Claire Ly es una camboyana que del budismo se convirtió al catolicismo, después de haberse salvado del genocido de los Khmer Rouge, durante la dictatura de Pol Pot, (1975-1979), en la que fue exterminada un cuarto de la población camboyana. Ly, entonces una joven profesora de filosofía, vio morir a muchos de sus familiares más cercanos.
Su pensamiento fue: “Por qué justamente me sucede todo esto a mi”. Pero el dolor por la ofensa recibida produjo una profunda transformación personal que la llevó a abrazar el cristianismo, la única religión que realmente podría dar un sentido a las tragedias más inhumanas: el amor como única respuesta posible al sufrimiento.
El testimonio de la disidente camboyana fue presentado al Meeting de Rimini para la Amistad de los Pueblos, que concluyó el sábado 24 y al margen de la misma, Clare Ly le narró a ZENIT algunos particulares dramáticos y al mismo tiempo luminosos, de la propia historia personal.
En la tragedia del genocidio en Camboya, ¿cuál fue para usted el momento más dramático?
–Claire Ly: Cuando perdí todo, fui llevada a las plantaciones de arroz, perdí todos los puntos de referencia, perdí a mis amigos y mi vida tomó otro sentido. Cuando se pierden los puntos de referencia no sabemos más quienes somos: la pérdida de identidad es la cosa más difícil.
¿Cuáles fueron las etapas de su acercamiento al cristianismo desde el budismo?
–Claire Ly: En mi primera etapa comenzé a insultar cotidianamente al Dios de los occidentales considerando que occidente sustancialmente era el responsable de mi tragedia, hasta un día en el cual en las plantaciones de arroz, bajó un silencio que por primera vez me hizo percibir que mi dolor y era también el de los otros.
La segunda etapa se cumplió en 1980 cuando estaba allá en Francia como refugiada política: comencé a leer el Evangelio y descubrí que Jesucristo era un mendicante como yo esto medio mucho ánimo.
La tercera etapa y definitiva fue descubrir la eucaristía. Fije la mirada sobre la hostia y sentí la llamada de Dios, de rodillas, delante de mi debilidad de mujer. En este momento dije sí, quiero ser discípula de Jesús. Y 1983 fue el año de mi bautismo.
Usted declaró que fue conquistada por el cristianismo y por la idea de un Dios que se rebaja y sufre con nosotros. ¿Comparte este punto de vista aún hoy?
–Claire Ly: No he sido yo a elegir el cristianismo es Jesús quien me ha llamado. La única cosa que he hecho es responder a la llamada Jesucristo. El punto más fuerte de nuestra religión es este Dios que vino a encontrarnos. Nuestra fe cristiana está fundada en la Encarnación, en Dios que se hizo hombre: es esto lo específico de la religión cristiana aunque tanto cristianos se hayan olvidado de esto.
¿Logró perdonar a quien le hizo tanto mal?
–Claire Ly: Cuesta mucho perdonar a los Khmer Rojos. Partiré desde un hecho vivido con mi hija: fuimos al lugar donde mis hermanos, mi padre y mi marido habían sido asesinados. Mi hija no conoció a su padre porque estaba en cinta de dos meses cuando sucedió la tragedia. Fuimos acompañados a este lugar por amigos budistas que recitaron enseñanza de Buda, diciendo que los hechos malos serán castigados, pero al mismo tiempo es necesario que los hechos sucedan.
Mi hija y yo hemos recitado el Padre Nuestro: “Padre perdónanos como hemos perdonado a quien nos ha ofendido”. En aquel momento nos hemos pedido si habíamos perdonado a los Khmer Rouge: nuestra respuesta fue, no.
¿Cómo hemos podido decir no, siendo discípulos de Jesucristo y visto que el perdón es el corazón de la vida cristiana? entonces le dije a mi hija que teníamos que mirar a Jesús en la cruz, Él no dijo: “Yo los perdono” pero “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen”.
Mi hija y yo entonces le hemos dicho al Padre: “Padre, aquí estamos, somos mujeres débiles, nos sentimos incapaces de perdonar los Khmer Rojos, pero los ponemos en tus manos”. Ofrecemos por lo tanto nuestras debilidades y a nuestros verdugos en las manos del Padre.
Usted abrazó la fe católica en Europa, entretanto aquí se está perdiendo la identidad cristiana.
Claire Ly: No creo que Francia esté abandonando la fe cristiana. Lo que no hay más en Francia es la religión sociológica, según la cual yo voy a la Iglesia porque todos van. Los franceses están viviendo una fe como adhesión a Jesucristo: este hecho nos hace salir de la religión sociológica, yendo hacia una religión de masa. Cristo nos llamó a ser la sal de la tierra, los cristianos son la sal y tienen que levantar el gusto de la sociedad.
La Iglesia en Francia está llamada a ser el sal de la sociedad, es necesario que ella acepte la idea de que no debe gobernar, porque el nuestro es un Dios que acompaña, como hace Jesús en la vía de Emmaus. Un poco lo que ha hecho Benedicto XVI con el ‘Patio de los Gentiles’.