"La Iglesia católica es hoy la esperanza de muchos cubanos"

Entrevista a Miguel Galbán, ex preso de conciencia

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SAN FELIÚ DE LLOBREGAT, lunes 14 de febrero de 2011 (ZENIT.org).- «La Iglesia católica es hoy la esperanza de muchos cubanos», afirma Miguel Galbán, ex preso de conciencia cubano. Tras cinco meses de vida excarcelado, en un país como España, atenazado por una grave crisis económica, se debate contra la burocracia cubana y española para lograr el reconocimiento de su título, y el de sus familiares, y poder trabajar, antes de que acabe la ayuda de Cruz Roja y de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado.

Miguel Galbán Gutiérrez ha concedido esta entrevista a ZENIT. En ella explica el mantenimiento de su fe, en el entorno familiar católico, y las dificultades que tiene quien no oculta sus creencias para medrar en la sociedad de la isla caribeña.

Ingeniero de profesión y periodista autónomo por vocación, adoptado como preso de conciencia por Reporteros sin Fronteras y la Asociación de la Prensa de Almería, España, reside en San Feliú de Llobregat, población relativamente cercana a Barcelona.

Junto a sus familiares (suman diez), subsiste con ayuda de Cruz Roja y la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR).

Una ayuda que terminará dentro de unos meses. Galbán sigue sin encontrar trabajo y sin que le lleguen desde el gobierno cubano los documentos necesarios para ello (le ha llegado su título, pero no el plan de estudios preceptivo para que sea reconocido en España). El mes pasado, en Almería fue galardonado con el premio Libertad de Expresión 2010.

–¿Cree que Cuba ha perdido medio siglo de su historia o hay algo bueno en la revolución cubana?

Miguel Galbán: En enero se cumplieron 51 años del triunfo de una revolución que se propuso cambiar Cuba, porque deseaba construir “una nación más democrática, más próspera, más independiente y más justa”.

Refleja el fracaso de ese fin. El precio que han pagado los cubanos en libertades esenciales perdidas es inmenso, el Gobierno determina lo que van a estudiar, dónde pueden trabajar, hasta si pueden viajar al exterior. En Cuba no hay libertad política ni de expresión. En Cuba, no hay justicia social, sino que el estándar de vida de la población ha declinado claramente. Cuba es hoy un país cada vez más pobre, dependiente de la ayuda exterior y menos libre.

En 51 años, la que era la cuarta economía de América Latina ha venido a los últimos lugares en la región. Esta nación entonces receptora de inmigrantes hoy se ha transformado en una sociedad con un potencial migratorio de más de un millón y medio de habitantes.

Con el ascenso al poder de Raúl Castro se diferían cambios a un modelo que es absurdo. Sin embargo, se ha afianzado en el poder y ha mostrado pequeñas señales de reforma, que siguen siendo insuficientes. Ante todo, hacen falta cambios en las leyes que reconozcan las libertades fundamentales que rigen en una sociedad libre y democrática. Es ineludible que el pueblo cubano pueda expresar libremente sus ideas sin necesidad de que un presidente le diga que puede hablar sin temor a represalias, especialmente cuando han aguantado décadas para ello.

Esta es la realidad de la situación cubana. Lo que van a dejar los hermanos Castro es un legado de sangre e injusticia y destrucción.

–En su curriculum, afirma que su fe cristiana le ayudó mientras estaba en la cárcel. ¿En qué sentido?

Miguel Galbán: Al principio del encierro no comprendía la realidad en que me hallaba, esa elevada petición y sanción, las condiciones de vida infrahumanas y denigrantes, el aislamiento solitario, sin contactos con familiares durante meses que iba a sufrir a partir de ese momento.

Valoré la situación en que me encontraba. Mi religión cristiana me proporcionó enfrentar la realidad a través de mi fe y de las oraciones diarias.

Comencé a emplear el tiempo en acondicionarme tanto física como espiritualmente, restablecí mi quehacer periodístico, pero en un medio mucho más hostil y peligroso, donde te veías más indefenso ante la maquinaria abusiva de la policía política.

En los más de siete años y medio que me mantuvieron dentro de las cárceles del régimen cubano estuve en dos prisiones, tanto en la penitenciaría de Agüica, Matanzas, como en la de Guanajay, en La Habana, me quitaron un sinnúmero de visitas religiosas, las autoridades políticas recurren a la privación de este derecho como práctica de tortura.

En Agüica, estuve nueve meses al principio sin ofrecerme la asistencia, posteriormente en diversas ocasiones, acudiendo el párroco no me permitieron verlo, estaban autorizadas las consultas con frecuencias trimestrales. En Guanajay era mensual y sin ella estuve cinco meses; expusieron los represores que era una actividad de la reeducación y no podía acudir si no iba con el uniforme penitenciario; definitivamente me permitieron asistir, pero no a las Misas.

–¿Qué significa ser cristiano en Cuba?

Miguel Galbán: Ser cristiano en mi país, como en todas las dictaduras de corte estalinista, es una gran dificultad que también nuestros hijos y familiares enfrentan para insertarse dentro de la propia sociedad. El régimen castrista desde que llegó al poder no consintió a los creyentes, y persiguió sin respiro a todos los que consideraba que eran un obstáculo en sus propósitos de inculcar al pueblo su funesta ideología política.

Siendo cristiano prácticamente, manifestando que lo eran tus padres, o existiendo una imagen religiosa dentro de tu vivienda, no te permitían acceder a la universidad, ni a un empleo digno y decoroso. En estos momentos el gobierno sutilmente manifiesta que los cristianos no son reprimidos, el comportamiento refleja una realidad diferente, todavía no tienen acceso a muchos puestos de trabajo y estudios.

–¿Es verdad que los católicos han sido ciudadanos de segunda categoría? ¿Por qué?</p>

Miguel Galbán: Como ya he relatado, los cristianos todavía son recriminados, a través de un procedimiento mezquino que lo llaman “Idoneidad o Confiabilidad “ lo utilizan para cuando se va acceder a un empleo, estudios técnicos o universitarios se le niegan las mismas oportunidades que poseen los partidarios de la dictadura.

En mi país solo está autorizada la enseñanza estatal. A través de las escuelas los personeros del régimen tratan de inculcarle al infante desde el primer momento una educación atea idealizando la figura del dictador Fidel Castro y la revolución cubana como “El Paraíso”, como el único sistema humano, de esperanza y oportunidades que existe en el mundo.

Esta formación antirreligiosa en infantes que han recibido desde su cuna la de sus padres que son creyentes, provoca que el niño a esa temprana edad entre en contradicción con su medio familiar, uno de los principales fines que persiguió el régimen, cuando prohibió la enseñanza religiosa en las escuelas.

–¿Cómo ve el futuro del movimiento laical de la Iglesia en Cuba?

Miguel Galbán: El futuro del movimiento laical lo observo muy alentador, la Iglesia católica cubana en los últimos tiempos es la esperanza de muchos nacionales. En casi todas las diócesis existen proyectos humanos y educativos, han creados comedores y servicios de lavandería para ancianos, guarderías y otros servicios imprescindibles para los más necesitados.

Se observa además, con los pocos medios que tiene a su alcance, que va consiguiendo nuevos terrenos, unos espacios todavía insuficientes, pero puede ir desencadenando en la sociedad un progreso político, social y jurídico que ha comenzado a gestarse en las mismas entrañas del castrismo, con el propio reconocimiento del derecho a la existencia de la Iglesia católica y la necesidad de que puede servir como interlocutor dentro de la Isla para ofrecerle solución a algunos de los problemas que padecemos.

Lo más significativo: la liberación de algunos de los prisioneros del Grupo de los
75, la presencia todos los domingos de las Damas de Blanco en la iglesia capitalina de Santa Rita y su posterior caminata por la quinta avenida.

–¿Qué diría a sus compañeros que todavía sufren la prisión?

Miguel Galbán: A mis compañeros que valientemente se mantienen dentro de las cárceles del régimen cubano, sitio donde en estos momentos no debían estar y, además son castigados doblemente porque no aceptaron salir de su patria que les vio nacer hacia España, les manifiesto que aunque no poseo estabilidad de un lugar para residir con mis familiares, estoy aprendiendo a vivir en libertad y democracia y me encuentro haciendo todo lo que esté a mi alcance para que ellos también estén fuera de esos “Cementerios de Hombres Vivos” que son las prisiones del régimen cubano.

–¿Perspectivas y realidades en España después de cinco meses?

Miguel Galbán: Al llegar a Madrid, mis aspiraciones eran viajar algún día hacia Estados Unidos donde tengo familiares y amigos, y continuar escribiendo sobre la realidad cubana. En la espera de ese fin, ganarme el sustento diario en este país, que de una forma compresiva me había admitido con diez miembros de mi núcleo familiar, valorando un documento que nos entregaron funcionarios del Consulado Español, antes de salir de Cuba, que manifiesta cómo iba hacer para insertarnos dentro de la sociedad.

Cuando llegamos a Barcelona, Cataluña, comunidad autónoma española, donde soy reubicado, la Cruz Roja que nos atiende no conoce lo que manifiesta el escrito, nos vemos a la deriva sin un apoyo oficial. Además, en ocasiones el desempeño de esta ONG es distinto a como lo hace esta misma organización en otras partes del territorio español.

Mis planes estudiando estas complicaciones no han sufrido ninguna desviación, lo que he hecho es adecuarlos a las circunstancias. Lo que estoy sintiendo, nunca va a ser comparable a lo afrontado bajo la tiranía de los hermanos Castro.

Las dificultades más grandes imperan en estos momentos en la homologación de nuestros títulos profesionales para tener oportunidades al competir por una plaza en el mercado laboral y poder insertarnos dentro de la sociedad española.

Todavía no he logrado por entero la atención médica que necesito en cuanto a los padecimientos médicos de la dentadura y los de la vista. Hay que tener en cuenta que salí de una prisión directo a este país, al cual respeto y admiro, y al que estoy agradecido por permitirme venir junto a mi núcleo familiar.

Este pesimismo lo consuelan las muestras de cariño y respaldo desde que llegamos,   manifestados por el pueblo español, especialmente los madrileños.

Por Nieves San Martín

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ZENIT Staff

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