Aprendamos a vivir en la esperanza que no defrauda

Benedicto XVI siguió su reflexión sobre la vida eterna

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo 6 noviembre 2011 (ZENIT.org).- Benedicto XVI este domingo por la mañana, en la oración mariana del Angelus, desde el balcón que se asoma a la plaza de San Pedro, comentó las lecturas de la eucaristía dominical, siguiendo su reflexión sobre la vida eterna, y se detuvo en la parábola de las vírgenes del Evangelio, explicando el significado del aceite, el amor, que faltó a las jóvenes tontas para entrar en el banquete del Reino.

Benedicto XVI ha reflexionado sobre la vida eterna, iniciada en la memoria de los fieles difuntos. Sobre este punto, dijo “es neta la diferencia entre quien cree y quien no cree, o, se podría igualmente decir, entre quien espera y quien no espera”.

Citando a san Pablom en su carta a los tesalonicenses –“No queremos dejaros en la ignorancia sobre aquellos que murieron, para que no estéis tristes como quienes no tienen esperanza”–, dijo el papa que la fe en la muerte y la resurrección de Jesucristo marca “un antes y un después decisivo”. Afirmó que “la religión de los griegos, los cultos y los mitos paganos, no podían iluminar el misterio de la muerte”.

“Si quitamos a Dios, si quitamos a Cristo, el mundo recae en el vacío y en la oscuridad. Y esto encuentra eco también en las expresiones del nihilismo contemporáneo, un nihilismo a menudo inconsciente que contagia lamentablemente a muchos jóvenes”, subrayó el santo padre.

Ciomentando el evangelio de la misa dominical, la parábola de las vírgenes necias y prudentes, aseguró el papa que “es una imagen feliz”.

“¿Qué representa este ‘aceite’, indispensable para ser admitidos al banquete nupcial?”, se preguntó el papa y citando a san Agustín y otros autores antiguos, dijo es es “un símbolo del amor, que no se puede comprar, pero se recibe como regalo, se conserva en la intimidad y se practica en las obras”. “Verdadera sabiduría es aprovechar la vida mortal para realizar obras de misericordia, porque, tras la muerte, eso ya no será posible”, añadió Benedicto XVI.

“Quien cree en Dios-Amor lleva en sí una esperanza invencible, como una lámpara con la que atravesar la noche más allá de la muerte, y llegar a la gran fiesta de la vida”, dijo antes de finalizar con una referencia a María, Sedes Sapientiae, Vita, dulcedo, et spes nostra. “Aprendamos de ella a vivir y morir en la esperanza che no defrauda”.

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ZENIT Staff

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