BOGOTÁ, martes 5 de abril de 2011 (ZENIT.org).- En América Latina, “hoy más que nunca la pastoral familiar debe incluir el desarrollo de estrategias a nivel nacional, regional e internacional que afronten los retos culturales, políticos y sociales, teniendo a las propias familias como protagonistas principales”, sostiene un representante della Santa Sede.

Monseñor Jean Laffitte, secretario del Consejo Pontificio para la Familia, recogió en una alocución expuesta durante el encuentro de los obispos responsables de las comisiones episcopales de Familia y Vida de América Latina y Caribe los retos que afronta la célula fundamental de la sociedad de esta región.

Protagonista de la nueva evangelización

En su intervención, pronunciada en Bogotá (Colombia) el pasado martes, el prelado francés reconoció que el desafío que la Iglesia debe afrontar hoy consiste en ayudar a las familias a ser protagonistas de la nueva evangelización.

Este es el objetivo planteado por la Quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, celebrada en Aparecida (Brasil) en mayo de 2007, y lo está subrayando el mismo Papa Benedicto XVI, sobre todo con la carta apostólica de creación del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización.

Recordando que en las últimas décadas se ha comprendido que la familia debe “ser considerada no sólo objeto, sino también sujeto de evangelización”, el obispo reconoció que “la preocupación por la familia debería ser asumida como una de las líneas transversales de toda la acción evangelizadora de la Iglesia”.

“La familia puede evangelizar en su propia casa mediante el amor mutuo, a través de la escucha de la Palabra de Dios y la oración, con la catequesis en familia y la edificación recíproca”, indicó.

“Puede evangelizar en su propio ambiente a través de las relaciones con los vecinos, con los parientes, los amigos, los colegas de trabajo, del deporte y del ocio, en la escuela, etc. Puede evangelizar en la parroquia mediante la fiel participación en la Misa dominical, la colaboración en el camino catequético de los hijos, la participación en los encuentros de familias, movimientos y asociaciones, la cercanía a las familias en dificultad, la animación de itinerarios de preparación al matrimonio y de preparación de los padres al bautismo de sus propios hijos”.

Además, “puede evangelizar en la sociedad civil, dándole nuevos ciudadanos, incrementando las virtudes sociales, ayudando a los necesitados, adhiriéndose a asociaciones civiles de inspiración cristiana para promover una cultura y una política favorable a las familias y a sus derechos”, señaló.

Justicia y caridad

De este modo, señaló, las familias deben ser también protagonistas de la justicia y de la caridad en América Latina.

“La grave situación de desequilibrio económico y de pobreza existente en la mayor parte del continente americano representa un ámbito en el que las familias cristianas pueden ofrecer una contribución lúcida con la constitución de redes de voluntariado y de solidaridad para afrontar en común varias necesidades, como la educación cristiana de los hijos, el consumo solidario, la acogida de niños con familias en dificultad, la educación ecológica, etc.”, explicó monseñor Laffitte.

“Particularmente urgente en América Latina y en el Caribe resulta el trabajo por la promoción de la mujer”, prosiguió el prelado. “Este trabajo debe asumir tanto el reto de la minusvaloración, marginación y malos tratos como la de la influencia de las ideologías, sobre todo de un cierto feminismo radical de género”.

Al mismo tiempo, “hoy es necesario mostrar que la familia favorece el desarrollo y la paz de la sociedad, gracias a la protección, a la promoción, a la acogida, a la integración y a las respuestas que ofrece a las necesidades de sus miembros”.

Por estas razones, el obispo invitó a “trabajar para que la identidad de la familia sea respetada frente a legislaciones políticas y legislativas de gran alcance ético que pueden comportar una grave injusticia para su bienestar y su misión”.

En particular, monseñor Laffitte se refirió al “reconocimiento jurídico, económico y social paritario al matrimonio de formas privadas de convivencia afectiva, como las uniones de personas del mismo sexo”.



Construir puentes: “El Atrio de los Gentiles”

Por monseñor Juan del Río Martín*

MADRID, martes 5 de abril de 2011 (ZENIT.org).- Benedicto XVI  ha querido crear “un especie  de “atrio de los gentiles”, en donde los hombres puedan, de alguna manera, acercarse a Dios” (21.12.2009). Con esta imagen sugestiva del antiguo templo de Jerusalén, el Papa desea salir al encuentro de los no creyentes y mostrar la cuestión de Dios en una cultura donde ya no hay preguntas sobre la trascendencia.

Esta nueva iniciativa fue encargada al Pontificio Consejo para la Cultura que bajo la dirección el cardenal Gianfranco Ravasi y junto a un buen equipo de colaboradores, han conseguido una exitosa primera edición los días 24 y 25 de marzo. Los actos tuvieron lugar en las instituciones culturales más prestigiosas de la emblemática  ciudad de París.

A la luz del Mensaje Papal, de lo celebrado y de lo debatido allí bajo el lema: “ilustración, religión, razón común”, hay que  decir que desde esta originaria experiencia se vislumbra que estos encuentros son ante todo un lugar para la acogida, la escucha, el dialogo y el compromiso entre personas de convicciones diferentes, pero que como dice Benedicto XVI, “desean un mundo nuevo y más libre, más justo y más solidario, más pacífico y más feliz” (25.3.2011).   

La decisión del Papa ha sido sabia y valiente porque plantea en el ágora de la modernidad  cómo la fe y la razón se necesitan y no son contradictorias. Es más, cuando han caminado juntas han sido fuente de cultura y han alejado tanto el fanatismo religioso como el ateísmo dictatorial.  Hay que superar el dilema del falso progresismo de Dios o libertad humana. La religión no es un estorbo para la felicidad del sujeto y de la sociedad, como tampoco la sana y justa laicidad ha de ser una amenaza para los credos religiosos. Hay que derribar muros y tender puentes con los hombres y mujeres que estando fuera de la esfera de la cultura cristiana tienen sed de lo Infinito, buscan al Absoluto. Miremos a Jesús y veremos cómo con frecuencia ofrecía el Evangelio a los gentiles que estaban en la explanada del templo, y de cómo Pablo predicara a los atenienses al “Dios desconocido” (Hech. 17,23).

Esto no es una experiencia meramente intelectualista, más de sabios o universitarios que de “gente de a pie”, es una necesidad de los tiempos. La Pastoral de acogida es algo esencial en la actividad de la Iglesia, por eso en cada diócesis, parroquia o institución cristiana debería haber un “Atrio” donde hombres y mujeres de opiniones heterogéneas nos puedan conocer y nosotros a ellos.

El impulso de Benedicto XVI a dialogar, sin miedos ni complejos, con los no creyentes, no es una nueva forma de proselitismo, ni tampoco un relativismo para el que cualquier opinión tiene el mismo peso. Pablo VI nos decía en su encíclica Ecclesiam suam, “la Iglesia debe ir hacia el diálogo con el mundo en el que le ha tocado vivir. La Iglesia se hace palabra, la Iglesia se hace mensaje, la Iglesia se hace coloquio”. Esto no es una estrategia, táctica o medio para dominar al otro, sino que el diálogo, cuando es ejercido  con claridad, humildad, confianza y prudencia, se convierte en epifanía del amor y de la verdad divina. Porque como dijo el venerable Juan Pablo II: “el fruto del diálogo es la unión de las personas y de las personas con Dios” (5.2.1986).

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*Monseñor Juan del Río Martín es el arzobispo castrense de España