CASTEL GANDOLFO, domingo 10 de julio de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación la alocución que Benedicto XVI dirigió este domingo a los fieles congregados en el patio del Palacio Apostólico de Castel Gandolfo para el rezo del Ángelus.
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¡Queridos hermanos y hermanas!
Os agradezco que hayáis venido para la cita del Ángelus aquí a Castel Gandolfo, donde he llegado hace pocos días. Aprovecho de buen grado la ocasión para dirigir mi saludo cordial también a todos los habitantes de esta querida ciudad, con el deseo de una buena estación estival. Saludo en particular a nuestro Obispo de Albano.
En el Evangelio de este Domingo (Mt 13,1-23), Jesús se dirige a la multitud con la célebre parábola del sembrador. Es una página de algún modo “autobiográfica”, porque refleja la experiencia misma de Jesús, de su predicación: Él se identifica con el sembrador, que esparce la buena semilla de la Palabra de Dios, y percibe los diversos efectos que obtiene, según el tipo de acogida reservada al anuncio. Hay quien escucha superficialmente la Palabra pero no la acoge; hay quien la acoge en el momento pero no tiene constancia y lo pierde todo; hay quien es abrumado por las preocupaciones y seducciones del mundo; y hay quien escucha de manera receptiva como la tierra buena: aquí la Palabra da fruto en abundancia.
Pero este Evangelio insiste también en el “método” de la predicación de Jesús, es decir, justamente, en el uso de las prábolas. “¿Por qué les hablas en parábolas?”, preguntan los discípulos (Mt 13,10). Y Jesús responde poniendo una distinción entre ellos y la multitud: a los discípulos, es decir a los que ya se han decidido por Él, les puede hablar del Reino de Dios abiertamente, en cambio a los demás debe anunciarlo en parábolas, para estimular precisamente la decisión, la conversión del corazón; las parábolas, de hecho, por su naturaleza requieren un esfuerzo de interpretación, interpelan a la inteligencia pero también a la libertad. Explica San Juan Crisóstomo: “Jesús ha pronunciado estas palabras con la intención de atraer a sí a sus oyentes y de solicitarlos asegurando que, si se dirigen a Él, los sanará” (Com. al Evang. de Mat., 45,1-2). En el fondo, la verdadera “Parábola” de Dios es Jesús mismo, su Persona, que, en el signo de la humanidad, esconde y al mismo tiempo revela la divinidad. De esta manera Dios no nos obliga a creer en Él, sino que nos atrae hacia Sí con la verdad y la bondad de su Hijo encarnado: el amor, de hecho, respeta siempre la libertad.
Queridos amigos, mañana celebraremos la fiesta de San Benito, Abad y Patrón de Europa. A la luz de este Evangelio, mirémosle como maestro de la escucha de la Palabra de Dios, una escucha profunda y perseverante. Debemos siempre aprender del gran Patriarca del monaquismo occidental y dar a Dios el lugar que Él espera, el primer lugar, ofreciéndoLe, con la oración de la mañana y de la tarde, las actividades cotidianas. La Virgen María nos ayude a ser, según su modelo, “tierra buena” donde la semilla de la Palabra pueda dar mucho fruto.
[Después del Ángelus, dijo:]
Queridos hermanos y hermanas, hoy se celebra el considerado “Domingo del Mar”, es decir la Jornada para el apostolado en el ámbito marítimo. Dirijo un pensamiento particular a los Capellanes y a los voluntarios que se prodigan en el cuidado pastoral de los marineros, de lo pescadores y de sus familias. Aseguro mi oración también por los marineros que por desgracia se encuentran secuestrados por actos de piratería. Auspicio que sean tratados con respeto y humanidad, y rezo por sus familiares, para que sean fuertes en la fe y no pierdan la esperanza de reunirse pronto con sus seres queridos.
[Después saludó a los peregrinos en distintas lenguas. En francés, dijo:]
En este tiempo de vacaciones, queridos peregrinos francófonos, y particularmente del coro de la basílica de Nuestra Señora de Lausanne, os invito a recobrar fuerzas maravillándoos ante el esplendor de la Creación. Padres, ¡enseñad a vuestros hijos a observar la naturaleza, a respetarla y a protegerla como un don magnífico que nos hace presentir la grandeza del Creador! Hablando en parábolas, Jesús utilizó el lenguaje de la naturaleza para explicar a sus discípulos los misterios del Reino. ¡Que las imágenes que usa se nos hagan familiares! Recordemos que la realidad divina está escondida en nuestra vida cotidiana como la semilla enterrada en la tierra. ¡En nosotros hagamos que dé fruto! ¡Feliz domingo a todos!
[En español, dijo:]
Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española que han venido hasta aquí para participar en esta oración mariana, en particular al grupo de la Hermandad de la Veracruz, de Algaba, así como a cuantos se han unido a nosotros a través de la radio y la televisión. La imagen del Sembrador que nos propone el Evangelio de hoy nos invita a acoger con el corazón abierto y puro la Palabra de Dios, para que produzca abundante fruto. Pidamos a la Virgen María que nos ayude a estar siempre dispuestos, como ella, a recibir con gozo todo lo que el Señor nos dice. Feliz domingo.
[Traducción del original plurilingüe por Patricia Navas
©Librería Editrice Vaticana]