JERUSALÉN, viernes 1 de abril de 2011 (ZENIT.org).- La Comisión bilateral de diálogo formada por el Gran Rabinato de Israel y la Comisión de la Santa Sede para las Relaciones Religiosas con el Judaísmo expresaron su confianza en que se firmen próximamente los Acuerdos bilaterales entre la Santa Sede y el Estado de Israel.
Así lo afirma la declaración con la que concluyó el décimo encuentro de ambas delegaciones, mantenido en Jerusalén hasta ayer 31 de marzo, y que trató sobre el “liderazgo religioso en la sociedad laica”.
La Comisión “expresó su esperanza de que las cuestiones pendientes en las negociaciones entre la Santa Sede y el Estado de Israel, se resuelvan pronto, y que los acuerdos bilaterales sean rápidamente ratificados para el beneficio de ambas comunidades”, afirma la nota.
Ambas delegaciones admitieron que el trabajo de esta Comisión ha tenido “influencia en el cambio positivo acaecido en la percepción de las relaciones Judeo-Cristianas en la sociedad de Israel”.
El diálogo se centró en “los retos a los que se enfrenta la sociedad secular moderna”, así como a la función de liderazgo de los creyentes en ella.
“Además de sus muchos beneficios, los rápidos avances tecnológicos, el consumismo desenfrenado y una ideología nihilista que se centra de forma exagerada en el individuo a expensas de la comunidad y del bienestar colectivo, nos han conducido a una crisis moral”.
Junto a los beneficios de la emancipación, afirma la nota, “el siglo pasado ha sido testigo de una violencia y una barbarie sin precedentes. Nuestro mundo moderno está sustancialmente desprovisto de sentido de pertenencia, significado y propósito”.
Para judíos y católicos, “la fe y el liderazgo religioso tiene un papel fundamental en la respuesta a estas realidades”, para traer “esperanza” y “orientación moral”.
Ambas delegaciones propusieron la figura de Moisés, como “paradigma de líder religioso que, a través de su encuentro con Dios, responde a la llamada Divina con total fe, amando a su gente, anunciando la Palabra de Dios sin miedo, teniendo la libertad y la valentía y la autoridad que viene de la obediencia a Dios siempre e incondicionalmente, escuchando a todos, preparado para el diálogo”.
Subrayaron también que la responsabilidad de los creyentes es “dar testimonio consecuentemente de la Divina Presencia en nuestro mundo”, que debe verse “en la educación, centrándose en los jóvenes y en el compromiso efectivo de los medios de comunicación”, así como en el área caritativa.
Tanto para judíos como para católicos, la secularización o laicidad positiva “ha traído consigo muchos beneficios”.
Si la secularización se entiende bien, subrayan, “es posible proveer una sociedad en la que la religión pueda prosperar”.
“Sin embargo, para que esta focalización pueda ser sostenible, necesita basarse en un mayor marco antropológico y espiritual, que tome en cuenta el bien común, que encuentra su expresión en la fundación religiosa de los deberes morales”.
La delegación católica aprovechó para “reiterar la enseñanza histórica de la Declaración Nostra Aetate del Concilio Vaticano II, con respecto al Pacto Divino con el Pueblo Judío que son amados en atención a sus padres. Porque los dones y la llamada de Dios son irrevocables”.
Por parte católica participan los miembros de la Comisión de la Santa Sede para las relaciones religiosas con el judaísmo, entre quienes están los cardenales Jorge Mejía y Peter Turkson, el patriarca de Jerusalén, monseñor Fouad Twal, y su vicario, monseñor Giacinto-Boulos Marcuzzo, además de reputados teólogos como el arzobispo de Chieti, monseñor Bruno Forte, y Francesco Fumagalli.
Por parte judía participan el rabino jefe, Shear Yashuv Cohen, y los rabinos David Brodman, Ratzon Arussi y David Rosen.
El actual sacerdote católico Keith Newton, antiguo obispo de esa confesión
Es el primer anuncio que hay que llevar al mundo, dijo en su meditación a la Curia
Por monseñor Giampaolo Crepaldi*
ROMA, viernes 1 de abril de 2011 (ZENIT.org).- El 3 de diciembre de 2010, Benedicto XVI pronunció un discurso a los miembros de la Comisión teológica internacional, que había sido convocada en reunión plenaria para discutir, entre otras cosas, la integración de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) en el contexto más amplio de la Doctrina cristiana.
El tema es de gran importancia en cuanto a que la Doctrina social de la Iglesia es una verdadera y propia enseñanza y como tal, se introduce de modo orgánico dentro del contexto más general de la Doctrina cristiana, antes incluso que en su relación con los saberes, digamos, profanos.
Su carácter interdisciplinar, del que habla el nº59 de la Centesimus annus (cf G. Crepaldi e Stefano Fontana, La dimensión interdisciplinar de la Doctrina Social de la Iglesia,Cantagalli, Siena 2006), sirve en el contexto del saber en general, pero mucho más en el de la Doctrina cristiana. La comisión merece por tanto ser felicitada por haber afrontado un argumento tan decisivo.
Podemos, también, decir que esta elección está perfectamente en línea con el gran interés manifestado por Benedicto XVI en el tema de la Verdad del cristianismo y, por tanto, de la relación entre razón y fe por un lado y por el otro entre razón y amor. Si Dios es Verdad y Amor, el tema de la fe debe estar en una íntima relación con ambos.
En el discurso a la Comisión Teológica Internacional, Benedicto XVI ha expuesto con gran claridad esta problemática. Ha dicho que “Conocimiento y amor se apoyan mutuamente”. Quien ama desea conocer cada vez más al amado, cuyo conocimiento no es sólo un hecho de conocimiento sino que también de amor. Por lo demás no se ama si no se realiza en la verdad del amor y en la verdad del amado. Ahora: “Quien ha descubierto en Cristo el amor de Dios, infundido en nuestros corazones por el Espíritu Santo, desea conocer mejor a Aquel por quien es amado y a quien ama”. Se desea conocer a Dios, porque se le ama al descubrirnos amados por Él. Pero esto no quiere decir sólo que se conoce para amar, sino que se conoce amando. El amor mismo es conocimiento; esto no sólo exige el conocimiento y lo provoca, sino que esto mismo es conocimiento.
Esta es la razón, dice el Papa en este discurso y en muchas otras intervenciones y escritos, de por qué la obra del teólogo no es sólo de tipo intelectual, sino que se funda sobre el amor de Dios vivido en la Iglesia. Si por tanto, se ama conociendo y se conoce amando, la razón es indispensable para el amor, como el amor es indispensable para la razón.
He aquí por qué: “podemos pensar en Dios y comunicar lo que hemos pensado porque Él nos ha dotado de una razón en armonía con su naturaleza”. Él, de hecho, es Amor pero también Verdad. Él es el Logos (Jn 1,1). Conociéndolo a través de la razón, pero lo descubrimos también como “fuente de perdón, de justicia y de amor”, con el que se vuelve al tema del amor, inseparable del de la verdad.
Benedicto XVI añade también que, así como el hombre tiende a relacionar sus conocimientos, también el conocimiento de Dios se organiza de un modo sistemático, es decir en la teología. Pero este sistema teológico no se mantiene unido sólo por sus vínculos lógicos, sin el amor por su Objeto. La teología se ejercita, por tanto, dentro del amor vivido por la Iglesia creyente, a la que pertenecen también “los creyentes y teólogos llegados antes que nosotros”. La teología se introduce en la Tradición cristiana no sólo en sentido especulativo sino también como expresión del amor por Dios vivido en la Iglesia. La Tradición no es un sistema teórico que continúa, es una vida que continúa.
Todo esto es de fundamental importancia para la Doctrina Social de la Iglesia. Esta nace por el amor de Dios y se vuelve amor por el prójimo en la verdad. Dice Benedicto XVI que la “Contemplación del Dios revelado y la caridad por el prójimo no se pueden separar” y los “frutos mueren si se corta la raíz del árbol. De hecho, no hay justicia sin verdad y la justicia no se desarrolla plenamente si su horizonte se limita al mundo material”. De este modo, el Papa nos dice que la Doctrina Social de la Iglesia no puede ser ella misma si no se basa en la Doctrina cristiana, que es siempre verdad y amor al mismo tiempo.