Por José Antonio Varela Vidal
ROMA, lunes 25 junio 2012 (ZENIT.org).- Días atrás se presentó en el Vaticano el Instrumentum Laboris para la XIII Asamblea General del Sínodo de los Obispos a celebrarse en octubre de este año, y que tendrá como tema principal la Nueva Evangelización. En el documento se hace un énfasis especial sobre el rol que tiene la vida religiosa en este proceso de transmisión de la Fe, a la que el santo padre ha convocado a toda la Iglesia.
Con el fin de proseguir con las entrevistas a los superiores generales de las congregaciones religiosas, ZENIT conversó esta vez con el hermano Emili Turú Rofes, sucesor de san Marcelino Champagnat, quien fundara hace casi 200 años la familia de los Hermanos Maristas, cuyo carisma a nivel universal es la educación de niños y jóvenes.
¿Cómo puede seguir aportando la vida religiosa a este llamado de la Nueva Evangelización?
–Hno. Turú: Creo que la vida religiosa va a continuar aportando como ha hecho siempre, porque es fundamental y caracterísitco de su misión: servir y evangelizar. En la vida religiosa nos hemos planteado que la evangelización debe ser siempre nueva. Los que trabajamos con los jóvenes sabemos muy bien que las generaciones cambian y por lo tanto debe haber un aspecto de novedad, ya sea en los planteamientos, en el lenguaje, en la manera de comunicar. Lo que no cambia de ninguna manera es lo esencial, el dejarse evangelizar; en la vida religiosa estamos insistiendo mucho en que debemos ser los primeros en vivir el evangelio y que luego el evangelio se transmita por contagio. Pues cuanto más lo vivamos y más fraternas sean nuestras comunidades, cuanto más llenos estemos de Jesucristo y de su evangelio, seremos más capaces de transmitirlo.
¿Esto cómo se va a reflejar, qué debe cambiar?
–Hno. Turú: Es un proceso continuado de conversión, no es algo que ocurrirá de repente. Nuestro compromiso como religiosos y religiosas es por la radicalidad del evangelio. Hay dos grandes dimensiones que deben acercarse siempre, que son la mística –aquella contemplativa, de profundidad–, y la prófetica, que significa estar en los márgenes, sean estos geográficos, de las culturas, de las religiones, o quizás allí donde peligra la vida; son estos dos polos, el místico y el profético, que siempre hay que equilibrar, aunque no siempre hemos sido capaces de hacerlo…
Lo contrario a la radicalidad es la superficialidad… A veces faltan los testimonios radicales, los ejemplos heroicos de los religiosos…
–Hno. Turú: El peligro de superficialidad es constante y lo es para cualquier cristiano, por lo que la vida religiosa no está lejos de esto. Efectivamente, creo que el peligro de superficialidad hoy en día, tal como está el ritmo de comunicación y las posibilidades que tenemos de dispersión, es un riesgo constante, por lo que la llamada es a la profundización.
A ustedes se les ha considerado siempre como “expertos” en educación dentro y fuera de la Iglesia, ¿cuál es su reflexión y acción por la educación de estos tiempos?
–Hno. Turú: Cada continente tiene una realidad distinta, porque las necesidades y contextos son distintos. En el caso de Europa, sentimos que hay una sed de espiritualidad, hay una búsqueda de sentido, y nos preguntamos cómo podemos dar desde nuestro ámbito educativo una respuesta que pueda abrir las puertas a la trascendencia. En Europa nos encontramos hoy con generaciones que en sus familias no hay educación religiosa, no hay contacto con la parroquia ni nada. Entonces nuestros ámbitos educativos en muchos casos son el único punto de contacto con algo que tenga que ver con la Iglesia, por lo tanto son espacios privilegiados de evangelización. En algunos casos, será como acompañarlos hasta el lindero, al atrio de la fe; en otros será llevarlos a un descubrimiento de la fe. Y en otros será de evangelización explícita, como por ejemplo a través de una pastoral juvenil organizada, que pueda seguir el acompañamiento personal de los niños y jóvenes; esto tiene futuro, mas allá del ambito escolar, pues se abre a otros momentos y a otras posibilidades.
Muchos políticos y empresarios, tanto de Europa como de América Latina, han salido de colegios católicos y esto seguirá sucediendo… ¿Qué valores se deben subrayar en la formación de las siguientes generaciones, con aquellos que liderarán sus países?
–Hno. Turú: Diría que en primer lugar están los valores que llamamos “humanos”. Lo que nuestro fundador nos decía es que se trata de formar “buenos cristianos y buenos ciudadanos”. Se trata de transmitir valores básicos humanos como la honestidad, la transparencia, la sinceridad y sobre todo la solidaridad, porque nuestra sociedad está muy quebrada y con muchas diferencias, por lo que se trataría de construir puentes de comunicación para que la sociedad sea más igualitaria. Aparte de eso decimos buenos cristianos. En esto no somos los únicos agentes ni todo está en nuestras manos; lo nuestro es sembrar y el crecimiento viene de parte del Espíritu Santo.
Usted como marista propone que la Iglesia asuma un rostro mariano, ¿puede explicarnos esto?
–Hno. Turú: Tanto Juan Pablo II como el actual papa, han hablado en varios momentos de una Iglesia mariana. Y nosotros como instituto mariano hemos adoptado esta idea, lo que significa no sólo una gran devoción o amor a María, sino asumir las actitudes marianas en nuestra propia vida. Somos conscientes que en el ámbito de los jóvenes y en algunos países, la Iglesia no tiene buena prensa y tiene un rostro que no resulta atrayente. Cuando hablamos de un rostro mariano nos referimos a una Iglesia que es cercana, fraterna, una Iglesia que es servidora. El obispo Tonino Bello usó la imagen de la Iglesia del delantal; este debería ser el único ornamento litúrgico –decía él–, porque fue el único que usó Jesús y lo hizo cuando se puso a lavar los pies. Para nosotros es importante que en ese contacto con los jóvenes, la Iglesia tenga un rostro atrayente, cercano y no lejano, como pueblo de Dios, comunidad de creyentes, una “Iglesia del delantal”.
Muchos casos de pedofilia se dieron en el ámbito educativo décadas atrás, donde los padres confiaron a sus hijos a la Iglesia, ¿cuáles son los pasos que se están dando en la formación de los religiosos para evitar todo esto?
–Hno. Turú: Por nuestra parte, que estamos comprometidos en todo el mundo con niños y jóvenes, hacemos todo lo posible por prevenir. En todos los países donde estamos presentes impulsamos políticas para que las familias tengan la seguridad de que si nos confían la educación de sus niños, el ambiente va a ser seguro y que si hubiera algún tipo de problema, vamos a ser los primeros en responder y de manera adecuada. También estamos apoyando para que no se den situaciones de abuso en ningún ámbito, ni siquiera en las familias, y si así fuera, ayudar a las víctimas en los procesos, en el apoyo personal.
En cuanto a los religiosos, me parece importante ofrecer una adecuada educación a nivel afectivo y sexual, de manera que ellos, que han hecho compromiso de celibato y castidad, sean capaces de comprender sus propias pulsiones y respetarse a sí mismos y a los demás. Y, por otra parte, disponer de un apropiado proceso de selección, estar atentos a situaciones patológicas que mostrarían inhabilidad para estar en contacto con niños y jóvenes.
Hay otro desafío educativo, que es la formación de los niños en un mundo digital, ¿verdad?
–Hno. Turú: Es un desafío enorme, y además va a tal velocidad que me temo que no tengamos la capacidad de respuesta suficiente. Lo considero un tema importante, es decir ¿qué tipo de persona está creando esta cultura digital? No lo digo c
omo algo negativo, sino que algo está cambiando allí y está creando otra manera de relacionarse, de contactar la realidad, otra lógica. No podemos continuar como siempre cuando todo esto ha cambiado; es un reto enorme y va a exigir mucha capacidad de respuesta nuestra para ponernos a la altura de lo que se nos pide, ya que esta progresión va a una velocidad increible.
¿Cómo está la congregación en el mundo, su extensión actual?
–Hno. Turú: Estamos en los 5 continentes, en 79 países. Atendemos a unos 600.000 jóvenes en todos los ámbitos, sean estos de educación formal, desde infantil a universitaria; también en la educación no formal, o en centros sociales. Somos unos 36.000 educadores, de los cuales los hermanos somos un 10 % aproximadamente. Tenemos un florecimiento de vocaciones en algunos países de África y América Latina, en las islas del Pacífico y en algunas partes de Asia.
¿Tienen planes de nuevas fundaciones o extensiones?
–Hno. Turú: Estas decisiones se toman más bien a nivel de Provincias, pero como Instituto lanzamos hace 5 años un nuevo proyecto en Asia, invitando voluntarios de todo el mundo para abrir obras en nuevos países y responder al llamado de la Iglesia en Asia como un continente de esperanza. Ahora mismo hay 50 personas en 6 nuevos países y comienzan a surgir también las vocaciones locales. Esto fue una iniciativa audaz que creo que ha dado mucha vitalidad a la congregación.
¿Qué causas de beatificación tienen iniciadas?
–Hno. Turú: Como santos, tenemos a san Marcelino Champagnat, nuestro fundador, luego está el grupo de 47 beatos, mártires de la fe en España. Hemos introducido la causa del primer superior general, el hermano Francisco Rivat, así como del hermano Alfano que era italiano, ambos ya son venerables. Tenemos también iniciada la causa del hermano Basilio Rueda, que fue superior general en los años del postconcilio; esta causa se encuentra en la fase diocesana. Finalmente, hay un grupo de más de 100 hermanos, también mártires en España, agrupados en varias causas ya introducidas en el Vaticano.
¿Qué mensaje les quiere mandar a los hermanos y educadores maristas, ante el desafío de la nueva evangelización?
–Hno. Turú: Primero quiero agradecer por lo que tantas personas, a menudo de manera anónima, están haciendo. No dejo de admirarme cuando voy por el mundo y me encuentro con hermanos y laicos y laicas, que viven su profesión como una vocación, de manera muy intensa y profunda. Es hermoso ver cómo muchos combinan un alto sentido profesional con una gran capacidad de ternura, de cariño, y eso a veces en situaciones enormemente difíciles, como vivir con salarios de 30 dólares al mes; a pesar de todo, allí están entregándose. O en países donde por educar en una escuela católica se corre el riesgo de la propia vida, pero allí siguen dando lo mejor de ellos mismos.
Una palabra de agradecimiento, porque están haciendo una presencia de Iglesia en un lugar que es de frontera, de encuentro de la fe, de la cultura y de la vida. Creo que la educación hoy es como un nuevo atrio de los gentiles, porque allí tenemos todo tipo de personas. Hay familias que vienen a nosotros sólo por la calidad de la educación: es una ocasión para ofrecer algo más, un espacio de encuentro, de diálogo, de posibilidad de encuentro con el Señor.
Y también quiero dar una palabra de ánimo, de que vale la pena seguir apostando por la educación; cambiarán los métodos, los instrumentos, tendremos nuevas metodologías, habrá más Internet o menos, pero la persona del educador no la podrá sustituir jamás nadie.