Francisco en el ángelus pide rezar por Egipto. Fe y violencia son incompatibles

«El evangelio no autoriza la fuerza para difundir la fe. La fuerza del cristiano es la verdad y el amor»

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El papa Francisco rezó hoy la oración del ángelus desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano, delante de la multitud reunida en la plaza de San Pedro. Se veían allí varias banderas de países latinoamericanos, en particular de Argentina, e incluso algunas personas con trajes típicos mexicanos.

Al introducir la oración mariana el papa dirigió las siguientes palabras, que presentamos aquí con las improvisaciones que añadió al texto oficial:

“Queridos hermanos y hermanas:

¡Buen día!

En la liturgia de hoy escuchamos estas palabras de la Carta a los Hebreos: “Corramos con perseverancia en la carrera que tenemos por delante, con la mirada fija en Jesús, quien da origen a la fe y la lleva a su cumplimiento”.

Es una expresión que debemos subrayar en particular en este Año de la Fe. También nosotros durante todo este año, tengamos la mirada fija en Jesús, porque la fe que es muestro sí, a la relación filial con Dios, nos llega desde Él: es Él el único mediador de esta relación entre nosotros y nuestro Padre que está en el cielo. Jesús es Hijo y nosotros somos hijos en Él.

Pero la palabra de Dios, este domingo contiene también una palabra de Jesús que nos pone en crisis, y que hay que explicarla, contrariamente puede generar malentendidos.

Jesús le dice a los discípulos: ¿Piensan que yo he venido a traer paz en la tierra? No, en cambio yo les digo, división. ¿Qué significa esto? Significa que la fe no es una cosa decorativa, ornamental. No es decorar la vida con un poco de religión, como si fuera una torta que la decoramos con crema chantilly.

¡No!, la fe comporta elegir a Dios como criterio base de la vida, y ¡Dios no es el vacío ni es neutro. Dios es siempre positivo, Dios es amor positivo.

Después que Jesús vino al mundo no se puede hacer como si a Dios no le conociéramos. Dios tiene un rostro y un nombre: Dios es misericordia, es fidelidad, es vida que se dona a todos nosotros. Por esto cuando Jesús dice: he venido a traer división, no es que Jesús quiera dividir a los hombres entre ellos. Al contrario: ¡Jesús es nuestra paz, es nuestra reconciliación!

Pero esta paz no es la paz de los sepulcros, no es neutralidad, Jesús no trae la neutralidad. Esta paz no es un compromiso a cualquier costo. Seguir a Jesús comporta renunciar al mal, al egoísmo y es elegir el bien, la verdad, la justicia, mismo cuando pide sacrificio y renuncia a los propios intereses. Este sí, divide, lo sabemos, divide también las relaciones más estrechas. Pero atención: ¡no es Jesús el que divide! Él pone el criterio: o vivir para si mismos, o vivir para Dios y para los otros; hacerse servir o servir; obedecer al propio yo u obedecer a Dios. En este sentido es “signo de contradicción”.

Por lo tanto esta palabra del evangelio no autoriza de hecho el uso de la fuerza para difundir la fe. Es justamente lo contrario: la verdadera fuerza del cristiano es la fuerza de la verdad y del amor, que comporta renunciar a la violencia. ¡Fe y violencia son incompatibles. Fe y violencia son incompatibles!

En cambio la fe y el amor van juntos. El cristiano no es violento, es fuerte, y con qué fortaleza: ¡con la fortaleza de la mansedumbre y del amor!

Queridos amigos, también entre los parientes de Jesús existieron quienes a un cierto punto no compartieron su modo de vivir y de predicar, nos lo dice el evangelio. Pero su madre lo siguió siempre fielmente, teniendo fija la mirada de su corazón en Jesús, el Hijo del Altísimo, y en su ministerio. Y al final -gracias también a la fe de María- los familiares de Jesús entraron a formar parte de la primera comunidad cristiana.

Pidamos a María que nos ayude también a nosotros a tener la mirada bien fija en Jesús y a seguirlo siempre y mismo cuando nos cueste”.

A continuación el papa rezó el ángelus y dirigió las siguientes palabras:

“Acuérdense de esto: seguir a Jesús no es neutro, seguir a Jesús significa comprometerse, no es algo decorativo, es la fuerza del alma.

Queridos hermanos y hermanas, les saludo a todos con afecto: romanos y peregrinos, a las familias, a los grupos parroquiales, a los jóvenes…

Quiero pedir una oración por las víctimas del naufragio del ferry en las Filipinas y por sus familias tan adoloradas.

Sigamos también rezando por la paz en Egipto: María Reina de la Paz, ruega por nosotros. Todos: María Reina de la Paz, ruega por nosotros.

Saludo al grupo folclórico polaco proveniente de Edmonton, Canadá. Un saludo especial dirijo a los jóvenes de Brenvila: !Les veo, les veo bien! Y bendigo la flama que llevarán hasta su país. Y saludo también a los jóvenes de Altamura”.

El santo padre concluyó: “Y les deseo a todos que tengan un buen domingo y un buen almuerzo. Arrivederci”.

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ZENIT Staff

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