CIUDAD DEL VATICANO, viernes 8 de abril de 2011 (ZENIT.org) – Las manifestaciones de piedad popular típicas de América Latina pueden convertirse en un instrumento de nueva evangelización a condición de que la fe se convierta en su «fuente principal» y no la superstición o creencias irracionales, aclara Benedicto XVI.
El pontífice afrontó las diversas manifestaciones cultuales, de carácter privado o comunitario, que en el ámbito de la fe cristiana no se expresan con la Liturgia, sino con las formas peculiares derivadas del genio de un pueblo o de una etnia y de su cultura, al recibir este viernes a los participantes en la asamblea plenaria de la Comisión Pontificia para América Latina.
La historia de la Iglesia en el subcontinente de la esperanza ha estado caracterizada desde el año 1492 por el florecer de múltiples y originales modalidades de expresar, con sencillez y fervor, la fe en Dios, la devoción a la Virgen María, la veneración de los santos, el recuerdo de los difuntos…
Para el papa, al igual que para los obispos latinoamericanos reunidos en Aparecida (Brasil) en mayo de 2007 se trata de un «precioso tesoro de la Iglesia católica en América Latina, y que ella debe proteger, promover y, en lo que fuera necesario, también purificar».
Por consiguiente, el obispo de Roma explica que «la fe tiene que ser la fuente principal de la piedad popular, para que ésta no se reduzca a una simple expresión cultural de una determinada región».
Más aún, añade, «tiene que estar en estrecha relación con la sagrada Liturgia, la cual no puede ser sustituida por ninguna otra expresión religiosa», sino que «deberá constituir el punto de referencia para encauzar con lucidez y prudencia los anhelos de oración y de vida carismática que aparecen en la piedad popular».
Aprecio de la piedad popular
El Santo Padre reconoce que «no se puede negar» «que existen ciertas formas desviadas de religiosidad popular que, lejos de fomentar una participación activa en la Iglesia, crean más bien confusión y pueden favorecer una práctica religiosa meramente exterior y desvinculada de una fe bien arraigada e interiormente viva».
«La piedad popular puede derivar hacia lo irracional y quizás también quedarse en lo externo. Sin embargo, excluirla es completamente erróneo. A través de ella, la fe ha entrado en el corazón de los hombres, formando parte de sus sentimientos, costumbres, sentir y vivir común. Por eso, la piedad popular es un gran patrimonio de la Iglesia», subrayó.
«La fe se ha hecho carne y sangre. Ciertamente, la piedad popular tiene siempre que purificarse y apuntar al centro, pero merece todo nuestro aprecio, y hace que nosotros mismos nos integremos plenamente en el «Pueblo de Dios»», concluyó el papa.
Más información en el «<i>Directorio sobre la piedad popular y la liturgia» de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.