Beata Victoria Díez y Bustos de Molina

Por la promoción de las mujeres en la escuela y en el trabajo

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Por Nieves San Martín

MADRID, domingo 11 noviembre 2012 (ZENIT.org).- La vida y obra de esta maestra sevillana que murió mártir a los 32 años en agosto de 1936 en Hornachuelos, Córdoba, España, es difícil de resumir porque está repleta de frutos en los pocos años que le dejaron vivir. Hoy no es su fiesta litúrgica, que se celebra el día que dio su vida por la fe, el 12 de agosto. Su familia espiritual y muchos centros que llevan su nombre, dado que la fecha litúrgica se produce en época de vacaciones en un hemisferio, festejan también el día en que nació Victoria, el 11 de noviembre de 1903.

Viendo la labor que realizó en favor de que las mujeres para que fueran dueñas de su destino, por medio de la educación y la cultura, resulta difícil creer que no se sintiera en un principio llamada al magisterio. Un encuentro providencial con la figura de Teresa de Ávila y la frase referida a la santa pronunciada por María Josefa Grosso («el fuego que la consumía la hizo maestra») sellarán su elección. Grosso dirigía una »Academia» de las que fundara san Pedro Poveda por toda España. Esta acababa de comenzar sus actividades en Sevilla, dirigidas a las jóvenes que, por primera vez en España, accedían a los estudios de magisterio. El sacerdote linarense veía un vacío e intentó llenarlo: ofrecer, a las chicas llegadas de los pueblos de la provincia a sacarse el título, un internado que fuera también espacio de cultura, pensamiento, ciencia, y educación sólida en la fe cristiana.

Y no se equivocó. Era una maestra hasta la médula pero ella misma tuvo que ir descubriéndolo. Con grandes dotes para el arte, pintura, labores y manualidades, volcó todo su espíritu creativo en transformar la escuela en dos pueblos, uno en la frontera con Portugal, Cheles, donde estuvo poco tiempo, y otro en la sierra de Córdoba, que le proporcionaría las mayores alegrías y el mayor dolor.

Allí, de todas las actividades que desarrolló, subrayaría hoy por su carácter anticipador y pionero, la lucha por la promoción de las niñas de su escuela y las obreras del pueblo. En ello, coincidía con las autoridades de izquierdas. Pero no, en su empeño en transmitir su fe viva y honda a quienes la rodeaban. Cuando se prohibió la enseñanza religiosa en la escuela para todos, ella consultó a los padres de sus alumnas, como establecía la ley, y se conservan las listas. Pocos dijeron que no. Por supuesto siguió haciéndolo en la parroquia, siendo la mejor colaboradora del párroco Antonio Molina, mártir como ella y en proceso de beatificación.

A las alumnas trató de educarlas según los principios pedagógicos planteados por el movimiento teresiano impulsado por san Pedro Poveda, a las jóvenes que trabajaban toda la semana les ofrecía clases en sus tiempos libres, y también cursos de formación para que pudieran capacitarse mejor y salir así de la miseria de la explotación.

Una sevillana típica, risueña, con gran sentido del humor, amiga de todos. Se conservan en la exposición permanente en Córdoba donde está su cripta y en Hornachuelos, donde hay un centro social que lleva su nombre, numerosos objetos y cuadros pintados por ella, finas labores y sus inseparables castañuelas.

Para saber más de su vida: http://www.institucionteresiana.com/index.php?option=com_content&view=category&layout=blog&id=73&Itemid=89&lang=es.

http://www.amazon.es/s/ref=nb_sb_noss?__mk_es_ES=%C5M%C5Z%D5%D1&url=search-alias%3Daps&field-keywords=una+vida+entre+dos+fuegos&tag=zenit058-21.

http://www.criteriaclub.com/una-vida-entre-dos-fuegos-nieves-san-martin.cr.html.

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ZENIT Staff

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