ROMA, domingo 15 julio 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos un artículo del padre Piero Gheddo, sacerdote italiano del Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras (PIME), experto en temas misioneros. En el artículo analiza las causas de la disminución de católicos en Brasil.
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Por Piero Gheddo
El 29 de junio de 2012, un comunicado del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IGBE) suscitó un amplio eco en la prensa brasileña e internacional. Según el censo de 2010, el porcentaje de católicos sobre los 190 millones de brasileños es hoy del 64,6% (123 millones). En el primer censo barsileño de 1872 los católicos eran 99,7%, en 1972 el 91,8%, en 2000 el 73,6% y en 2010 el 64,6%. Brasil corre el riesgo de dejar, dentro de no muchos años, la palma de «primer país católico del mundo» a México, que tiene 112 millones de habitantes, el 88% de los cuales, en el censo de 2010, se declaran católicos.
Los católicos que dejan la Iglesia siguen a las Iglesias históricas protestantes o las varias denominaciones evangélicas, que en 1980 eran el 6,6% de los brasileños, en 1991 el 9,0%, en 2000 el 15,4% y en 2010 el 22,2%, con un total de 42,6 millones de creyentes. En el mundo «evangélico» brasileño las denominaciones «pentecostales» atraen a la mayoría de los fieles, cerca de 25 millones, y están en fuerte ascenso. Aumenta también el número de los ateos, agnósticos y personas sin una religión definida, pasado del 4,7% al 8%, con un total de cerca de 15 millones de personas. Entre estos la gran mayoría se declara sin una religión específica, mientras que los ateos son 615.096 y los agnósticos 124.436. En descenso en cambio los brasileños que se declaran seguidores de la religión «espiritista», mientras que sólo el 0,3% se adhieren a la religión de origen africano como el candomblé o umbanda.
Brasil tiene las dimensiones de un continente, su extensión es 27 veces la de Italia y es el único país del Sudamérica que no ha conocido guerras ni guerrillas y menos dictaduras feroces como todos los otros países. Además es la única potencia económica de América Latina ya catalogada entre los cuatro Grandes de lo que una vez era el «tercer mundo»: los BICS: Brasil, India, Sudáfrica y China. Inevitable que haya registrado inmigraciones en masa de los países fronterizos y menos afirtunados, que, junto a otras categorías de pueblo pobre, caracterizan la vida brasileña con una continua migración interna.
La Iglesia católica no puede asistir religiosamente a estas poblaciones, aunque tiene una poderosa articulación en el territorio. Brasil tenía una treintena de diócesis al inicio de 1900, 152 en 1960 y hoy superan con mucho las 300. La inmensa Amazonia brasileña (14 veces Italia) en 1900 tenía dos diócesis (Belem y Manaos), hoy son cerca de cuarenta. Pero las personas consagradas (sacerdotes, hermanos y religiosas) no se han multiplicado en la misma medida, a pesar de la fuerte ayuda dada por los misioneros y los sacerdotes y religiosas extranjeros (hoy en rápida disminución).
La última vez que estuve en Manaos en 1997, el italiano padre Piero Vignola del PIME, que en los años setenta había fundado la primera parroquia en la periferia de la capital amazónica (Cidade Nova), me decía: «En Manaos hay un flujo ininterrumpido de inmigrantes de todas partes de Brasil y de los estados vecinos, viven en barracas, buscan trabajo y tienen necesidad de un consuleo religioso. El territorio de mi parroquia (San Benito) tenía unos ocho mil habitantes cuando nació conmigo en 1973, hoy tiene cerca de 90.000, han nacido otras dos parroquias, pero nosotros los sacerdotes somos en total solo cinco. Pero en estos 24 años he visto nacer 4-5 sectas protestantes, que luego han hecho escuela y se han multiplicado por su cuenta con elementos brasileños. la confusión de las voces es enorme. Nuestra gente es toda católica, si están cercanos a la parroquia vienen, si no siguen a otros predicadores o charlatanes.
En el último medio siglo, Brasil ha sido literalmente invadido por las Iglesias y sectas de origen protestantes. El cristianismo pentecostal-carismático, como se experimenta también en Asia y África, es el que más atrae también en América Latina. Para la «nueva evangelización» es un desafío a la Iglesia católica y a las Iglesias históricas protestantes. Muchos se preguntan sobre esta rápida difusión de un movimiento que se inspira y se identifica con Pentecostés y muchos, justamente, también los critican. Recuerdo cuando en los años 60, 70 y 80 se escribían artículos (he escrito tambiñen yo muchos) titulados «Aprendamos de las jóvenes Iglesias», pero nadie podía imaginar este reto que viene del Sur del mundo. El Espíritu Santo ayude a la Iglesia a discernir las vías para volver a llevar a Cristo a poblaciones ya bautizadas y anunciar a Cristo a los no cristianos. El movimiento carismático-pentecostal puede de algún modo (¿pero cuál?) ayudar a una recuperación del factor religioso en las sociedades cristianas y no cristianas.