España: Un arzobispo y trece “rosas blancas”, martirizadas

Más vidas ejemplares en la diócesis de Valencia

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VALENCIA, martes 28 junio 2011 (ZENIT.org).- Benedicto XVI autorizó este lunes el decreto de “virtudes heroicas” de monseñor José María García-Lahiguera, arzobispo de Valencia, fundador de las Oblatas de Cristo Sacerdote. El papa también firmó el decreto que reconoce el martirio de trece mujeres, “trece rosas blancas”, de ellas doces religiosas y una seglar, martirizadas en la diócesis Valencia

El proceso de beatificación de monseñor García Lahiguera (Fitero, 1903-Madrid, 1989) continuará para “conseguir probar un milagro atribuido a su intercesión y así poder ser elevado a los altares como beato”, indicaron a la agencia AVAN en el Arzobispado de Valencia.

La causa canónica fue iniciada en 1995, con la apertura en Madrid del “proceso sobre la vida, fama y virtudes para la beatificación y canonización del siervo de Dios José María García-Lahiguera”. En 2000, el cardenal arzobispo de Madrid Antonio María Rouco, declaraba clausurada la fase diocesana que pasaba a la Santa Sede. En la fase diocesana, “se recogieron numerosos testimonios y documentación sobre su fama de santidad en vida, principalmente en Madrid, donde fue obispo auxiliar”. En 2002, la congregación para las Causas de los Santos otorgaba el decreto de validez de la causa de beatificación.

Nació el 9 de marzo de 1903, en Fitero, Navarra, y murió el 14 de julio de 1989 en Madrid. Fue profesor de geografía e historia y director de la Schola Cantorum del seminario madrileño. En la persecución religiosa de 1936, se dedicó a “socorrer a los sacerdotes y seminaristas, que vivían en condiciones muy precarias, por cuya formación siempre sintió una especial predilección”, según fuentes del Arzobispado de Valencia.

Más tarde fue nombrado obispo de Huelva hasta que en 1969, fue designado por Pablo VI arzobispo de Valencia. Durante su pontificado, se celebró el VIII Congreso Eucarístico Nacional en Valencia, en 1972; el cincuentenario de la coronación de la Virgen de los Desamparados, en 1973; la erección de la Facultad de Teología, en 1974; y logró incluir en el calendario litúrgico español la fiesta de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote. Falleció en el monasterio madrileño de las Hermanas Oblatas de Cristo Sacerdote, la congregación de vida contemplativa fundada por él.

El Ayuntamiento de Valencia aprobó, en 1978, el nombramiento por unanimidad de “Hijo Adoptivo”, título que el prelado ofreció a la Virgen de los Desamparados. También fue nombrado “Hijo Predilecto” de Fitero, e “Hijo Adoptivo” de Huelva.

Trece “rosas blancas” en 1936

Benedicto XVI firmó también este lunes el decreto por el que se reconoce el martirio de doce hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl y una seglar, que murieron asesinadas por ‘odio a la fe’, en diversos lugares de la archidiócesis de Valencia, entre el 19 de agosto y el 9 de diciembre de 1936”. Las trece mártires podrán ser beatificadas en fecha a determinar.

En la causa, encabezada por Josefa Martínez Pérez, de Alberique, Valencia, figuran un grupo de cinco religiosas y una seglar: María del Carmen Rodríguez Banazal (Orense, 1876), María del Pilar Nalda Franco (Cádiz, 1871), Estefanía Irisarri Irrigaray (Navarra, 1878), Josefa Laborda Goyeneche (Navarra, 1864), Isidora Izquierdo García (Burgos, 1885), y la seglar nacida en Bétera (Valencia) en 1892, Dolores Broseta Bonet.

También Martina Vázquez Gordo (Segovia,1865), Victoria Arregui Guinea (Vizcaya,1894), Joaquina Rey Aguirre (Vizcaya,1895), María Luisa Bermúdez Ruiz (La Coruña, 1893); María del Rosario Ciércoles y Gascón (Zaragoza, 1873); y Micaela Hernán Martínez (Burgos, 1881).

La causa por martirio fue iniciada en Valencia, en 1966, pero quedó interrumpida y se reanudó en 1994.

Sor Josefa Martínez era enfermera en el Hospital Provincial de Valencia en 1936, “destacando por su fidelidad a las reglas, piedad y entrega a los enfermos”. En la guerra, “fue despedida la comunidad integrada por un centenar de hermanas”, buscó refugio en Alberique, junto a sus padres y su hermana Natalia que esperaba su cuarto hijo. Al ser detenido su cuñado, por ser católico, ella se ofreció en su lugar pero no fue aceptada. A los pocos días, la apresaron junto con su hermana. “Sor Josefa intercedió ante los milicianos para que liberasen a su hermana encinta, y pidió que sólo la matasen a ella. Fue fusilada por causa de la fe el 15 de octubre de 1936 en Llosa de Ranes en el paraje conocido como “puente de los perros”. Antes de morir, “perdonó a los que la fusilaban, puso su vida en manos de Dios y pidió la intercesión de la Santísima Virgen con el rezo del santo Rosario”.

Dolores Broseta vivía con las religiosas en el Hogar de personas mayores de Bétera. Intentó ingresar en las Hijas de la Caridad pero la enfermedad se lo impidió. Regresó a Bétera, para trabajar en el asilo con las religiosas pero al ser asaltada la residencia, se refugió en Valencia, en una pensión con otras religiosas, hasta que fueron localizadas, y fusiladas en el Picadero de Paterna.

Con Dolores Broseta fueron fusiladas las religiosas sor Josefa Laborra de 72 años, superiora del Colegio-Asilo de Bétera; sor Carmen Rodríguez, de 59 años, maestra de párvulos; sor María del Pilar Nalda, de 65 años, y sor Estefanía Irrisarri, de 58 años, los últimos 39 como maestra de párvulos en Bétera.

Asesinada por quienes alimentó

Sor Martina Vázquez, de 71 años, en 1936 realizaba su misión en el Hospital de Segorbe, Castellón, de donde fue despedida. Fue capturada en casa de una antigua alumna, se puso el hábito y fue conducida en un camión a la carretera de Algar de Palencia. Tras rezar por sus perseguidores y perdonarles públicamente, pidió morir de frente, con los brazos en cruz y el crucifijo en su mano derecha. Los milicianos que dispararon habían sido socorridos por ella en el Comedor de Caridad de Segorbe, que había fundado.

Sor Joaquina Rey, trabajaba en la Casa de Beneficencia de Valencia y en 1936 se refugió con otras hermanas en la localidad valenciana de Foios, en la casa de una hermana. Allí fueron localizadas y apresadas. Presas ella y sor Victoria Arregui, fueron sentenciadas a muerte por ser religiosas. Antes de ser fusilada en el cementerio de Gilet, el 29 de octubre de 1936, Joaquina Rey arrebató el arma al verdugo que intentó violarla. “Pero reflexionó, entregó el arma y pidió perdón públicamente por su cobardía”, según las mismas fuentes. Seguidamente ofreció el perdón a sus perseguidores y aceptó los tiros de muerte mientras gritaba: “Viva Cristo Rey”.

Sor María Rosario Ciércoles estudió Música antes de ingresar en la Compañía. En 1936,  era organista, profesora de Música y manualidades en el Asilo de San Eugenio de Valencia. Sor Rosario con otras dos compañeras, sor Micaela Hernán, de 55 años, y sor María Luisa Bermúdez, de 43 años, se fueron a Puzol, Valencia, a la casa de un familiar de una hermana donde fueron apresadas el 17 de agosto de 1936, y martirizadas debajo de un limonero cerca del cementerio de Benavites, Valencia.

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ZENIT Staff

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