La comunicación más allá de la palabra

La madre Escolástica Rivata, un testimonio profético que se cumple hoy

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ROMA, domingo 15 julio 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos un artículo sobre la sierva de Dios madre Escolástica Rivata, quien inició la congregación de las Pías Discípulas del Divino Maestro, a los 25 años de su muerte.

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Por sor M. Joseph Oberto PDDM

En la constelación de la santidad de la Familia Paulina se integra la sierva de Dios madre Escolástica Rivata, quien nació hace 115 años, y que este año celebra el 25 aniversario de su dies natalis.

En 1924, el beato Santiago Alberione elige a la joven Úrsula, que llevará el nombre de hermana Escolástica de la Divina Providencia, para dar vida a las Pías Discípulas del Divino Maestro. Una mujer sin títulos ni diplomas, pero con la sabiduría elaborada diariamente, desde la adolescencia, de la fuente de la Eucaristía. Acogió, dio a luz e hizo crecer, en medio de muchas pruebas, lo que era el carisma de una nueva institución, en un estilo de silencio y ocultación, pero con el sello de «mujer de la comunicación».

Benedicto XVI, el 27 de junio pasado, hablando de san Pablo dijo que, «el encuentro con el resucitado Cristo, le hizo comprender que él es el único tesoro que la propia existencia merece la pena gastar», y esto también ha ocurrido en Escolástica, cuando hizo su declaración de amor incondicional: «¡Señor, Tú solo, y basta!», que vivió en la vida cotidiana, en la fidelidad para siempre, «en la alegría, en el dolor, en la enfermedad y en la salud …»

¿Qué puede decir la madre Escolástica al mundo de hoy? Se podría resumir su mensaje en «Silencio y palabra», casi un icono del mensaje del papa para la Jornada de las Comunicaciones 2012.

Vivimos en un mundo de tanto ruido, medios de comunicación y de mensajes que se han multiplicado enormemente, llevando con frecuencia, si no hay silencio, a la no-comunicación. Y se presenta en ella un retrato de una mujer de silencio, un silencio que revela una plenitud interior, alimentada por la escucha de la Palabra de Dios, conquistada por un auto-control, que se convierte en «una obra de la misión» por mejorar la palabra de los que evangelizan con los medios de comunicación.

Aunque encerrada dentro de las paredes de la casa religiosa, la madre Escolástica tuvo siempre sus ojos extendidos a todo el mundo, se ha acercado con el amor de apóstol a cada ansiedad de los hombres y mujeres de todos los continentes, incluso a través del periódico y otros medios de comunicación, que metía en su corazón para ser presentado en la adoración eucarística al Maestro Divino. En sus propósitos, escribió: «Leer los periódicos, escuchar la radio y la televisión para conocer las necesidades de las almas y orar por las necesidades del país, la Iglesia, las almas de toda la humanidad». Élla veía las noticias, porque «ahí va el mundo por el cual oramos y damos».

«El silencio se convierte en esencial para discernir lo que es importante de lo que es innecesario o incidental» (Benedicto XVI). En un mundo consumista y materialista en el que quien «posee un tesoro» es sinónimo de éxito, dinero, poder, fama, que identifica la felicidad personal con la compra, posesión y consumo de bienes materiales de forma continua, Madre Escolástica anuncia que el verdadero tesoro es caminar en la voluntad de Dios, y siempre en los labios con un «gracias» por lo que el Señor nos concede, respetando sus dones.

«En silencio, se le permite hablar a la otra persona, expresarse …» (Benedicto XVI), y la madre Escolástica fue capaz de escuchar a todos los hermanos y hermanas, y en particular a las generaciones más jóvenes. Incluso entonces, cuando era una mujer con arrugas que le surcaban la cara, tenía un corazón joven, abierto a la comprensión del lenguaje de la juventud, de su tiempo y constructora de futuro.

Las vicisitudes de la historia, impusieron en ella el «silencio» en diferentes circunstancias y en los últimos tres años de vida también fue privada del uso de la palabra, pero no de la comunicación que continuaba siendo incisiva a través de las expresiones faciales, sobre todo en la sonrisa y las manos.»En el silencio –dice el mensaje del papa–, se capturan los momentos de verdadera comunicación entre las personas que se aman: el gesto, la expresión facial, el cuerpo, como señales que muestran a la persona …».

«En el silencio hablan la alegría, las preocupaciónes, el dolor, que en este encuentra una forma particularmente intensa de expresión» (Benedicto XVI), y la madre Escolástica, especialmente en el silencio comunicó la alegría. Desde la primera opción que la hizo exclamar: «¡Señor, Tú solo, y basta!», a la consumación de la oferta, conoció la alegría duradera de quien ofrece el servicio, la gratuidad. Su vida no fue vaciada, ya que siempre estuvo hecha de la fuente de luz que viene de la Palabra de Dios y de la Eucaristía.

La sierva de Dios madre Escolástica Rivata, dio pleno sentido a su vida encontrando en Jesús Maestro, Camino, Verdad y Vida, «la respuesta capaz de dar paz a las inquietudes del corazón humano», y su silencio se vuelve también hoy, una palabra densa de contenido, de comunicación de la vida.

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ZENIT Staff

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