Por el padre John Flynn, LC
ROMA, lunes 14 de noviembre de 2011 (ZENIT.org).- La nota reciente del Vaticano sobre los mercados financieros junto con los protestas que se han producido en muchas ciudades en contra de lo que consideran los fracasos del capitalismo, ha planteado una vez más la cuestión de lo que enseña exactamente la Iglesia Católica en materia económica.
Una reciente contribución en este tema se ha realizado con la publicación reciente en Australia del libro “El espíritu empresarial en la tradición católica” (Connor Court, publicado previamente en Estados Unidos por Lexington Books).
Escrito por el padre Anthony G. Percy, rector del seminario del Buen Pastor en Sydney, Australia, el libro analiza el desarrollo del pensamiento de la Iglesia sobre el trabajo y el negocio. Comenzando por la evidente necesidad de trabajar que se ve en el Libro del Génesis, a través de los Padres de la Iglesia hasta llegar a las encíclicas sociales del último siglo y más, el libro resume el desarrollo de la reflexión teológica en este tema.
El libro se centra especialmente en la figura del empresario y en su introducción Percy afirma que la Iglesia ha realizado una profunda apreciación de este perfil. Las Escrituras condenan con firmeza la avaricia y el amor al dinero pero no al dinero en sí mismo, destacó.
Ambos, el Antiguo y el Nuevo Testamento contienen un número de referencias al trabajo y a la colaboración del hombre con Dios para hacer fructífera la creación.
Un conjunto de parábolas de Jesús reflexionan sobre la actividad empresarial. El hombre que busca el tesoro en el campo, el mercader que busca perlas finas, la parábola de los talentos y el siervo honesto y el deshonesto son algunas de ellas.
El libro admite que obviamente el significado de estas parábolas es espiritual, pero que al mismo tiempo hay una apreciación por el trabajo humano que implican estas actividades.
Talentos
En la parábola de los talentos los dos sirvientes que multiplican lo que les ha sido entregado son alabados por su energía y perseverancia en la consecución de un beneficio. El criado perezoso que escondió el talento quiso evitar los riesgos y los obstáculos que forman parte del trabajo empresarial.
Este tema no aparece mucho en los escritos de los Padres de la Iglesia, pero esta claro que no consideraban la actividad comercial como incompatible con el Cristianismo, explica el libro. El empresario está llamado, como todos, a usar los recursos naturales del mundo y contribuir al bien común.
Una parte del libro está dedicada a un breve análisis de lo que Tomás de Aquino y otros teólogos han dicho sobre esta cuestión. En general, la tradición teológica católica contempla esta figura como poseedora de un conjunto de virtudes, alguien que es creativo y que disfruta trabajando con los demás, a la vez que modera su amor por el dinero.
Una consideración más detallada se da en las encíclicas sociales, comenzando por la publicación en 1891 de la encíclica de León XIII, Rerum Novarum. La encíclica que rechazó el socialismo y defendió el derecho a la propiedad privada.
La Rerum Novarum también insistió en que el estado no debería controlar al individuo o a la familia, sino que ambos deberían ser libres para poder tener una iniciativa privada en la economía.
En la Quadragesimo Anno, Pío XI se enfrentó con una situación mundial más complicada en 1931, después de la I Guerra Mundial y en medio de la Gran Depresión defendió la propiedad privada, mientras que mantenía la enseñanza tradicional de que debe ser usada por el bien de todos.
A la vez que defendía los mercados libres Pío XI también criticó un excesivo individualismo que ignora la dimensión social y moral de la actividad económica.
Libertad
En un mensaje en la radio para celebrar el 10 aniversario de la Quadragesimo Anno, Pío XI dijo que la gente tenía el derecho fundamental a usar los bienes materiales y participar en el comercio para intercambiarlos.
En un discurso a los banqueros en 1950, Pío XII describió el trabajo como un elemento social y necesario, diciendo que debería ser dirigido hacia el bien común. Llevado a cabo adecuadamente el trabajo puede ser una forma de servir a Dios y de llegar a la santificación personal.
En otra charla, esta vez a los representantes de cámaras de comercio, Pío XII tocó el tema de la vocación de hombre de negocios. Defendió la importancia de la iniciativa privada y su papel en la creación del bienestar material. También los exhortó a tener ante ellos el ideal de servicio y a no traicionar su vocación quedándose sólo en el propio beneficio.
En otros discursos, Pío XII repitió la idea de que el negocio debería servir al bien común. La libertad de la actividad económica se justifica sobre la condición de que sirve a una libertad mayor, explicó.
Dos de los capítulos del libro hablan de las contribuciones que Juan Pablo II realizó a la enseñanza social de la Iglesia. En el primero de estos dedicado al trabajo humano, Percy explicó que en la primera encíclica papal sobre temas económicos, Laborem Exercens, nos deja tres ideas fundamentales: El trabajo tiene un significado objetivo, subjetivo y espiritual.
El trabajo tiene un sentido objetivo externo que implica el trabajo de crear algo. Juan Pablo II lo puso dentro del contexto del don de la creación. Por esto, Percy comentó que la creatividad del empresario es también un don y está sujeto al orden querido por Dios y no algo completamente autónomo.
En la dimensión subjetiva una persona trabaja para construir su humanidad mientras lleva a cabo la acción humana. Hablando a hombres de negocios en Buenos Aires en 1987, Juan Pablo II dijo que el empresario realiza una tarea vital en la sociedad produciendo bienes y servicios. En esta actividad deberían considerar su papel como un servicio a los demás y trabajar para crear una sociedad que sea más justa y pacífica, añadió.
Salvífico
Con respecto al tercer tema importante de la Laborem Exercens, Percy comenta que nuestro trabajo personal es un modo de colaborar en el trabajo redentor de Cristo. Por esta razón es una actividad que es a la vez creativa y salvífica.
Refiriéndose a la encíclica de Juan Pablo II Centesimus Annus, el libro destaca que contiene una consideración extensiva sobre la economía de mercado.
El Papa reconoció que el factor humano se ha convertido en algo que predomina más en la economía con el desarrollo de habilidades y tecnología que juegan un papel decisivo en la creación de riqueza. Así el trabajo empresarial es una fuente de riqueza.
El trabajo empresarial con los demás y cooperar libremente para satisfacer las necesidades, Juan Pablo II puso de relieve la importancia de esta orientación a la necesidad de los demás. El trabajo toma al individuo y lo coloca dentro de una comunidad, a través del que se sirve a los demás.
Percy valora la Centesimus Annus como una extensión y desarrollo de la enseñanza teológica y no un radical cambio que algunos consideraron que tenía que ser. El Papa aprobó la economía libre, pero no un punto de vista libertario.
Hay algunos conceptos innovadores en la encíclica, destaca Percy, como la consideración del negocio en la promoción de la comunión de las personas.
Concluyendo, el libro afirma que la Iglesia mantiene la iniciativa privada y el trabajo empresarial en alta consideración. Esta actividad, sin embargo, está llamada a reconocer la dignidad de la persona humana y debe ser puesta al servicio de los demás.
Si más personas y empresarios trabajaran de esta manera ciertamente no estaríamos en la crisis actual.
[Traducción del inglés por Carmen
Álvarez]