El papa Francisco nos pide

Reflexiones de Mons. Felipe Arizmendi, obispo de San Cristóbal de las Casas

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VER

Todos los obispos del mundo tenemos obligación de ir a Roma, para orar ante las tumbas de los apóstoles Pedro y Pablo, y encontrarnos con el Sucesor de Pedro y sus colaboradores. Esto debería hacerse cada cinco años, según las normas de la Iglesia, pero los tiempos de los Papas han cambiado mucho y no ha sido posible hacerlo con esa regularidad. En los 23 años que llevo como obispo en Chiapas, me han tocado tres Visitas Ad limina: En 1994, con Juan Pablo II. En 2005, con Benedicto XVI. Ahora en 2014, con Francisco. Antes se nos asignaban quince minutos para un diálogo personal de cada obispo con el Papa; se ha visto que los tiempos papales no dan para tanto, y el nuevo estilo es que sea por grupos. Cuando alguien solicita una audiencia personal, se le concede.

A los 120 obispos que servimos en México, se nos distribuyó en cinco grupos. Con cada uno el Papa estaba hora y media; sin embargo, a nosotros nos dedicó dos horas, y a otro casi tres. Le importa mucho escuchar y conversar libremente, sin discursos. Sólo cuando nos recibió en forma plenaria, nos entregó un mensaje escrito, que tampoco quiso leer, para dedicar más tiempo al contacto personal.

PENSAR

Siendo de mucha importancia lo que nos dijo, comparto algunos párrafos, para reflexión permanente:

La historia de México no puede entenderse sin los valores cristianos que sustentan el espíritu de su pueblo… En la actualidad, las múltiples violencias que afligen a la sociedad mexicana, particularmente a los jóvenes, constituyen un renovado llamamiento a promover este espíritu de concordia a través de la cultura del encuentro, del diálogo y de la paz. A los Pastores no compete, ciertamente, aportar soluciones técnicas o adoptar medidas políticas, que sobrepasan el ámbito pastoral; sin embargo, no pueden dejar de anunciar a todos la Buena Noticia: que Dios, en su misericordia, se ha hecho hombre y se ha hecho pobre, y ha querido sufrir con quienes sufren, para salvarnos. La fidelidad a Jesucristo no puede vivirse sino como solidaridad comprometida y cercana con el pueblo en sus necesidades, ofreciendo desde dentro los valores del Evangelio.

Conozco vuestros desvelos por los más necesitados, por quienes carecen de recursos, los desempleados, los que trabajan en condiciones infrahumanas, los que no tienen acceso a los servicios sociales, los migrantes en busca de mejores condiciones de vida, los campesinos… Sé de vuestra preocupación por las víctimas del narcotráfico y por los grupos sociales más vulnerables, y del compromiso por la defensa de los derechos humanos y el desarrollo integral de la persona. Todo esto, que es expresión de la íntima conexión que existe entre el anuncio del Evangelio y la búsqueda del bien de los demás, coopera, sin duda, a dar credibilidad a la Iglesia y relevancia a la voz de sus Pastores”.

ACTUAR

El Papa nos pidió alentar la participación de los fieles laicos no sólo en las actividades religiosas, sino sobre todo en el mundo social, cultural, económico y político. Nos pidió estar atentos a los jóvenes y reconocer el potencial de la piedad popular. Nos urgió intensificar la pastoral de la familia, evangelizar con una adecuada catequesis para la iniciación cristiana, y promover catequistas apasionados por Cristo, que, habiéndose encontrado personalmente con El, sean capaces de cultivar una fe sincera, libre y gozosa en los niños y en los jóvenes. Nos recomendó el encuentro personal con cada uno de los sacerdotes, para interesarse por su situación, alentar sus trabajos pastorales y proponerles una y otra vez como modelo a Jesucristo, que nos invita a despojarnos de oropeles de mundanidad, del dinero y del poder. Nos pidió sostener y acompañar a consagrados y consagradas, y cuidar especialmente la promoción, selección y formación de las vocaciones al sacerdocio y la vida consagrada.

En síntesis, nos pidió, en el espíritu de la Misión Permanente promovida desde Aparecida, dar testimonio de Cristo con la vida también entre los más alejados y salir de nosotros mismos a trabajar con entusiasmo en la labor que nos ha sido confiada. Que el Espíritu nos ayude.

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Felipe Arizmendi Esquivel

Nació en Chiltepec el 1 de mayo de 1940. Estudió Humanidades y Filosofía en el Seminario de Toluca, de 1952 a 1959. Cursó la Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, España, de 1959 a 1963, obteniendo la licenciatura en Teología Dogmática. Por su cuenta, se especializó en Liturgia. Fue ordenado sacerdote el 25 de agosto de 1963 en Toluca. Sirvió como Vicario Parroquial en tres parroquias por tres años y medio y fue párroco de una comunidad indígena otomí, de 1967 a 1970. Fue Director Espiritual del Seminario de Toluca por diez años, y Rector del mismo de 1981 a 1991. El 7 de marzo de 1991, fue ordenado obispo de la diócesis de Tapachula, donde estuvo hasta el 30 de abril del año 2000. El 1 de mayo del 2000, inició su ministerio episcopal como XLVI obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, una de las diócesis más antiguas de México, erigida en 1539; allí sirvió por casi 18 años. Ha ocupado diversos cargos en la Conferencia del Episcopado Mexicano y en el CELAM. El 3 de noviembre de 2017, el Papa Francisco le aceptó, por edad, su renuncia al servicio episcopal en esta diócesis, que entregó a su sucesor el 3 de enero de 2018. Desde entonces, reside en la ciudad de Toluca. Desde 1979, escribe artículos de actualidad en varios medios religiosos y civiles. Es autor de varias publicaciones.

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