ROMA, domingo 22 enero 2012 (ZENIT.org).- La India es la mayor democracia del mundo, y el segundo país más poblado con un estimado de 1,21 miles de millones de habitantes. Es un país muy diverso, con muchos idiomas, culturas y religiones, aunque la población sigue siendo influenciada por el sistema de castas hindú. La mayoría de los convertidos al cristianismo son dalit</em> –la casta más baja de la sociedad india–, históricamente conocida como los «intocables».
Para nuestra sección “Donde Dios llora”, en colaboración con la fundación pontificiaAyuda a la Iglesia Necesitada (AIN), Marie-Pauline Meyer entrevistó a monseñor Sebastián Kallupura, obispo de la diócesis de Buxar en Bihar, ubicada en el norte de la India.
¿Dónde está ubicada su diócesis?
–Monseñor Kallupura: India es un país grande, que se divide en 25 estados. Uno de los mayores estados del norte es Bihar. Tenemos unos 25.000 católicos, y pueden ser 20.000 más los cristianos de otros grupos. Por lo tanto, en los hechos somos una minoría microscópica. Es una zona pacífica. Los hindúes tienen fuertes creencias y son muy apacibles. Incluso su idioma, que es el Bhojpuri –el idioma oficial es por supuesto el hindú–, suena musical, al igual que la lengua italiana. La gente es de por sí muy cariñosa y no hay ningún conflicto.
La India aún tiene un sistema de castas. ¿Los cristianos de su diócesis pertenecen a una casta?
–Monseñor Kallupura: Una vez que se convierten en cristianos, por supuesto que ya no pertenecen a una casta. La población local, antes de abrazar el cristianismo, por lo general pertenece a una casta y a menudo son los del escalón más bajo; los así llamados dalit son los que más responden a nuestra fe. A nivel social, económico y educativo están más bien atrás. Nosotros les llevamos el mensaje de Cristo y los ayudamos a nivel educativo, social y económico a través de nuestros programas de ayuda social. Los dalitresponden y abrazan nuestra fe de buen grado.
¿Puede explicarnos el sistema de castas?
–Monseñor Kallupura: En la religión hindú, los miembros se dividen en distintos grupos o castas. Las personas están divididas de acuerdo al modo en que deben ser tratas. La más alta son los brahmanes, la clase sacerdotal que se dedica al servicio del templo. La clase de los guerreros que participaban en la guerra, especialmente en la antiguedad, se les llama kshatriya. Otro grupo pertenece a la casta vaishya de la que forman parte los empresarios e industriales de hoy. Luego están los shudra, que son los artesanos y agricultores y finalmente, los dalit, que es el nivel más bajo en el sistema de castas. Incluso dentro de cada una de estas castas, hay subcastas, por lo que a las personas se les hace más difícil salir de este sistema. Aquellos que pertenecen a la casta más alta, sin embargo, no se deshacen de su pertenencia a la casta debido a los beneficios. Los que están en el peldaño más bajo, los dalit, pueden lograr una cierta movilidad social a través de la educación, pero todavía llevan el estigma de su casta y por eso suelen ir a las zonas urbanas donde, gracias a la educación pueden trabajar y mantener un cierto grado de anonimato.
Usted no pertenece a una casta. ¿Este hecho influye, por ejemplo, en sus relaciones con el gobierno?
–Monseñor Kallupura: Yo no pertenezco a una casta. La Constitución de la India no reconoce el sistema de castas y es ilegal la discriminación basada en la pertenencia a una casta; sin embargo, la realidad es que la gente lo hace. Yo no tengo problemas con el gobierno, ni tampoco tengo problemas con la gente. En las zonas de misión, la gente piensa que los cristianos pertenecen a una casta, la casta de los cristianos. Para algunas personas es difícil pensar en una sociedad sin un sistema de castas. Esa es su forma de pensar. Una vez que los dalitabrazan el cristianismo, abandonan el hinduismo y su pertenencia a una casta oficialmente, constitucionalmente y naturalmente. La Iglesia no reconoce el sistema de castas.
Si la Iglesia se empeña en la educación de los pobres, ¿quiere decir que no hay una educación para todos, especialmente para aquellos que provienen del estrato más bajo de la sociedad?
–Monseñor Kallupura: Ese es el problema. No hay nadie destinado a educar a estas personas, especialmente a los dalit, para quienes estamos trabajando. Hay escuelas del gobierno, pero están ahí sólo de nombre; los maestros no se presentan y los niños tampoco se molestan en ir. Los más ricos son capaces de enviar a sus hijos a otro lugar para ser educados. Pero los pobres no tienen educación. Nadie se preocupa por ellos. Por lo tanto, allí es donde los misioneros van. Tenemos nuestras escuelas. El gobierno no apoya muchas de estas escuelas pero sin embargo las reconoce.
¿Es este uno de sus proyectos como obispo?
–Monseñor Kallupura: Esta es una de mis prioridades. Hablando a nivel educativo, nuestro pueblo está muy atrasado, por lo que yo quiero hacerlos crecer, porque sin un crecimiento de los laicos, la Iglesia no podrá ser la verdadera Iglesia. Los laicos tienen que ser educados y tienen que desarrollarse en la vida. Mi prioridad es hacerlos crecer, educar a los jóvenes, y educar a los niños como personas con dignidad.
¿Tiene usted la energía para hacer esto?
–Monseñor Kallupura: Yo tengo mi fe en Jesús y, por supuesto, es Él quien me va a ayudar. Él es quien me da la fuerza y en todo caso no lo hago por propia iniciativa. Él me llamó a este lugar. Me llamó y me ordenó para que fuera el obispo. Me ha pedido que haga este trabajo, y lo hago con su ayuda.
¿Cuál es su lema episcopal?
–Monseñor Kallupura: Mi lema es “Honrad a todos”. Está en la Biblia, en san Pedro, que pide a la gente honrar a todo el mundo. Por lo que “Honrad a todos” significa que queremos construir una diócesis donde todos sean honrados, no sólo el obispo, los sacerdotes y religiosos, sino todos; los laicos y las personas de otras confesiones, porque todos somos seres humanos.
Por lo tanto,¿qué es lo más importante para usted cuando se reúne con las personas? ¿Cuál es la primera cosa que les dice?
–Monseñor Kallupura: Inmediatamente digo Jesu, que significa alabado sea Jesucristo. Si me encuentro con los hindúes u otros que no comparten nuestra fe, los saludo con un Pranam, que es otra manera de saludar a la gente y nos convierte en amigos cuando empezamos una conversación. No comenzamos con la religión, pero con el tiempo llegamos allí. Luego descubren que soy sacerdote y obispo. Ellos se preguntan por qué soy un sacerdote y a continuación les comparto que he tenido una experiencia de Dios.
¿Puede compartir con nosotros esta experiencia de Dios?
–Monseñor Kallupura: Tengo una gran experiencia de oración. En el momento en que me siento a orar, sé que Jesús está conmigo llenándome degracia y vida. De alguna manera, el Señor escucha mis oraciones y estas son atendidas. Ruego por los demás y por mí y Él escucha, sobre todo cuando oro por los otros. Ese es el tipo de experiencia, estoy con el Señor.
¿Qué pide para su diócesis?
–Monseñor Kallupura: Mi diócesis es nueva y no tenemos ninguna infraestructura. Me falta personal, necesito sacerdotes y laicos. También estamos faltos de financiación. No tenemos nada. Así que tengo que ir por ahí pidiendo a la gente. Sin embargo, veo una cosa buena, y es que en esto todos son muy adaptables. Tenemos una pequeña iglesia y la gente duerme en la iglesia. También hay una escuela y se duerme en la terraza, poniendo las bancas juntas.
Así es como estamos.
Esta entrevista fue realizada por Marie-Pauline Meyer para «Dios llora en la Tierra», un programa semanal de televisión y radio producido por Catholic Radio and Television Network, en conjunto con la fundación pontificia de Ayuda a la Iglesia Necesitada.
Traducido del inglés por José Antonio Varela