En esta 18ª semana del Tiempo Ordinario las lecturas con las que comenzamos el domingo, y las distintas fiestas y memorias de estos siete días, tienen el denominador común de la verificación de nuestra consistencia. ¿Dónde ponemos nuestra riqueza? ¿De dónde esperamos nuestros cambios y transformaciones personales? ¿Qué tipos de conocimiento, sabiduría y gusto son los que más nos llenan? Dicho de otra manera: ¿hasta qué punto nos llena, o –más bien- dejamos que nos llene, Jesucristo?
Nos movemos muchas veces en la vanidad de lo material, incluso de aquello que creemos conseguir con nuestros propios méritos, como dice la primera lectura (Ecl 1, 2; 2, 21-23). Lo propio, como dice el salmo 89, es reconocernos frágiles y recurrir a la compasión del Señor. En el evangelio (Lc 12, 13-21) nos recuerda que lo verdaderamente importante no es la preocupación codiciosa y el disfrute ocioso de los bienes de este mundo sino ser rico ante Dios. En la segunda lectura (Col 3, 1-5. 9-11) San Pablo explica cómo buscar y aspirar a los bienes celestiales. Venciendo la impureza desordenada de todo tipo, la codicia, la avaricia y la mentira especialmente.
Así, cuando aparezca Cristo apareceremos gloriosos con Él, dice San Pablo. Y esto es lo que el martes nos recuerda la fiesta de la Transfiguración del Señor. Él manifestó su gloria ante los santos apóstoles Pedro, Santiago y Juan, con el testimonio de la Ley y los Profetas, Moisés y Elías.
Esos profetas que también tuvieron mucho que ver especialmente en santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein), virgen y mártir, patrona de Europa, de la que dice el Martirologio Romano: “virgen de la Orden de Carmelitas Descalzas y mártir, nacida y educada en la religión judía, después de haber enseñado filosofía durante algunos años entre grandes dificultades, recibió por el bautismo la nueva vida en Cristo, prosiguiéndola bajo el velo de las vírgenes consagradas hasta que, en tiempo de un régimen hostil a la dignidad del hombre y de la fe, fue encarcelada lejos de su patria, y en el campo de exterminio de Auschwitz, cercano a Cracovia, en Polonia, murió en la cámara de gas”.
Por eso a santa Teresa Benedicta de la Cruz podemos encomendar el fruto de la pasada Jornada Mundial de la Juventud 2013 en Río de Janeiro, y los preparativos de la próxima, del 2016, en Cracovia. El Papa en Brasil ha animado a todos a ofrecer las riquezas inagotables del amor de Cristo, viviendo la projimidad con todos, porque la verdadera riqueza y lo que da la auténtica alegría no son las cosas, el tener, los ídolos del mundo, sino el seguir a Cristo y servir a los demás.
Mostremos a todos esta semana, como Papa Francisco nos ha dicho en Brasil, que la verdadera riqueza está en el corazón, como también dijo san Lorenzo, cuya fiesta celebramos el día 10, acerca de los pobres como el verdadero tesoro de la Iglesia.