En Iraq, “Al-Qaeda quiere eliminar todo lo que es ajeno al Islam”

Así afirma el padre Amir Jaje, nuevo superior de los dominicos de Bagdad

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ROMA, jueves 28 de julio de 2011 (ZENIT.org).- La situación de los cristianos en Iraq es muy difícil. Algunos grupos extremistas quieren eliminar la presencia de los cristianos en el país , mientras que otros aprovechan los actos violentos para enriquecerse.

Es lo que dijo el padre Amir Jaje, nuevo superior de los dominicos de Bagdad y vicario provincial de su orden en el mundo árabe -que cuenta con dos conventos en Iraq, uno en el Cairo, uno en Argel y otro en el Líbano- a Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN), la Obra de derecho pontificio fundada en 1947 por el padre Werenfried van Straaten, que sólo en 2010 ha apoyado a la Iglesia local con iniciativas que se elevan hasta los 500.000 €.

“Al-Qaeda quiere eliminar todo lo que es ajeno al Islam -contó a AIN el padre Amir- y como todas las minorías somos víctimas de los conflictos entre los grandes grupos”. Los cristianos se convierten, a menudo, en moneda de cambio entre los sunnitas y los chiítas, o bien, como sucede en el norte, entre sunnitas y kurdos. Estos últimos, por ejemplo, quieren defender a los cristianos en el valle de Nínive (entre Kurdistán y Mosul), únicamente para hacerse con un territorio históricamente sunnita.

“Si un día se llegase a un conflicto -explicó- seremos nosotros los cristianos, los que paguemos el precio más alto. Reunir a los fieles en una zona en particular es muy peligroso, porque nos arriesgamos a ser completamente eliminados. Creo que los cristianos deberían estar esparcidos por todo Iraq, de otra manera, el país perderá una gran riqueza”.

Por lo que respecta al estado de las relaciones interreligiosas, el padre Amir ha querido destacar que se habla a menudo de diálogo, cuando, sin embargo, la prioridad es la de aprender a convivir porque “el diálogo es abstracto, mientras que la convivencia forma parte de la vida de todos los días”. Para que haya una relación pacífica con el Islam es necesario recuperar una base común de valores humanos, muchos de los cuales se han perdido a causa de la guerra. “Y sobre estos valores debemos trabajar para reconstruir Iraq”, afirmó.

El sacerdote describió a AIN un escenario iraquí dramático e informó de una drástica reducción del número de sacerdotes. Hasta hace seis o siete años había unos treinta, mientras que hoy, de rito caldeo, quedan apenas ocho: “Vivimos en la perenne inseguridad. Por la mañana, cuando salgo del convento, no sé si volveré. A pesar del miedo, debemos vivir y creer en el futuro”.

Los dominicos llevan presentes en Iraq más de 260 años. El padre Jaje entró en el seminario de Bagdad con apenas 17 años de edad y fue ordenado sacerdote en 1995. Volvió a la capital iraquí en septiembre de 2003, después de la caída de Saddam Hussein; en 2008 se trasladó a Francia para hacer un doctorado de dos años y volvió a Iraq el 22 de octubre de 2010, una semana antes del trágico atentado a la iglesia de “Nuestra Señora del Perpetuo Socorro”, del pasado 31 de octubre.

“Me dije que si no morí entre los mártires asesinados aquel día era porqué Dios me necesitaba. Entendí que mi misión es la de estar al lado de los cristianos que no pueden abandonar Bagdad y que nos repiten siempre que nosotros somo su único bien”, dijo el padre Amir Jaje al informar de lo que sucedió entonces.

Aquel día el padre Amir tenía que haber estado en la iglesia siro-católica para celebrar la misa, pero en el último momento tuvieron que sustituirle. Cuando los fieles y los dos sacerdotes fueron tomados como rehenes, él se encontraba en el norte del país. Apenas le informaron de la tragedia sucedida, volvió inmediatamente a Bagdad.

“Fue terrible -contó siempre a AIN- la Iglesia estaba llena de cadáveres”. El dominico era muy amigo de los dos sacerdotes asesinados, el más joven de los cuales, Wasim, era su primo que sólo tenía 27 años. “Cuando supe que 58 personas habían muerto me dije que no había esperanza para Iraq, que debíamos irnos. No podía más”. En los días sucesivos, estando al lado de los heridos y de las familias de las víctimas, entendió, sin embargo, la importancia de su presencia: “No tenía el derecho de perder la esperanza, si estaba vivo era para realizar una misión”.

No obstante las graves dificultades, la fe de la gente es muy sólida y la necesidad de un encuentro personal con Dios es tremendamente importante. Mientras celebraba la misa del Viernes Santo, el padre Amir se quedó sorprendido por la gran participación de los fieles.

“Son testimonios muy fuertes para nosotros, sacerdotes. Nadie -afirmó- puede hacer callar la Palabra de Dios que es la simiente de esta tierra. Los terroristas pueden asesinar a las personas, pero no podrán quitarnos el tesoro más grande que es nuestra fe”.

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ZENIT Staff

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