En esta 20ª semana del Tiempo Ordinario se nos invita a reflexionar sobre nuestra misión de cristianos, su sentido, urgencia e implicaciones básicas.
El sentido de esta misión es la universalidad del cristianismo, la difusión de una caridad y una paz que no conoce el mundo y que ha sido vivida, anunciada y mandada previamente por Jesucristo. El deseo o celo por la misma es la clave del Evangelio del domingo de esta semana (Lc 12, 49-53).
La urgencia del apostolado viene marcada por la segunda lectura (Heb 12, 1-4). Pertenecemos a una cadena de testigos y, fijándonos en Jesús, hemos de seguir dando testimonio en medio de la prueba, hasta el final, cuando Él vuelva.
Implicaciones básicas: Jesús se presenta como señal de contradicción ante el que sólo cabe un amor preferente, por encima de todo y todos; cargar con la propia cruz, concreción de la propia vocación; una confianza u obediencia total para la entrega de la vida del modo que el Señor disponga cada día; y acogida u hospitalidad con todos, especialmente los más sencillos y necesitados, con quien Él se identifica.
Todos los demás días de esta semana también podemos vivirlos desde la misión a la que nos convoca Jesús. Quiero resaltar especialmente tres.
El día 22 tenemos la memoria de Santa María, Reina, que es Nuestra Madre y Maestra. Reina en la Iglesia y en nuestro corazón misionero. Además de recordarla así en el Salve Regina, Regina Coeli,.., la dedicamos especialmente las advocaciones que como Reina tiene en el Santo Rosario: Reina de los ángeles, de los patriarcas, de los profetas, de los apóstoles, de los mártires, de los confesores, de vírgenes, de todos los santos, concebida sin pecado original, del santísimo rosario y de la paz.
El sábado 24 tenemos la fiesta de San Bartolomé, apóstol. Dice el martorologio Romano que “después de la Ascensión del Señor, es tradición que predicó el Evangelio en la India y que allí fue coronado con el martirio”.
Si ha habido un papa que ha anhelado y trabajado por la paz, ése ha sido San Pío X, cuya memoria tenemos el día 21. Su máxima fue: “La paz de Cristo en el reino de Cristo”. Predijo la primera gran guerra europea de 1914. Dijo: “Gustoso daría mi vida, si con ello pudiera conseguir la paz en Europa”. Tuvo también gran celo por extender el Evangelio a los que no lo conocían y eso le empujó a dar un gran empuje a la actividad misionera de la Iglesia.
Imploremos al Espíritu Santo, con María Reina, la fuerza y valor para cumplir el mandato misionero de Jesús en el mundo de hoy, empezando por nuestro entorno más inmediato.