SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, domingo 22 enero 2012 (ZENIT.org).- En este artículo, nuestro habitual colaborador del espacio “Foro”, el obispo de San Cristóbal de las Casas, México, Felipe Arizmendi Esquivel, comenta el mensaje para para la Jornada Mundial de la Paz, centrado en la educación de los jóvenes para que puedan constructores de paz y no se dejen seducir por ambientes violentos.
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+ Felipe Arizmendi Esquivel
HECHOS
Muchos asesinos y secuestradores son jóvenes. Sin oportunidad de estudiar ni de trabajar, son enrolados por el crimen organizado, que los obliga a vender droga, a extorsionar, a matar. Jóvenes campesinos son levantados para llevarles a cultivar y cuidar sembradíos de marihuana y otros estupefacientes, de los que no son propietarios. Otros, buscadores de nuevas sensaciones, se organizan en pandillas o pequeños grupos para beber, divertirse, vagabundear y vivir a expensas de sus padres o de lo que roban. Unos se glorían de pintar grafitis, en que simbolizan sus dominios, sus sentimientos, sus rechazos sociales, sin respetar casas ajenas ni monumentos históricos.
Otros emigran y dejan sus comunidades, por necesidad económica o por invitación de otros que ya vivieron esa experiencia. Pierden su cultura, la riqueza de su idioma, sus costumbres, su vivencia familiar y comunitaria; se hacen individualistas, interesados más que todo en el dinero; se prostituyen, se contagian de actitudes y de criterios destructivos, también de sida, que a su vez transmiten a su alrededor. Cuando regresan, se sienten extraños; critican a sus mayores y a sus paisanos; contaminan a otros jóvenes con costumbres inmorales; se drogan para sentirse fuertes; se hacen aparecer grandes y triunfadores sólo porque usan celular moderno, aretes, ropa y peinados extravagantes, playeras con letreros en inglés, música estridente. Muchos cambian de religión, o se alejan totalmente de Dios.
CRITERIOS
En su mensaje de este año para la Jornada Mundial de la paz, el Papa Benedicto nos invita a educar a los jóvenes para sean constructores de justicia y de paz, con la ayuda de la familia, de las instituciones educativas, de los responsables políticos, de los medios de comunicación y de la Iglesia. Nos invita a “prestar atención al mundo juvenil, saber escucharlo y valorarlo. Se ha de transmitir a los jóvenes el aprecio por el valor positivo de la vida, suscitando en ellos el deseo de gastarla al servicio del bien. Éste es un deber en el que todos estamos comprometidos en primera persona. La Iglesia mira a los jóvenes con esperanza, confía en ellos y les anima a buscar la verdad, a defender el bien común, a tener una perspectiva abierta sobre el mundo y ojos capaces de ver cosas nuevas”. Les dice: “Nunca estáis solos. La Iglesia confía en vosotros, os sigue, os anima y desea ofreceros lo que tiene de más valor: la posibilidad de levantar los ojos hacia Dios, de encontrar a Jesucristo, Aquel que es la justicia y la paz”.
¿Qué hacer en concreto? Dice el Papa: “Para ser verdaderamente constructores de la paz, debemos ser educados en la compasión, la solidaridad, la colaboración, la fraternidad; hemos de ser activos dentro de las comunidades y atentos a despertar las consciencias sobre las cuestiones nacionales e internacionales, así como sobre la importancia de buscar modos adecuados de redistribución de la riqueza, de promoción del crecimiento, de la cooperación al desarrollo y de la resolución de los conflictos. Invito de modo particular a los jóvenes, que mantienen siempre viva la tensión hacia los ideales, a tener la paciencia y constancia de buscar la justicia y la paz, de cultivar el gusto por lo que es justo y verdadero, aun cuando esto pueda comportar sacrificio e ir contracorriente”.
PROPUESTAS
Los jóvenes necesitan ser escuchados. Dediquémosles parte de nuestro tiempo.
Los jóvenes son inquietos. Atendámosles con paciencia y serenidad; no queramos que sean ya adultos; madurar es un proceso lento, que no se puede violentar.
Los jóvenes son dinámicos y generosos. Organicemos con ellos no sólo dinámicas para entretenerlos, sino actividades que les hagan experimentar lo hermoso que es servir a Dios y a la comunidad. Por ejemplo, proponerles un acercamiento creativo a la Palabra de Dios y a la oración, visitas a enfermos, minusválidos y enfermos, campañas para limpiar calles y carreteras, sembrar árboles y proteger manantiales, talleres de sanación psicológica en su relación familiar, etc. Así, se irán educando para ser portadores de amor, justicia y paz.