Santa Rita de Casia

«Vencer lo imposible, del que se la invoca como abogada. Y es que la gracia de una fe heroica marcó la existencia de esta mujer que fue esposa, madre, viuda, y religiosa Agustina. Su cuerpo se mantiene incorrupto»

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Como lo imposible alude a algo que de ningún modo puede realizarse, el hecho de que esta santa sea considerada «abogada» de lo que se juzga inviable y de las «causas perdidas» da idea de la fe que tuvo. Con su paciencia, fidelidad y obediencia, soportando cuantiosos sufrimientos, arrebató del cielo la gracia de difíciles conversiones que a muchos se les habrían antojado de todo punto irrealizables. Pero ella sabía que para Dios todo es posible, aunque para los hombres no lo sea. Y Él la bendijo con numerosos dones y prodigios.

Había nacido hacia 1381 en Roccaporena, Italia. Sus padres Antonio y Amata eran de edad avanzada. Y aunque precozmente deseó convertirse en religiosa agustina en Casia, ellos decidieron desposarla con Paolo Ferdinando Manzini que acarreaba una indeseable fama debido a su carácter pendenciero. Era bien conocido por tratarse de un oficial responsable de una guarnición. El afán de consagración de Rita había sido alentado desde el cielo antes de conocerle a través de la presencia de un ángel que solía confortarla cuando oraba en un reducido espacio de su casa. Sin embargo, no quiso desairar a sus padres, a quienes obedecía gustosa. Además, era una época en la que se respetaba escrupulosamente compromisos como los que habían contraído en su nombre siendo ella una adolescente. De modo que tomó a Paolo en matrimonio. Tendría entonces unos 17 o 18 años.

Desde el principio halló junto a él un infierno plagado de malos tratos, infidelidades y vicios diversos. Tan mal ejemplo fue calando en la conducta de los dos hijos que tuvieron, Giangiacomo Antonio y Paolo María, que podrían haber sido gemelos. Rita, que oraba insistentemente por su iracundo esposo, llena de aflicción rogaba a Dios también para que ellos no quedaran atrapados en la maldad. Sus súplicas fueron escuchadas y su esposo un día le pidió perdón. Después de este rasgo de arrepentimiento, su vida se apagó tras una muerte violenta cuando llevaban dieciocho años casados. Se desconoce si el deceso se produjo en medio de un ajuste de cuentas o fue producto de un altercado que había tenido lugar a varios kilómetros de Roccaporena. La cuestión es que Rita se encontró de la noche a la mañana siendo viuda y debiendo afrontar el temor a la venganza que fraguaban sus hijos. Estremecida por esta noticia que llegó a sus oídos, pidió a Dios que los preservara libres de mancha de sangre sobre sus manos y conciencia. Conocía la identidad de los que segaron la vida de su marido, pero nunca los delató. Lo que hizo fue rogar a sus hijos el perdón para ellos. Pero este gesto, que consideraron inaceptable, acrecentó las fervientes súplicas de Rita. La respuesta fue que ambos contrajeron una enfermedad muriendo más tarde que su progenitor después de haber perdonado a sus asesinos. El hecho se le vaticinó a Rita en una locución mientras oraba insistentemente por su salvación.

Sola en el mundo podía cumplir su sueño de convertirse en agustina en el convento de Santa María Magdalena de Casia. Pero el hecho de haber estado casada constituyó un veto para la admisión, y también influyó que una de las religiosas fuese pariente de su marido. Insistió hasta en tres ocasiones recibiendo una negativa en todas ellas. Se cuenta que a través de san Agustín, san Juan Bautista y san Nicolás de Tolentino se obró el milagro de hallarse dentro del convento a pesar de estar herméticamente cerradas sus puertas, lo cual dio lugar a su aceptación porque las religiosas tomaron lo sucedido como algo prodigioso.

Ingresó en el convento hacia 1407. Heroica en su vida religiosa como lo había sido anteriormente, vivió sumida en la oración realizando severas penitencias. Fidelísima en la observancia de la regla y a cualquier indicación recibida, no puso en tela de juicio el hecho de tener que regar una viña seca, como le pidió la superiora que hiciera con objeto de probarla, sino que todos los días se cuidó de que a la planta no le faltase agua.

El Viernes Santo de 1432 después de escuchar un sermón de san Jacobo de la Marca en el que habló de la coronación de espinas, Rita, que tenía devoción por la Pasión de Cristo, quedó profundamente conmocionada. En su celda orando ante el crucifijo pidió a Cristo ardorosamente poder unir sus sufrimientos, aunque fuesen modestos, a los suyos. Entonces sintió un agudo dolor en la frente producido por una astilla de madera que se le clavó en la sien. Y aunque le extrajeron este signo estigmatizador de la Pasión, la herida periódicamente se le abría. Llegó a producir tal hedor que tuvo que permanecer recluida para no importunar a la comunidad. En su oración, suplicaba: «¡Oh, amado Jesús, aumenta mi fe y paciencia en la medida que aumentan mis sufrimientos!». Así se mantuvo quince años, hasta su muerte. Únicamente cesó tal fenómeno místico de forma momentánea durante el viaje que efectuó a Roma para asistir a la canonización de san Nicolás. Al regresar al convento, volvió a manifestarse. Cuatro años antes de iniciarse esta experiencia, se le había declarado una penosa enfermedad. Pero nada de ello alteró su penitencia y mortificación.

Cercano su óbito en la estación invernal, recibió la visita de un familiar. Éste quiso agasajarla cumpliendo algún deseo que pudiera tener. Rita pidió que le trajera una rosa del jardín. Y para sorpresa de su interlocutor efectivamente encontró en el rosal un hermoso capullo. Aún le rogó que le llevara dos higos que igualmente halló en la huerta y que habían brotado en una desnuda higuera. Otros prodigios se atribuyen a esta gran santa que murió el 22 de mayo de 1457 inundando en derredor suyo una fragancia que perduró en el tiempo. Su cuerpo se mantiene incorrupto. Urbano VIII el 2 de octubre de 1627 concedió a las agustinas celebrar una misa en honor de Rita, y el 4 de febrero de 1628 lo hizo extensivo al clero secular. Así quedaba beatificada, aunque no se hubiera efectuado la proclamación con la solemnidad acostumbrada. León XIII la canonizó el 24 de mayo de 1900.

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Isabel Orellana Vilches

Isabel Orellana Vilches Misionera idente. Doctora en Filosofía por la Universidad Autónoma de Barcelona con la tesis Realismo y progreso científico en la epistemología popperiana. Ha cursado estudios de teología en la Universidad Pontificia de Salamanca. Con amplia actividad docente desde 1986, ha publicado libros como: Realismo y progreso científico en la epistemología popperiana, Universitat Autònoma de Barcelona, 1993; El evangelio habla a los jóvenes, Atenas, Madrid, 1997; Qué es... LA TOLERANCIA, Paulinas, Madrid, 1999; Pedagogía del dolor. Ensayo antropológico, Palabra, Madrid, 1999; En colaboración con Enrique Rivera de Ventosa (†) OFM. Cap. San Francisco de Asís y Fernando Rielo: Convergencias. Respuestas desde la fe a los interrogantes del hombre de hoy, Universidad Pontificia, Salamanca, 2001; La "mirada" del cine. Recursos didácticos del séptimo arte. Librería Cervantes, Salamanca, 2001; Paradojas de la convivencia, San Pablo, Madrid, 2002; En la Universidad Técnica Particular de Loja, Ecuador, ha publicado: La confianza. El arte de amar, 2002; Educar para la responsabilidad, 2003; Apuntes de ética en Karl R. Popper, 2003; De soledades y comunicación, 2005; Yo educo; tú respondes, 2008; Humanismo y fe en un crisol de culturas, 2008; Repensar lo cotidiano, 2008; Convivir: un constante desafío, 2009; La lógica del amor, 2010; El dolor del amor. Apuntes sobre la enfermedad y el dolor en relación con la virtud heroica, el martirio y la vida santa. Seminario Diocesano de Málaga, 2006 y Universidad Técnica Particular de Loja, Ecuador (2007). Cuenta con numerosas colaboraciones en obras colectivas, así como relatos, cuentos, fábula y novela juvenil, además de artículos de temática científica, pedagógica y espiritual, que viene publicando en distintas revistas nacionales e internacionales. En 2012 culminó el santoral Llamados a ser santos y poco más tarde Epopeyas de amor prologado por mons. Fernando Sebastián. Es la biógrafa oficial del fundador de su familia espiritual, autora de Fernando Rielo Pardal. Fundador de los Misioneros Identes, Desclée de Brouwer, Bilbao, 2009. Culmina la biografía completa. Tiene a su cargo el santoral de ZENIT desde noviembre de 2012.

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