CIUDAD DEL VATICANO, 1 ene 2001 (ZENIT.org).- Treinta misioneros católicos murieron en el año 2000 en el desempeño de su ministerio. Tres de ellos perecieron al entregar su vida en ayuda a las víctimas del brote epidémico del virus de Ébola en Africa, según revela la agencia Fides.
Esta agencia de información misionera de la Santa Sede ha publicado la lista de los «mártires del año 2000», entre los que se encuentran 19 sacerdotes, 6 religiosas, 3 seminaristas, y dos laicos (un consagrado y una enfermera voluntaria laica).
África se ha convertido en el continente más peligroso para los misioneros. En el año 2000, 17 de ellos perdieron la vida en sus fronteras (4 en Uganda, 3 en Burundi, 2 en Nigeria, 2 en la República Democrática del Congo, 1 en la República Centroafricana, 1 en Angola, 1 en Zambia, 1 en Costa de Marfil, 1 en Ruanda, y 1 en Kenia).
Asia se ha demostrado el segundo continente en el que más corre la sangre de los misioneros. Cuatro de ellos han muerto en el último año en India, donde ha estallado una ola de persecución fundamentalista contra los cristianos; dos en Filipinas, víctimas de ataques de independentistas musulmanes; uno en Pakistán y uno en Indonesia.
A ellos hay que añadir las cuatro vidas de sacerdotes que se ha cobrado América, víctimas de la criminalidad (dos en Colombia, una en México, y una en Jamaica). Así como otro religioso asesinado en Albania por la mafia local.
«Las circunstancias en que encontraron la muerte recalcan el mapa de los polvorines del planeta –explica el director de la agencia Fides, el padre Bernardo Cervellera–: África Central, donde los diamantes y el oro valen más que la vida; el Asia de los fundamentalismos, islámico e hindú; la América Latina de las guerrillas y de la droga; la Albania de las mafias y del comercio de clandestinos».
Mientras en la década de los ochenta Fides pudo constatar el asesinato de 115 misioneros, en los noventa y en el año 2000 esta cifra se ha elevado dramáticamente hasta alcanzar los 630.
Según explica el padre Cervellera, este aumento se debe en buena parte al genocidio de Ruanda (1994), que causó al menos 248 víctimas entre el personal eclesiástico; así como la mayor rapidez de los medios de comunicación para difundir las noticias de estos asesinatos, incluso desde los lugares más remotos.
Con esta lista, Fides no quiere lanzar una «denuncia estéril», sino «dar esperanza». «De algunos de ellos se sabe que rezaban por sus asesinos y los perdonaron. Todos pusieron a disposición su muerte como signo de victoria sobre el odio y el mal».
Por eso, Fides ha incluido entre los mártires a dos religiosas y a la enfermera voluntaria que desafiaron deliberadamente a la muerte curando a los enfermos del letal virus Ébola, en Uganda.
«El cuerpo hinchado, desgarrado y sangrante por Ébola no tiene nada que envidiar a un cuerpo acribillado a tiros. En nuestro mundo que trata de exorcizar la hermana muerte con la eutanasia («la buena muerte»), ellos son la prueba de que la única «buena muerte» es la que se ofrece por amor».
La lista no incluye los cientos («quizás miles», explica Cervellera) de muertos en las Molucas (Indonesia) o los muchos cristianos anónimos encarcelados en China, Sudán, Ruanda, de los cuales no se sabe nada.
Según estudiosos protestantes, los mártires del 2000 (católicos, ortodoxos, protestantes, evangélicos) serían unos 165.000 cristianos.