ASÍS, jueves 27 octubre 2011 (ZENIT.org).- La religión es una fuerza de paz, y la violencia, a menudo ejercida en nombre de las convicciones religiosas, en realidad la deforma y provoca su destrucción.
El papa Benedicto XVI lo subrayó este jueves, en el discurso que pronunciado en la basílica de Santa María de los Ángeles, en Asís, Italia, abriendo la Jornada de reflexión, diálogo y oración por la paz y la justicia en el mundo, con el tema “Peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz”.
“¿A qué punto está hoy la causa de la paz?”, se preguntó recordando que, hace veinticinco años, el beato papa Juan Pablo II invitó por primera vez a los representantes de las religiones del mundo a Asís, para rezar con este fin.
“Entonces la gran amenaza para la paz en el mundo derivaba de la división del planeta en dos bloques enfrentados entre sí”, señaló. El símbolo de esta situación era el muro de Berlín, que cayó tres años después, en 1989, sin derramamiento de sangre.
“La voluntad de ser libres fue al final más fuerte que el miedo ante la violencia que no tenía ya ninguna cobertura espiritual”, observó el papa, indicando que se trató de una “victoria de la libertad”, “una victoria de la paz”.
Desde entonces, reconoció sin embargo, “el mundo de la libertad se ha revelado en gran parte sin rumbo, y no son pocos los que comprenden mal la libertad incluso como libertad para la violencia”
Nuevas formas de violencia
Según Benedicto XVI, se pueden señalar dos nuevas formas de violencia, “diametralmente opuestas en su motivación”.
En primer lugar, está el terrorismo, “en el cual, en lugar de una gran guerra, se emplean ataques muy precisos, que deben golpear destructivamente en puntos importantes al adversario, sin ningún respeto por las vidas humanas inocentes que de este modo resultan cruelmente heridas o muertas”.
“Sabemos que el terrorismo es a menudo motivado religiosamente y que, precisamente el carácter religioso de los ataques sirve como justificación para una crueldad despiadada, que cree poder relegar las normas del derecho en razón del «bien» pretendido. Aquí, la religión no está al servicio de la paz, sino de la justificación de la violencia”.
“Esta no es la verdadera naturaleza de la religión –declaró el papa–.Es más bien su deformación y contribuye a su destrucción”
“Sí, también en nombre de la fe cristiana se ha recurrido a la violencia en la historia. Lo reconocemos llenos de vergüenza. Pero es absolutamente claro que éste ha sido un uso abusivo de la fe cristiana, en claro contraste con su verdadera naturaleza”.
“Es tarea de todos los que tienen alguna responsabilidad de la fe cristiana el purificar constantemente la religión de los cristianos partiendo de su centro interior, para que – no obstante la debilidad del hombre – sea realmente instrumento de la paz de Dios en el mundo”.
“La Iglesia católica –añadió- no cejará en la lucha contra la violencia, en su compromiso por la paz en el mundo”.
Un segundo tipo de violencia, añadió el papa, “es la consecuencia de la ausencia de Dios, de su negación y de la pérdida de humanidad que esto conlleva”.
Los enemigos de la religión “pretenden” su desaparición, “pero el ‘no’ a Dios ha producido crueldad y una violencia sin medida, que ha sido posible sólo porque el hombre no reconocía ya ninguna norma y ningún juez por encima de sí y se tomaba como norma sólo a sí mismo”.
“La ausencia de Dios –advirtió- lleva a la decadencia del hombre y del humanismo”.
Buscar la verdad
“Junto a las dos realidades de religión y antirreligión”, Benedicto XVI señaló también “otra tendencia de fondo: personas a las que no ha sido dado el don de poder creer y que sin embargo buscan la verdad, están a la búsqueda de Dios”.
Estas personas no afirman simplemente “No existe ningún Dios”, sino que “sufren por su ausencia y, buscando lo verdadero y lo bueno, están interiormente en camino hacia Él”, siendo “peregrinos de la verdad”.
Con su actitud, “quitan a los ateos combativos su falsa certeza, con la que pretenden saber que no hay un Dios, y les invitan a convertirse, en lugar de polémicos, en personas en búsqueda, que no pierden la esperanza de que la verdad exista” y “hacen un llamamiento también a los adeptos de las religiones para que no consideren a Dios como una propiedad que les pertenece de tal manera que se sientan autorizados a la violencia contra los demás”.
“Que estos no logren encontrar a Dios depende también de los creyentes, con su imagen reducida o incluso deformada de Dios”, advirtió.
Su lucha interior y su interrogarse son, por tanto, “también un llamamiento a nosotros los creyentes, a todos los creyentes a purificar la propia fe, para que Dios –el verdadero Dios- se haga asequible”.
“Por esto he invitado a propósito a los representantes de este tercer grupo a nuestro encuentro en Asís”, confesó Benedicto XVI.
Se trata, concluyó, “del encontrarse en este estar en camino hacia la verdad, del empeño decidido por la dignidad del hombre, y del hacerse cargo juntos de la causa de la paz contra todo tipo de violencia destructora del derecho”.