150 años de la muerte del venerable Noailles

La Sagrada Familia de Burdeos conmemora a su fundador

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ROMA, miércoles 6 de abril de 2011 (ZENIT.org).- 2011 es un año particular para toda la familia espiritual de Pedro Bienvenido Noailles. El 8 de febrero de 1861, hace 150 años, la historia de la Sagrada Familia de Burdeos marcó un hito importante.

Todo había comenzado en el Seminario de Issy, cerca de París –informa a ZENIT la hermana María del Carmen Leach Albert, de esta familia espiritual–. Allí, cuando era joven seminarista, Pedro Bienvenido Noailles entregó su vida.

“Como todo joven soñó pero sus sueños tenían la solidez de su fe, su esperanza era fuerte como una roca y su amor quería abarcar el mundo –comenta la hermana Leach–. Pronto lanzó la nave, comenzó un rumbo, que nunca recorrió solo. Como ocurre a veces en los inicios, consciente de sus límites, sintió la duda, pero Jesús en la Eucaristía manifestó su aprobación bendiciendo de modo visible la nueva fundación”.

“Lanzarse al mar es un riesgo, pero él nunca puso límites. Tampoco buscó el sosiego del puerto, ni la seguridad de la tierra firme y formó un equipo, una comunidad, una familia formada por personas de todos los ambientes y vocaciones. Las necesidades de quienes surcan un mar en tempestad son inmensas, acogió toda clase de colaboradores”, añade la cronista.

Han pasado 150 años, desde aquel 8 de febrero de 1861 en que Pedro Bienvenido Noailles llegó a su plenitud. La heroicidad de sus virtudes fue declarada el 8 de febrero de 1988.

La familia espiritual, según sus posibilidades, “responde a toda clase de llamadas, intentando vivir el espíritu de ‘sólo Dios’”. Participa así en la misión de la Iglesia: “Hoy nos abrimos a una nueva visión del mundo, a un modo nuevo de relacionarnos con Dios, con la humanidad y con toda la creación”, señala la hermana Leach.

El venerable Noailles, a los veinte años, descubre la profundidad de la misericordia divina. Nacido en Burdeos, en 1793, en plena Revolución, crece en una familia numerosa y unida. Es un joven brillante que triunfa y puede aspirar a una brillante carrera. Pero llega un momento en el que Dios hace irrupción en su vida. ¿Qué ha pasado para que este joven indiferente a toda dimensión religiosa tome la firme decisión de hacer de Dios el centro de toda su vida?

La certeza absoluta del amor divino le llevará al seminario de Issy, cerca de París. Pocos días antes, una gracia especial de discernimiento y total disponibilidad le ayuda a romper sus últimas resistencias. En el seminario, vive la llamada a la santidad que ha recibido desde el bautismo. Se siente atraído por la Sagrada Familia de Nazaret, “dulce imagen de la Trinidad”, y, en el diálogo con Jesús, María y José, va concretando su experiencia de Dios.

Poco a poco, descubre los aspectos fundamentales de su identidad cristiana, que se resumen en una frase: «Buscar a ‘solo Dios’ en todas las cosas, como Jesús, María y José”. Es el núcleo en torno al cual se constituye el carisma de fundador que recibe de Dios.

Fiel a la inspiración divina, concibe el proyecto de una sociedad, amplia y abierta, que dará cabida a hombres y mujeres de toda condición, y con vocaciones diferentes en la Iglesia: religiosas apostólicas y contemplativas, mujeres consagradas seculares, personas casadas y solteras, jóvenes, sacerdotes.

Ordenado sacerdote el 5 de junio de 1819, en París, el padre Noailles vuelve a Burdeos, donde comienza su ministerio en la parroquia de santa Eulalia. Inicia el “Catecismo de Perseverancia”, en el que reúne a numerosos grupos de jóvenes y de personas adultas.

La vasta asociación concebida en el seminario se concreta el 20 de mayo de 1820 cuando, abierto a la voluntad de Dios y animado por su arzobispo, reúne en comunidad a tres jóvenes llamadas a consagrarse al Señor, y a responder a las necesidades de su tiempo en este nuevo camino.

Durante cuarenta años, en medio de toda clase de vicisitudes, el padre Noailles estará al frente de la Sagrada Familia, como fundador y padre espiritual.

A su muerte, el 8 de febrero de 1861, la Sagrada Familia no será la única en llorar su pérdida. Toda una corriente de simpatía y veneración invade la ciudad de Burdeos. Un impresionante cortejo de personas de toda clase y condición lo acompañó hasta la catedral, donde tuvieron lugar las exequias.

La fama de santidad que había rodeado al padre Noailles durante su vida, siguió propagándose después de su muerte. El 8 de febrero de 1988, la Iglesia confirmó la santidad de su vida declarándolo “venerable”, un primer paso hacia la beatificación.

Su santidad, afirma la página web de la Sagrada Familia de Burdeos, “es una santidad en lo cotidiano, que no consiste en la realización de hechos extraordinarios o prodigiosos”.

Una santidad en la que lo extraordinario es el deseo constante de conformar su vida a la de la Sagrada Familia. Jesús, María y José «que no amaban, no buscaban, no querían más que a ‘solo Dios'».

Para saber mas: http://www.sfb.pcn.net/?

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ZENIT Staff

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