Juan Pablo II, una vida en imágenes

Recuerdos de su fotógrafo durante 27 años, Arturo Mari

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ROMA, viernes 29 de abril de 2011 (ZENIT.org).- Arturo Mari, el fotógrafo de Juan Pablo II, que le acompañó día a día durante 27 años y más de cinco vueltas al mundo, quiso narrar algunos detalles a varios periodistas, en un briefing celebrado en la Universidad de la Santa Croce de Roma.

Mari afirmó que desde el primer momento había comprendido que “era un santo en vida”. “Santo subito ya lo era”, dijo el fotógrafo del papa.

Entre los diversos detalles que guarda en su memoria, narró el encuentro con un niño, el desafío a los guerrilleros de Sendero Luminoso en Perú para que dialogasen; la amenaza del juicio de Dios al entonces dictador de Sudán, así como el aliento del papa ante un momento suyo de desorientación cuando supo que su hijo se hacía sacerdote.

“Un 18 de mayo de 1980, día de su cumpleaños – contó Mari – en una visita pastoral a la parroquia romana de Cristo Rey, un niño de unos 10 años, superando la escolta, se acercó a Juan Pablo II y le dijo: “Hola, Papa, ¿cómo estás?”, y después se confió: “Me he escapado de casa, sí, escapado, porque es tu cumpleaños y quería felicitarte”.

El Papa se preocupa un poco y el niño le tranquiliza: “Ya sabes cómo son las mujeres, mi madre estaba dos horas delante del espejo y se hacía tarde”, y concluye: “Soy pobre pero te he traído un regalo”, y le dio un caramelo.

Y Juan Pablo II respondió. “Mmmm, no me lo merezco”. Y – añadió el fotógrafo – muchas veces él decía ese ‘mmmm, no me lo merezco”.

“Estos días, pienso en él, que desde el cielo verá la ceremonia de beatificación y dirá: ‘Mmmm, no me lo merezco’”.

Un hecho menos conocido, quizás inédito, en el que Mari comprendió la fuerza de Juan Pablo II fue en Perú. Cuando Juan Pablo II llegó a Iquitos, a un aeropuerto con pista de tierra batida. El aeropuerto estaba rodeado de alambre de espino, sacos de arena, ametralladoras y todo tipo de armas.

El obispo quería acompañarlo de prisa a la sala VIP. Le explicaron al Papa que por una parte estaban los guerrilleros de Sendero Luminoso y por la otra el Ejército. Él miró con mucha calma y en un cierto momento pidió una mesita y la hizo colocar junto a la alambrada.

“Subió allí y con un megáfono arremetió contra Sendero Luminoso, acusándoles de criminales”, y diciendo “Yo estoy aquí, hablemos, estoy dispuesto a dialogar”. Y el fotógrafo prosiguió: “Hubo movimientos, pero no se entendía quien era. Dos días después hubo encuentros. Esto da una idea de quién era Juan Pablo II”.

Después recordó el viaje del papa a Sudán en 1993, tras la beatificación de Josefina Bakhita. El fotógrafo, que quedó bloqueado en la sala por casualidad, recordó que el Papa recriminó en voz alta al presidente dictador Omar Al Bashir: “Presidente, qué está haciendo como jefe de Estado, usted está armando las manos de los criminales, incitando a la venganza entre ricos y pobres, entre musulmanes”. El presidente le contestó: “Distinguido señor, usted está mal informado”. Y el papa replicó: “No hace falta estar mu informado para saber cuánto está matando usted”. El dictador contestó: “pongamos una piedra encima”, y Juan Pablo II añadió: “Avergüencese, usted un día deberá dar cuentas a Dios. Y Mari recordó que hoy Al Bashir está considerado criminal de guerra.

Después narró una anécdota suya personal: cuando supo que su único hijo había elegido la vida sacerdotal como legionario de Cristo, Mari confesó que tuvo un momento de desorientación. El pap le dijo entonces: “es una suerte haber dado un hijo como sacerdote a la Iglesia”, y además “me explicó que un padre debe ayudarle sin hacerse notar”.

Y hoy, tras haber visto junto con su esposa, en Ecuador, el trabajo de su hijo, se enorgullece “de estos sacerdotes que dan la vida por nosotros”.

El fotógrafo del papa explicó que en su vida profesional nunca tuvo prohibiciones o dificultades cuando tenía que fotografiar al Papa, en una jornada que empezaba a menudo a las 6:30 de la mañana y que acababa incluso a las 23 h”, sabiendo que con sus fotos, se convertía en medio “para que el mundo viera cosas que nunca había visto antes”.

La foto más sentida: una “en su capilla privada un viernes santo, cuando tenía la cruz en la mano. Al paso de una cámara apoyó en la frente y en el corazón la cruz con tal fuerza que en las manos las uñas se ven rojas. Misterio de la cruz. Su gran sufrimiento”. Y concluyó que “estando cerca de Juan Pablo II he visto muchas encíclicas. Pero la última – que no escribió – fue la de su sufrimiento”. 

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ZENIT Staff

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