Pobres y no tan pobres

Por monseñor Felipe Arizmendi Esquivel

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SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, sábado, 11 de junio de 2011 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo publicado por monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas, con el título “Pobres y no tan pobres”.

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Duras críticas le llovieron a un Secretario de Estado, aspirante a la Presidencia de la República, quien afirmó que nuestro país ya no es pobre, sino que tiene una calificación media. Ha tratado de justificarse, en base a estándares de instituciones internacionales, pero el sentir común y las estadísticas oficiales nos dicen que hay en nuestro país un alto porcentaje de quienes viven en pobreza, incluso en pobreza extrema.

Esto es obvio, si tenemos ojos y corazón para captar lo que vive y sufre el pueblo. Tanto si alguien se acerca a los barrios marginados de las ciudades, a los vendedores ambulantes, a los subempleados y desempleados, como quienes estamos casi a diario con las poblaciones campesinas e indígenas, constatamos el dolor y la frustración de miles y millones de compatriotas. La irrefrenable migración a las ciudades y a los Estados Unidos, a pesar de las inhumanas restricciones que ese país pone a los migrantes, nos demuestran las graves carencias que sufren muchísimos hermanos.

También es cierto que mucha gente ya no es tan pobre como hace algunos años. Llevo veinte en Chiapas y, a pesar de carencias inocultables, he visto el avance en carreteras, electrificación, agua entubada, salud, educación, vivienda, etc. Muchos campesinos ya no van a sus tierras a pie o en burro, sino en un carrito, en una camioneta, aunque sean de tercera o cuarta mano; albañiles, empleadas domésticas y mujeres artesanas tienen celular. Han aumentado en forma notable los vehículos en poblaciones marginadas. Hay muchas casas bien construidas, con las remesas que envían quienes logran trabajo en Estados Unidos, aunque varias están sin habitar. Muchos hogares pagan rentas mensuales por televisión de cable o satelital. Las grandes tiendas comerciales se saturan de compradores. Más jóvenes acceden a estudios superiores.

JUZGAR

La pobreza tiene muchas facetas. Hay ricos y riquísimos que son miserables en valores humanos y cristianos. Muchos pobres tienen un corazón de oro, pues son honestos, justos, trabajadores y solidarios; sin embargo, son los que más sufren, por el sistema injusto en que vivimos, generador de inequidades.

Ha dicho el Papa Benedicto XVI: “Nuevos problemas y nuevas esclavitudes emergen en nuestro tiempo, tanto en el llamado primer mundo, acomodado y rico pero incierto sobre su futuro, como en los países emergentes donde, a causa de una globalización a menudo caracterizada por el lucro, acaban por aumentar las masas de los pobres, de los emigrantes y de los oprimidos, en quienes se debilita la luz de la esperanza” (14-V-2011).

Dijimos los obispos mexicanos en nuestra Exhortación Pastoral Que en Cristo, nuestra Paz, México tenga vida digna, del 15 de febrero de 2009: “La pobreza ha crecido. Esta situación no puede ocultarse tras la generalidad de las estadísticas; la pobreza adquiere en la vida real rostros muy concretos. México es uno de los países con mayor desigualdad en la distribución de la riqueza en el mundo. La desigualdad provoca una honda insatisfacción y sensación de injusticia, que es la puerta de entrada de la violencia y por consiguiente, de un clima de inseguridad.

La desigualdad y la exclusión social, la pobreza, el desempleo, los bajos salarios, la discriminación, la migración forzada y los niveles inhumanos de vida, exponen a la violencia a muchas personas: por la irritación social que implican; por hacerlas vulnerables ante las propuestas de actividades ilícitas y porque favorecen, en quienes tienen dinero, la corrupción y el abuso de poder.

Crece constantemente el número de jóvenes que no estudian ni trabajan, con lo que se incrementa la migración y la economía informal. Esto hace que muchos de ellos sean oferta laboral para la demanda de quienes se dedican al narcomenudeo o a la delincuencia organizada”.

ACTUAR

Además de criticar al sistema, veamos cada quién qué podemos hacer por los pobres, para que ellos mismos sean actores de su desarrollo integral. Que los ricos sean capaces de abrir su corazón hacia ellos, y éstos crezcan no sólo en lo material, sino en todo su ser. Jesucristo es el mejor camino para un crecimiento pleno, para una vida digna.

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ZENIT Staff

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