CIUDAD DEL VATICANO, 11 diciembre 2003 (ZENIT.org–Fides).- La pequeña comunidad católica azerbaiyana de Bakú será la destinataria este año de lo que recaude la subasta benéfica que el 11 de diciembre organiza la Congregación para la Evangelización de los Pueblos.
La Universidad Pontificia Urbaniana de Roma acogerá el remate de numerosos objetos artísticos donados a la congregación vaticana y a Juan Pablo II.
La iniciativa llega a sí a su tercera edición. En las anteriores, los beneficios se han destinado a los niños de Afganistán, a las poblaciones de Mongolia y a los refugiados de Angola.
150 fieles constituyen la «Missio Sui Iuris» de Bakú, dirigida por el superior, el sacerdote salesiano Josef Dniel Pravda. La reducida comunidad azerí está fuertemente comprometida en combatir la pobreza, la miseria y restituir la esperanza a los niños abandonados y marginados.
Por ello, este regalo será acogido con gran alegría y gratitud por la Iglesia local, pues son numerosos los niños pobres, huérfanos y sin hogar.
Además servirá para ayudar en la edificación de una nueva iglesia en los próximos meses, que conservará el aspecto de la que fue destruida en el período de Stalin.
«Crecen las necesidades de pueblos y naciones que piden a sus hermanos en la fe un signo de su solidaridad para poder llevar a cabo una vida digna de este nombre y para tener un lugar –aún modesto– donde reunirse para invocar al único Dios, Padre de todos», explican los organizadores.
Junto a la evangelización, la Misión azerí dirige un comedor para pobres y colabora con la «Media Luna Roja», organización asistencial islámica, y con otras iniciativas destinadas a garantizar la supervivencia a muchos pobres, marginados y niños de la calle.
Sobre todo familias de refugiados y veteranos de las guerras del Cáucaso, la de Nagorno Karabaj y la de Chechenia frecuentan el comedor de la Misión. Hay también huérfanos de guerra, niños abandonados o que viven en la calle en entornos de prostitución o drogas.
La ayuda ofrecida por la Iglesia católica sirve también para contrarrestar las corrientes del fundamentalismo islámico, que encuentran un terreno fértil en Azerbaiyán por la pobreza y los problemas económicos.