Mensaje a los católicos chinos

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De la Comisión para la Iglesia católica en China

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves 14 de abril de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el Mensaje hecho público hoy por la Santa Sede al concluir la 4ª Reunión Plenaria de la Comisión para la Iglesia católica en China.

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MENSAJE A LOS CATÓLICOS CHINOS

1. «Que el Dios de la esperanza os llene de alegría y de paz en la fe, para que la esperanza sobreabunde en vosotros por obra del Espíritu Santo. » (Rm

Del 11 al 13 del mes de abril corriente nos hemos reunido en el Vaticano para estudiar algunas cuestiones de mayor importancia, referidas a la vida de la Iglesia católica en China.

Los encuentros han tenido lugar en un clima de fraternidad serena y cordial y han sido enriquecidos por contribuciones, que han tomado su eficacia tanto de la reflexión y de la experiencia de los Participantes como de las informaciones y de los testimonios llegados aquí desde China.

Movidos por el amor por la Iglesia en China, por el dolor por las pruebas que estáis afrontando y por el deseo de animaros, hemos profundizado nuestro conocimiento de la situación eclesial mediante una visión panorámica de la organización y de la vida de las Circunscripciones eclesiástica de vuestro país. Hemos constatado el clima general de desorientación y de ansiedad por el futuro, los sufrimientos de algunas Circunscripciones privadas de Pastores, las divisiones internas en otras, la preocupación de otras que no tienen personal ni medios suficientes para afrontar los fenómenos de creciente urbanización y de despoblación de las áreas rurales.

De la lectura de los datos se han puesto de manifiesto, también, una fe viva y una experiencia de Iglesia, capaces de dialogar de modo fructífero con las realidades sociales de cada territorio. La acción conjunta de obispos, sacerdotes, diáconos, personas consagradas y fieles laicos viene a componer, en la mayor parte de los casos, un mosaico, en el que se refleja la imagen de cristo y de sus muchos discípulos. Muchas religiosas, con espíritu de abnegación y viviendo no pocas veces en auténticas estrecheces económicas, se consumen diariamente en la cercanía a las familias, a los jóvenes, a los ancianos y a los enfermos. Varias asociaciones cuidan las obras de caridad y de asistencia, haciéndose cargo de las necesidades de los más pobres y de aquellos que en estos años se han visto afectados por inundaciones y terremotos.

2. Alentamos a los obispos, junto con los sacerdotes, a conformarse cada vez más a Cristo Buen Pastor, a proveer para que a sus fieles no les falte la enseñanza de la fe, a estimular una justa laboriosidad y a arreglárselas para erigir, allí donde faltan y son necesarios, nuevos lugares de culto y de educación en la fe y, sobre todo, para formar comunidades cristianas maduras. Invitamos también a los Pastores a cuidar, con renovado compromiso y entusiasmo, la vida de los fieles, especialmente en sus elementos esenciales de la catequesis y de la liturgia. Exhortamos a los propios Pastores a enseñar a los sacerdotes, con su propio ejemplo, a amar, a perdonar y a ser fieles. Invitamos también a las comunidades eclesiales a seguir anunciando el Evangelio con fervor cada vez más intenso, mientras que nos unimos a su agradecimiento hacia Dios por el bautismo de los adultos, que se celebrará en los próximos días pascuales.

3. Nos hemos detenido en particular en algunas dificultades, surgidas recientemente en vuestras comunidades.

En lo que respecta al triste episodio de la ordenación episcopal de Chengde, la Santa Sede, en base a las informaciones y a los testimonios recibidos hasta ahora no tiene razones para considerarla inválida, mientras que la considera gravemente ilegítima, porque ha sido conferida sin el mandato pontificio, y esto hace también ilegítimo el ejercicio del ministerio. Estamos además doloridos porque ha tenido lugar después de una serie de consagraciones episcopales consensuadas y porque los obispos consagrantes han sufrido varias presiones. Como escribe el Santo Padre en su carta de 2007, «la Santa Sede sigue con suma atención el nombramiento de los Obispos, puesto que esto afecta al corazón mismo de la vida de la Iglesia, ya que el nombramiento de los Obispos por parte del Papa es garantía de la unidad de la Iglesia y de la comunión jerárquica. Por este motivo el Código de Derecho Canónico (cf.canon 1382) establece graves sanciones tanto para el Obispo que confiere libremente la ordenación sin mandato apostólico como para quien la recibe; en efecto, dicha ordenación representa una dolorosa herida para la comunión eclesial y una grave violación de la disciplina canónica. El Papa, cuando concede el mandato apostólico para la ordenación de un Obispo, ejerce su autoridad espiritual suprema: autoridad e intervención que quedan en el ámbito estrictamente religioso. No se trata por tanto de una autoridad política que se entromete indebidamente en los asuntos interiores de un Estado y vulnera su soberanía» (n. 9).

Las presiones y constricciones externas pueden hacer que no se incurra automáticamente en la excomunión. Queda sin embargo una herida, provocada al cuerpo eclesial. Cada obispo implicado debe, por tanto, dar explicaciones a la Santa Sede y encontrar el modo de aclarar su propia postura a los sacerdotes y a los fieles, profesando nuevamente la fidelidad al Sumo Pontífice, para ayudarles a superar su sufrimiento interior y para reparar el escándalo exterior que se ha causado.

Estamos a vuestro lado en estos momentos difíciles. Invitamos a los sacerdotes, a las personas consagradas y a los fieles laicos a comprender las dificultades de sus propios obispos, a animarles, a apoyarles con la solidaridad y con la oración. Para todos será, ciertamente, de consuelo lo que el Papa escribe en su Carta: “Soy consciente de las graves dificultades que tenéis que afrontar […] para manteneros fieles a Cristo, a su Iglesia y al Sucesor de Pedro. Recordándoos —como ya afirmaba san Pablo (cf. Rm 8,35-39)— que ninguna dificultad puede separarnos del amor de Cristo, espero que sabréis hacer todo lo posible, confiando en la gracia del Señor, para salvaguardar la unidad y la comunión eclesial incluso a costa de grandes sacrificios» (n. 8).

4. En lo que respecta a la 8ª Asamblea Nacional de los Representantes Católicos, son iluminadoras, una vez más, las palabras del Santo Padre: «Considerando ‘el plan originario de Jesús’, resulta evidente que la pretensión de algunos organismos, que el Estado ha querido y que son ajenos a la estructura de la Iglesia, de ponerse por encima de los Obispos mismos y de dirigir la vida de la comunidad eclesial, no está de acuerdo con la doctrina católica, según la cual la Iglesia es apostólica, como ha reiterado también el Concilio Vaticano II. […] La finalidad declarada de los mencionados organismos de poner en práctica ‘los principios de independencia y autonomía, autogestión y administración democrática de la Iglesia’, es también inconciliable con la doctrina católica» (n. 7).

5. La elección de Pastores para la guía de las numerosas diócesis vacantes es una necesidad urgente y, al mismo tiempo, fuente de viva preocupación. La Comisión augura vivamente que no haya nuevas heridas a la comunión eclesial, y pide al Señor fuerza y valor para todas las personas implicadas. Al respecto, se debe tener presente también lo que escribió el Papa Benedicto XVI: «La Santa Sede desearía ser completamente libre en el nombramiento de los Obispos; por tanto, considerando el reciente y peculiar camino de la Iglesia en China, deseo que se llegue a un acuerdo con el Gobierno para solucionar algunas cuestiones referentes tanto a la selección de los candidatos al episcopado como a la publicación del nombramiento de los Obispos y el reconocimiento —en lo que sea necesario a efectos civiles— del nuevo Obispo por
parte de las Autoridades civiles» (n. 9). Hagamos nuestros estos deseos y miremos con temblor y con temor al futuro: sabemos que éste no está enteramente en nuestras manos y lanzamos un llamamiento para que los problemas no crezcan y las divisiones no se ahonden, a costa de la armonía y de la paz.

6. En el examen de la situación de las Circunscripciones han surgido también algunas dificultades a propósito de sus límites. Al respecto, se ha reconocido la necesidad de tomar nota de las nuevas condiciones, respetando la normativa eclesiástica y teniendo siempre presente lo que se lee en la Carta Pontificia a los católicos en China: “Durante los últimos cincuenta años se han producido numerosos cambios administrativos en campo civil. Esto ha afectado también a muchas circunscripciones eclesiásticas, que han sido eliminadas o reagrupadas, o bien modificadas en su configuración territorial tomando como base las circunscripciones administrativas civiles. A este respecto, deseo confirmar que la Santa Sede está disponible para afrontar toda esta cuestión de las circunscripciones y provincias eclesiásticas en un diálogo abierto y constructivo con el Episcopado chino y —en lo que sea útil y oportuno— con las Autoridades gubernativas» (n. 11).

7. Nos hemos detenido, finalmente, en el tema de la formación de los seminaristas y de las religiosas, dentro y fuera de China. Hemos considerado las dificultades que los seminaristas encuentran tanto para sus estudios en el extranjero como en su vida de seminario, apreciando también ejemplos de valentía y paciencia. Se ha constatado, además, la necesidad de utilizar instrumentos ulteriores y más eficaces para favorecer la formación permanente del clero. Hemos notado con agrado que las comunidades católicas en China organizan, en su interior, iniciativas con fines formativos. Para todos resulta oportuno ofrecer propuestas educativas que desarrollen de modo integral la personalidad humana y cristiana de los diversos sujetos.

8. Auguramos que el diálogo sincero y respetuoso con las Autoridades civiles ayude a superar las dificultades del momento actual, para que también las relaciones con la Iglesia católica contribuyan a la armonía de la sociedad.

9. Hemos sabido con alegría la noticia de que la diócesis de Shanghai puede iniciar la causa de beatificación de Pablo Xu Guangqi, que se añade a la del padre Matteo Ricci, S.I.

10. Para superar las situaciones difíciles de cada comunidad, la oración será de gran ayuda. Se podrán organizar varias iniciativas, que os ayudarán a renovar vuestra comunión de fe en Jesús Nuestro Señor y de fidelidad al Papa, para que la unidad entre vosotros sea cada vez más profunda y visible. Al mismo tiempo os aseguramos nuestra oración cotidiana, de modo particular por aquellos que afrontan graves dificultades de diverso tipo, y por todos los enfermos y los sufrientes de vuestra nación.

11. En el encuentro que tuvo lugar al término de la Reunión Plenaria, Su Santidad reconoció el deseo de unidad con la Sede de Pedro y con la Iglesia universal que los fieles chinos no dejan de manifestar, aun en medio de muchas dificultades y aflicciones. La fe de la Iglesia, expuesta en el Catecismo de la Iglesia Católica y que hay que defender aun al precio de sacrificios, es el fundamneto sobre el que las comunidades católicas en China deben crecer en la unidad y en la comunión.

El Santo Padre ha recordado, además, la importancia de la formación, en particular la espiritual, para que la vida interior del cristiano, educada en la oración personal y litúrgica, haga frente a los retos del momento actual. Finalmente, confiando todo el rebaño de los fieles chinos a la intercesión de María Santísima, Reina de China, renovó la apremiante invitación a toda la Iglesia a dedicar el día 24 de mayo, memoria litúrgica de la Beata Virgen María, Auxilio de los Cristianos, a la oración por la Iglesia en China.

13 de abril de 2011

[Traducción del italiano por Inma Álvarez]

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ZENIT Staff

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