El prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Gerhard Ludwig Mueller, concedió una entrevista al diario El Osservatore Romano, sobre familia y matrimonio que ha sido publicada hoy con el título “Indissolubilità del matrimonio e dibattito sui divorziati risposati e i sacramenti”.
Es de gran oportunidad delante de falsas expectativas que diversos medios de comunicación están creando sobre una supuesta apertura de los sacramentos a los divorciados, o separados y vueltos a casar. Elucubraciones realizadas en particular teniendo en cuenta el próximo sínodo sobre la familia que se realizará en Roma el año próximo y ante el interés demostrado por el santo padre Francisco sobre el tema.
Mons. Mueller indica diversos puntos: que hoy en día hay probablemente un porcentaje de matrimonios inválidos mayor que en el pasado; que Dios puede ofrecer la salvación a las personas de diversas maneras, mismo si estas viven en situaciones contradictorias. Pero sobre todo que el ideal de la fidelidad entre un hombre y una mujer no ha perdido para nada su fascinación, como atestiguan recientes encuestas entre los jóvenes, y que el matrimonio indisoluble tiene un valor antropológico: protege sobre todo a los niños que son quienes sufren más una separación.
“El estudio de la problemática de los fieles que contrajeron una nueva relación civil después del divorcio no es nueva y fue siempre conducido con gran seriedad por la Iglesia”. Así el obispo inicia el artículo y recuerda se se trata de un problema muy amplio en los países de antigua tradición cristiana. Y que “los creyentes hoy se preguntan con seriedad si la Iglesia no podría consentir en determinadas circunstancias el acceso a los sacramentos para los fieles divorciados y vueltos a casar”. O si “la Iglesia tiene las manos atadas para siempre”, o si los teólogos han considerado todas las implicaciones posibles.
“El Matrimonio entre un hombre y una mujer bautizada –recuerda Mons. Mueller al interiorizarse en la cuestón– es un sacramento que toca la realidad personal, social e histórica del hombre” y recuerda de manera detallada los principales documentos de la iglesia sobre el tema.
A partir de los evangelios, se comprende cómo el pacto que une íntimamente a los cónyuges es instituido por el mismo Dios. Los Padres de la iglesia y el Concilio de Trento han rechazado el divorcio y el segundo matrimonio, excluyendo la admisión a los sacramentos de los divorciados y casados nuevamente. La Constitución pastoral Gaudium et Spes, fruto del Concilio Vaticano II, recuerda además que el matrimonio es una institución estable, fundada por derecho divino y que no depende del juicio del hombre.
E indica que todos los documentos más recientes, de Juan Pablo II o de Benedicto XVI, subrayan que los divorciados y casados nuevamente no pueden comulgar, «porque su condición de vida contradice la unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actuada en la eucaristía”.
Todos estos documentos, entretanto, ponen en evidencia la necesidad real que existe de dar un acompañamiento pastoral de los divorciados y vueltos a casar, para que se entienda que no se trata de una discriminación sino de una fidelidad absoluta a la voluntad del Cristo.
Mons. Mueller indica también la importancia de verificar la validez de los matrimonios en una época como la nuestra, «que se opone a la comprensión cristiana de este sacramento, sobre todo por su indisolubilidad o su apertura a la vida». Dado «que mucho cristianos son influenciados por esta mentalidad, los matrimonios son probablemente con más frecuencia inválidos de que en el pasado, porque falta la voluntad de casarse según el sentido de la doctrina católica. Por eso una comprobación de la validez del matrimonio es importante y puede conducir a resolver problemas. Allí donde no es posible constatar la nulidad del matrimonio, es posible la absolución y la comunión eucarística si se sigue la práctica aprobada por la Iglesia que permite una vida común “como amigos, como hermano y hermanas”.
Entretanto “para que no surjan confusiones en los fieles en torno al valor del matrimonio” es necesario evitar la bendición de vínculos irregulares, indica el número uno del dicasterio para la Doctrina de la Fe, y añade que «los numerosos matrimonios que se rompen hoy refuerzan el escepticismo de los jóvenes sobre elegir una decisiones de vida definitiva».
Por otro lado, recuerda Mons. Mueller, el ideal de la fidelidad entre un hombre y una mujer, fundado en el orden de la creación, «no ha perdido para nada su atractivo, como lo revelan encuestas recientes entre los jóvenes. La mayoría de entre ellos aspiran en una relación estable y duradera, como corresponde también en la naturaleza espiritual y moral del hombre».
Y el obispo alemán recuerda además el valor antropológico del matrimonio indisoluble: «éste sustrae a los cónyuges de la arbitrariedad y de la tiranía de los sentimientos y de los estados de ánimo; ayuda a atravesar las dificultades personales y a superar las experiencias dolorosas; protege sobre todo a los niños, quienes sufren principalmente cuando se produce la ruptura de los matrimonios».
En efecto, prosigue Mons. Mueller, hay situaciones en las cuales la coexistencia matrimonial se vuelve prácticamente imposible a causa de graves motivos, como por ejemplo violencias físicas o psíquicas. En estas situaciones dolorosas, la Iglesia permite que los cónyuges se separen y no vivan juntos. Es necesario entretanto considerar que el vínculo conyugal de un matrimonio es valido y perdura ante Dios y que cada una de las partes no tiene la libertad de contraer un nuevo matrimonio mientras el otro cónyuge esté en vida.
Mueller responde también a quienes sugieren ciertas soluciones discutibles, como dejar decidir en su conciencia a los divorciados y casados nuevamente, la decisión de aproximarse o no de la Comunión, invocando la misericordia.
La misericordia de Dios no es una dispensa de los mandamientos de la ley de Dios, ni de las instrucciones de la Iglesia, precisa el también presidente de la Pontificia Comisión “Ecclesia Dei, que concluye su artículo indicando la preocupación pastoral que es necesario tener hacia los divorciados y vueltos a casar, que no se limita a la cuestión de la comunión sacramental, pero entra en una pastoral más global: “Los pastores y las comunidades cristianas están llamadas a acoger con apertura y cordialidad a las personas que viven situaciones irregulares” para “hacerles sentir el amor del Buen Pastor”. Y porque una atencion pastoral “fundada sobre la verdad y el amor encontrará siempre y nuevamente en este campo los caminos que hay que recorrer y las formas más justas”.