Monseñor Vegliò: los refugiados, desafío para la Iglesia y la sociedad

“Cerrar las fronteras no es la respuesta”

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ROMA, lunes 20 de junio de 2011 (ZENIT.org).- La figura del refugiado, de los cuales hoy lunes se celebra la Jornada Mundial, interpela la Iglesia y a toda la sociedad, pues requiere la búsqueda y la implementación de soluciones justas y de larga duración.

Lo recordó monseñor Antonio Maria Vegliò, presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral de Migrantes e Itinerantes, en una entrevista concedida a Radio Vaticano, en la que alabó la actuación del Alto Comisariado de la ONU para los Refugiados (ACNUR), del que este año se celebra el 60° aniversario de su fundación.

“La propia existencia de esta organización internacional indica que la situación de los refugiados sigue sin resolverse”, observó el prelado. “En el origen, ACNUR había sido creado con mandato trienal. En cambio, se fue renovando, y desde hace algunos años se ha convertido en una organización permanente”.

Los problemas que afronta, explicó, “están en continua evolución, y los desafíos de su mandato se hacen cada vez más amplios”. Nacido para afrontar los 19 millones de desplazados europeos antes de 1951, ACNUR vio posteriormente extenderse su mandato a los refugiados húngaros durante la revolución de 1956, y después a los refugiados de todo el mundo.

Por ello, “la Asamblea General de las Naciones Unidas agrandó su radio de acción a categorías de personas no protegidas, como los apátridas y las personas desplazadas por conflictos militares o por violaciones de los derechos humanos”.

“Por desgracia, hay nuevos retos a las puertas”, subrayó el prelado, citando por ejemplo “a las personas que deben dejar su propio país por motivos climáticos” o los llamados “refugiados urbanos”, pues un número cada vez mayor de refugiados, actualmente casi la mitad, se desplazan a las ciudades, “donde se convierten en invisibles y se mimetizan entre la gente, especialmente en los barrios pobres”.

Acción eclesial

Monseñor Vegliò recordó que la Iglesia “está presente entre los refugiados y los desplazados de muchas formas”: “hay sacerdotes y monjas que están en contacto directo con las personas en los campos de refugiados y a veces el obispo atiende el campo como una verdadera parroquia”, “diversas congregaciones religiosas se prodigan directamente, mientras que otras colaboran con el Servicio de los Jesuitas para los Refugiados (Jesuit Refugee Service)”, y también son muy activas las Cáritas, “tanto a nivel diocesano como nacional”, y la Comisión Católica Internacional para las Migraciones (ICMC – International Catholic Migration Commission), “especializada en la reinstalación de los refugiados en terceros países”, y que lleva adelante también “diversos proyectos socio-económicos, como el microcrédito”.

Entre las principales preocupaciones del dicasterio que preside, monseñor Vegliò subrayó la situación de los niños que viven en los campos de refugiados, “muchos de los cuales no conocen otra realidad porque han nacido y crecido en ellos”.

Al respecto, citó como ejemplo Tailandia, donde 150.000 personas viven como refugiadas desde hace veinte años, la parte este de la República Democrática del Congo, “donde se cuentan más de un millón setecientos mil desplazados a causa della guerra”, y Sudán.

“En Darfur, centenares de miles de personas viven aún en los campos de refugiados y no resulta claro el destino de muchos del Norte que ahora se encuentran en el Sur y viceversa. ¿Adoptarán quizás la nacionalidad de la nueva nación? ¿Tendrán aún el derecho de ser ciudadanos de Sudán? Además, Sudán del Sur deberá afrontar la vuelta de un altisimo número de personas desde el norte del país. El proceso de su integración representará un gran reto”.

Acogida

“Un reto notable – prosiguió – se presenta en el norte de África, especialmente en Túnez, en Egipto y Libia”.

“Es una tragedia que estas personas tengan que escapar embarcadas en carretas marinas que a menudo se hunden y les hacen perder la vida”, declaró. “Hoy, con la disponibilidad de medios electrónicos sofisticados”, la Unión Europea “debería ser capaz de vigilar estas embarcaciones y alcanzarlas para prestarles asistencia, antes de que se encuentren en dificultad rozando la tragedia del naufragio”.

“Cerrar las fronteras no es la respuesta”, añadió.

Por su parte, el Alto Comisario Antonio Guterres recordó que al analizar la situación de los refugiados, casi 44 millones en el mundo, “dos son los factores clave a tener presentes”.

“Ante todo, que en 2010 tuvimos el número más alto de refugiados y de desplazados nunca habidos en los últimos 15 años, y esto a causa tanto de las numerosas crisis nuevas que han surgido como de las viejas guerras que no encuentran final – explicó –. El segundo factor muy importante es que existe la impresión errónea de que es el mundo industrializado el que acoge a la gran mayoría de estos refugiados, cuando en cambio cuatro quintas partes de este número se encuentran en los países en vías de desarrollo”.

“La única política que puede realizarse es la de mantener las fronteras abiertas”, comentó.

Donde llegan embarcaciones con inmigrantes y refugiados, añadió, el procedimiento debe ser “la garantía del acceso a todos”. “Quien tiene derecho de asilo debe ser acogido, mientras que los demás pueden ser devueltos en el respeto del derecho internacional”.

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ZENIT Staff

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