SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, sábado, 23 abril 2011 (ZENIT.org).-Publicamos el artículo que ha escrito monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas, con el título «Quién es Jesús para ti?».
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VER
Son múltiples las actitudes ante Jesús en esta Semana Santa. Muchos se acercan más a Él y a su Iglesia. Nuestros templos rebosan de fieles. Largas filas se forman para recibir el perdón de sus pecados en el sacramento de la reconciliación. En las parroquias de nuestra ciudad, obispos y sacerdotes organizamos ocho tardes para confesar, y en algunas estamos de ocho a diez confesores, tardamos cuatro y cinco horas para terminar, y la gente espera con paciencia su momento. Grupos de jóvenes y familias se desplazan a otros lugares como misioneros. Otros buscan lugares de soledad para reflexionar y orar. Grandes muchedumbres siguen las celebraciones tradicionales como vía crucis, visitas a las «siete casas o iglesias», rosarios, siete palabras, procesiones, etc.
Constatamos, por lo contrario, que para otros muchos estos días son sólo motivo de vacacionar, de alejarse más de Dios, de pecar aún más. Algunos no quieren ni siquiera llamarle «Semana Santa», sino semana mayor. Un grupo de ateos en España se empeña en organizar una contra-semana santa, para burlarse de nuestra fe.
Para ti y para mí, ¿quién es Jesús? ¿Qué significa en nuestra vida? ¿Sólo una tradición, una costumbre, una escenificación teatral, una ceremonia?
JUZGAR
Jesús le ha dado sentido pleno a mi vida. No sé qué sería de mi existencia sin El, si no lo hubiera conocido, si no me hubiera atraído y seducido, si no me convenciera plenamente su vida y su palabra. El es todo para mí. Es mi único camino de vida. Es la luz que me ofrece criterios y actitudes muy definidos. Su estilo de vida me apasiona. Es quien me indica qué hacer en los problemas y en las decisiones que debo tomar. Es quien me impulsa y alienta en mi vocación, en mi decisión de desgastar mi vida para que otros la tengan en plenitud. Su presencia viva en la Eucaristía, en su Palabra y en su Iglesia, es la que me sostiene en enfermedades, cruces y dolores, en las incomprensiones y persecuciones que no faltan. Esforzarme por seguir su ejemplo y su mandato de amar a todo ser humano como prójimo, de servirle en los que sufren, en particular en los pobres y en los que se sienten solos y desesperados, es lo que me hace profundamente feliz. Con El, por El y en El, vale la pena vivir, porque hay un plus: la vida eterna y definitiva cuando la presente termine. ¡Cómo me angustia que otros no se apasionen por El!
El Papa Benedicto XVI, en continuidad con Juan Pablo II, ha dicho en varias ocasiones, y lo repite en su Exhortación sobre la Palabra de Dios en la vida y misión de la Iglesia: «Quien deja entrar a Cristo no pierde nada, nada -absolutamente nada- de lo que hace la vida libre, bella y grande. ¡No! Sólo con esta amistad se abren las puertas de la vida. Sólo con esta amistad se abren realmente las grandes potencialidades de la condición humana… ¡No tengáis miedo de Cristo! Él no quita nada, y lo da todo. Quien se da a él, recibe el ciento por uno. Sí, abrid, abrid de par en par las puertas a Cristo, y encontraréis la verdadera vida».
Por ello, nos cuestiona: «Nosotros, ¿qué actitud asumimos ante Jesús? En Cristo resplandece la novedad de la vida y la meta a la que estamos llamados. En El, fortalecidos por el Espíritu Santo, recibimos la fuerza para vencer el mal y obrar el bien. De hecho, la vida cristiana es una continua configuración con Cristo, imagen del hombre nuevo, para alcanzar la plena comunión con Dios. El Señor Jesús es la luz del mundo, porque en El resplandece el conocimiento de la gloria de Dios que sigue revelando en la compleja trama de la historia cuál es el sentido de la existencia humana. En el rito del Bautismo, la entrega de la vela, encendida en el gran cirio pascual, símbolo de Cristo resucitado, es un signo que ayuda a comprender lo que ocurre en el sacramento. Cuando nuestra vida se deja iluminar por el misterio de Cristo, experimenta la alegría de ser liberada de todo lo que amenaza su plena realización» (3-IV-2011).
ACTUAR
Que la Semana Santa sea ocasión de conocer más a Jesús, de estar más cerca de El, de escuchar su Palabra, de encontrarnos con El en la oración y en la Eucaristía, se servirlo en los pobres, de ayudarle con su cruz en los que sufren.