Monseñor William Dermott Molloy, obispo emérito de Huancavelica, partió a la Casa del Padre el 19 de agosto en Lima, a la edad de 83 años.

 “Adiós soldado de Cristo y guerrero del quechua, Mons. William Dermott Molloy” le saluda el diario local La Voz de Huamanga.

Durante casi 30 años cuidó a niños y ancianos abandonados. Creó comedores populares, asilos, escuela, colegio e instituto. Pese a ser de Irlanda, aprendió el quechua, lo dominó y tradujo la Biblia y libros religiosos al runa simi, el idioma quechua.

Fueron miles quienes estuvieron presentes en la plaza de armas de Huancavelica para rendir honores y acompañar al obispo que les siguió por casi 30 años. Al concluir la misa el féretro fue traslado a la cripta de la Iglesia Catedral de la región es considerada la más pobre de Perú. 

Durante catorce años estuvo al frente de una parroquia campesina en Huancarama (Apurímac), donde aprendió el quechua y lo llegó a dominar.

Monseñor William Dermott Molloy nació en Dublín – Irlanda, el 10 de mayo de 1930. Fue ordenado sacerdote el 5 de junio de 1955. Fue consagrado obispo el 4 de julio de 1976 y trasladado a la Diócesis de Huancavelica el 14 de enero de 1982.

Monseñor William Dermott Molloy, conocido como “Monseñor Demetrio”, llegó al Perú después de trabajar algunos años en la Diócesis de Alabama (EEUU). 

En 1976 fue consagrado obispo auxiliar de Huancavelica y desde 1982, ya como obispo titular supo dirigir la diócesis en momentos difíciles por la pobreza material y por el terrorismo. Difundió el amor a la cultura quechua con sus cantos y su idioma. Así lo demuestran sus diversas traducciones al quechua de la Biblia, del ritual de sacramentos, el misal y el catecismo.

Se preocupó por la formación de los jóvenes con la creación del “Colegio Seminario San Juan María Vianney”, el Instituto Pedagógico “Santa Rosa”, y promovió la “Escuela de música Santa Cecilia” donde los niños y jóvenes, varios de ellos hoy presbíteros, cultivaron el amor a Dios mediante la música y el canto.

Además, por intermedio de Caritas, realizó diversas obras de proyección social en el mundo campesino, de quienes se preocupó también por su atención espiritual. La formación de los catequistas rurales y la promoción vocacional al sacerdocio y a la vida religiosa fueron algunas de sus prioridades.

Como reconocimiento a su gran labor pastoral, en enero de 2006, en el marco de la 87ª Asamblea Plenaria, los Obispos del Perú le otorgaron la Medalla de Santo Toribio de Mogrovejo, por su servicio a la Iglesia en el Perú.

Así también, en julio de este año, el Congreso de la República le otorgó la Medalla de Honor en el Grado de Caballero, en reconocimiento a su infatigable labor pastoral, educativa y asistencial durante cerca de treinta años en el departamento más pobre del Perú.