P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil).
Idea principal: Cristo Resucitado es el Camino, la Verdad y la Vida (evangelio). Es la piedra angular (segunda lectura).
Resumen del mensaje: Sin Cristo que es Camino, nos extraviamos. Sin Cristo que es Verdad, caemos en la mentira y en la ideología. Sin Cristo que es Vida, nos alcanzará la muerte. Sin Cristo que es Piedra angular, el edificio de la Iglesia se derrumba.
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, Cristo no sólo enseña la verdad, sino que es la Verdad encarnada. Desde la Encarnación Cristo Verdad acampa entre nosotros. Así dice san Agustín: “Esta verdad se vistió de carne por nosotros y nació de María virgen para que se cumpliera la profecía: la Verdad brotó de la tierra”. Cristo, la verdad eterna, se hizo verdad en el tiempo. En un mundo plagado de mentiras aberrantes, mentiras en el campo social, en la política, en lenguaje de medias verdades y sofismas, que tantas veces disfrazan la cobardía, sigamos siempre la verdad plena que es Cristo. No pequemos contra Cristo.
En segundo lugar, Cristo no sólo tiene vida, sino que es la Vida. Mediante la Encarnación, la Vida eterna que es Dios, se hizo carne entre nosotros. “Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia”. ¿Qué significa que Cristo es Vida? Que anhela hacerse vida nuestra, que anhela vivificar nuestro ser. Dicha vida fue introducida en nuestros corazones el día del bautismo. Pero dicha vida en nosotros tiene que estar en crecimiento, al modo de una semilla que apunta a su plenitud, que tiene a hacerse árbol. Las flores y los frutos de la gracia y de esa vida divina en nosotros son las virtudes cristianas, las teologales y las cardinales. Lo que mataría esta vida de Cristo en nosotros es el pecado. Por tanto, mantengámonos lejos, no sólo del pecado, que esclaviza, sino de la mediocridad, que es como una arterosclerosis del espíritu, porque impide el paso triunfal de la savia divina por las venas de nuestra alma.
Finalmente, Cristo no es un camino entre muchos otros, sino “el” Camino, el único camino para la salvación, para la felicidad. Cristo se hizo camino también por medio de la Encarnación. Dirigiéndose desde Belén hasta el Calvario, nos trazó el camino de la Redención. Camino de venida. Tras su muerte y resurrección, ascendió al cielo, retornando a la casa del Padre. Camino de vuelta. Por el mismo camino vino y volvió, para señalarnos la dirección de la ruta verdadera. San Agustín nos dice: “Siguiendo el camino de su humanidad, llegarás a la Divinidad. Él te conduce a Él mismo. No andes buscando por donde ir fuera de Él. Si Él no hubiera tenido la voluntad de ser camino, extraviados anduviéramos siempre. Se hizo, pues, camino, por donde ir. Por tanto no te diré: Busca el camino. El camino mismo es quien viene a ti. ¡Levántate y anda! Anda con la conducta, no con los pies. Muchos andan bien con los pies y mal con la conducta. Y aun los hay que andan bien, pero fuera del camino. Corren, mas non por el camino, y cuanto más andan, más se extravían, pues se alejan más del camino… Preferible, sin duda, es ir por el camino, aun cojeando, a ir bravamente fuera del camino” (Sobre el evangelio de san Juan, XIII). Sí, Cristo es camino estrecho, frente a los caminos espaciosos del mundo. Pero estos últimos son atajos sin salida.
Para reflexionar: ¿Qué me impide seguir a Cristo camino: los atajos agradables del mundo? ¿Qué me impide seguir a Cristo verdad: las ideologías de turno (ideología de género, ideología tradicionalista…) y los trucos del mundo? ¿Qué me impide seguir a Cristo vida: los elixires del mundo que prometen la eterna felicidad cuando en realidad provocan la muerte del alma?
Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: arivero@legionaries.org