre, reduciendo su voz al resultado de condicionamientos externos o a un fenómeno puramente emotivo, y es importante afirmar que la calidad moral de la acción humana no es un valor extrínseco o bien opcional y no es ni siquiera un prerrogativa de los cristianos o de los creyentes, sino común en todo ser humano”, indicó el Pontífice.
“En la conciencia moral Dios habla a cada uno y lo invita a defender la vida humana en todo momento. En este vínculo personal con el Creador está la dignidad profunda de la conciencia moral y la razón de su inviolabilidad”.
“Aún cuando el hombre rechaza la verdad y el bien que el Creador le propone, Dios no le abandona, sino que a través de la voz de la conciencia, continúa buscándole y hablándole, para que reconozca su error y se abra a la Misericordia divina capaz de sanar cualquier herida”.
Promover la investigación
Otro importante argumento afrontado en la Asamblea Plenaria de la PAV fue “el uso de bancos de cordón umbilical, para fines clínicos y de investigación”.
Está en juego el valor y por tanto el compromiso de la investigación médico- científica “ no sólo para los investigadores sino para toda la comunidad civil”, y de ello nace el “deber de promocionar las investigaciones éticamente válidas por parte de las instituciones y el valor de la solidaridad de los individuos en la participación en investigaciones dirigidas a promover el bien común”.
En el caso del uso de células madre provenientes del cordón umbilical, reconoció el Pontífice, “se trata de aplicaciones clínicas importantes y de investigaciones prometedoras a nivel científico, pero que para su realización, muchas dependen de la generosidad, en la donación de la sangre del cordón en el momento del parto, por parte de las parturientas”.
Por esto, invitó a los presentes a hacerse “promotores de una verdadera y consciente solidaridad humana y cristiana”.
En este contexto, recordó que “muchos investigadores médicos con razón miran con perplejidad el creciente florecer de bancos privados de almacenamiento de la sangre del cordón para exclusivo uso autólogo”. Opción que “además de carecer de una real superioridad científica respecto a la donación del cordón, debilita el genuino espíritu de solidaridad que debe animar constantemente la búsqueda de ese bien común al que, en última instancia, la ciencia y la investigación médica tienden”.
Por esta razón, concluyó con la esperanza de que los presentes mantengan “siempre vivo el espíritu de auténtico servicio que hace sensibles a los corazones y a las mentes para reconocer las necesidades de los hombres que son nuestros contemporáneos”.