CIUDAD DEL VATICANO, domingo 4 noviembre 2012 (ZENIT.org).- En su  acostumbrado encuentro con los peregrinos, que llegaron de todo el mundo hasta la Plaza de San Pedro para rezar el Ángelus con él, Benedicto XVI reflexionó hoy sobre el evangelio dominical, referido al mandamiento del amor enseñado por Jesús. La enseñanza completa puede leerse en: www.zenit.org/article-43518?l=spanish

Recordó el santo padre la fiesta de Todos los Santos recién celebrada, para subrayar que estos amigos de Dios “tratan de vivir de acuerdo a esta ley fundamental”, porque --añadió--, “el mandamiento del amor lo puede aplicar plenamente quien vive en una relación profunda con Dios”.

Citó al recién proclamado Doctor de la Iglesia, Juan de Ávila, en su obra Tratado del Amor de Dios, quien escribió que "el que hace al otro un beneficio, le da algo que tiene; pero el que ama, se entrega a sí mismo con todo lo que tiene, sin que le quede algo más para dar". Por eso para el papa, antes que un mandato, “el amor es un regalo, una realidad que Dios nos hace conocer y experimentar, de modo que, como una semilla pueda también germinar dentro de nosotros, y desarrollarse en nuestra vida”.

En referencia al modo en que el cristiano está llamado a amar, hizo ver que si el amor de Dios se ha forjado de forma adecuada en una persona, “esta es capaz de amar incluso a quien no lo merece, así como Dios hace con nosotros”. Y recordó que un padre y una madre no quieren a sus hijos solo cuando se lo merecen, sino que los aman siempre.

El santo padre enseñó que de Dios “aprendemos a querer siempre y solamente el bien y nunca el mal, a mirar al otro no solo con nuestros ojos, sino con la mirada de Dios, que es la mirada de Jesucristo”. Esta mirada, según dijo, “sale del corazón y no se detiene en lo superficial, (sino que) va más allá de las apariencias y captura los más profundos anhelos del otro de ser escuchado, de una atención gratuita; en una palabra: de amor”.

Y es cierto que cuando se actúa así, se produce una realidad en la dirección opuesta, dijo, porque “abriéndome al otro tal como es, yendo hacia él, haciéndome disponible, me abro también para conocer a Dios, para sentir que está allí y que es bueno”. Porque para Benedicto XVI, “amor a Dios y amor al prójimo son inseparables y están en relación recíproca”.

E hizo caer en la cuenta que Jesús no inventó este mandamiento sino que presentó ambos –amor a Dios y amor al prójimo--, como uno solo. Y lo más importante fue que Él, “lo hizo no solo con la palabra, sino sobre todo con su testimonio: la persona misma de Jesús y todo su misterio encarnan la unidad del amor de Dios y del prójimo, como los dos brazos de la Cruz, vertical y horizontal”, subrayó.

Y es en la Eucaristía, concluyó, que “Él nos da este doble amor, dándose a Sí mismo, para que, alimentados de este Pan, nos amemos los unos a otros como Él nos ha amado”.

Saludos en español

Ante la presencia de miles de fieles y peregrinos de lengua española, el santo padre les dirigió las siguientes palabras:

“Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española que participan en esta oración mariana, en particular a los profesores y alumnos del Instituto Bioclimático, de Badajoz. Con el mandamiento del amor que se proclama hoy en el evangelio, Jesús nos indica cuál ha de ser nuestra actitud ante su Palabra: escucharla, meditarla y guardarla en el corazón, haciendo de nuestra vida un testimonio gozoso y continuo de caridad. Que la Virgen María, Madre del Amor hermoso, sea para todos modelo de constancia y fidelidad en el bien obrar”. (javv)