NUEVA YORK, martes 21 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- El cardenal Turkson, en nombre de la Santa Sede, denunció ante la cumbre de la ONU, que se celebra en Nueva York, del 20 al 22 de septiembre, sobre los Objetivos del Milenio, los obstáculos que se oponen al desarrollo.
El cardenal Peter K.A. Turkson, presidente del Consejo Pontificio Justicia y Paz, preside la delegación de la Santa Sede en esta cumbre a la que asisten unos 140 jefes de Estado y de Gobierno reunidos para impulsar la lucha contra la pobreza, el hambre y las enfermedades.
El purpurado africano, originario de Ghana, enumeró, entre los “obstáculos al desarrollo”, la “conducta incorrecta e irresponsable de la mayor parte de los agentes financieros”, el “nacionalismo excesivo y los intereses corporativos”, las “viejas y nuevas ideologías”, la instigación “a guerras y conflictos”, “el tráfico ilegal de personas, drogas y materias primas relacionado con situaciones de guerra y pobreza extrema, y la falta de escrúpulos de algunos agentes económicos y sociales de las regiones más desarrolladas”.
Al mismo tiempo que subrayó los progresos en el logro de algunos objetivos del Milenio, indicó también el camino que queda por recorrer, sobre todo en los países del África subsahariana.
El representante de la Santa Sede exhortó a “seguir y reforzar la movilización política, mediante una constante solidaridad económica y financiera, para garantizar la disponibilidad de los recursos”.
Animó a reforzar “un partenariado global en favor del desarrollo” para “el logro de los objetivos restantes” y “erradicar la deuda de los países pobres para evitar la repetición de ciertas situaciones de usura internacional que han marcado las últimas décadas del siglo XX”.
Señaló que los países desarrollados y las economías emergentes “deberían mantener abiertos sus mercados” para “ayudar a los países pobres a crecer hacia la independencia económica, necesaria al desarrollo socioeconómico”.
El representante de la Santa Sede dijo sentirse no sólo un “lider religioso sino un africano proveniente de una familia pobre” al denunciar “todo intento de usar los Objetivos del Milenio para difundir estilos de vida egoistas o, peor todavía, políticas poblacionales como medios baratos para reducir el número de pobres” como “malévolo y corto de miras”. Y urgió a la comunidad internacional a “no tener miedo de los pobres”.
Pidió en cambio dar a los países pobres facilidades financieras y de comercio y ayudarles a promover el buen gobierno y la participación de la sociedad civil, con lo que “África y las otras regiones pobres del mundo contribuirán efectivamente al bienestar de todos”.
Subrayó que todos los gobiernos, tanto desarrollados como en vías de desarrollo, deben aceptar su responsabilidad en la lucha contra la corrupción, contra comportamientos
Citando la encíclica de Benedicto XVI Caritas in Veritate, el cardenal Turkson subrayó que la apertura a la vida es un rico recurso social y económico y el control de los “impulsos hedonísticos” es el punto de partida para construir una sociedad armoniosa. Y también la condición esencial para un desarrollo económico sostenible.
A este respecto, sobre el tan debatido asunto de la salud materna, el representante de la Santa Sede invitó a los países participantes “proporcionar recursos de calidad para atender las necesidades sanitarias de madres y niños, incluídos los no nacidos”.
Hizo referencia a puntos controvertidos del Documento Final, como la “salud sexual y reproductiva” y la “planificación familiar” que suscitan en su delegación “profunda preocupación” sobre todo si son interpretados como incluyendo el acceso al aborto y métodos de planificación familiar que no están de acuerdo con la ley natural.
Recordó que, en su última encíclica, el Papa explicó que el verdadero desarrollo pone en el punto central la caridad porque “las causas del subdesarrollo no son en primer lugar de orden material” y sólo la búsqueda de un nuevo humanismo capacitará al hombre contemporáneo para encontrarse de nuevo a sí mismo.
También que, en la lucha contra la pobreza, la persona humana debe ser situada en el centro de la preocupación por el desarrollo.
“Si se respetan los derechos y libertades políticos, religiosos y económicos de cada uno, cambiaremos el paradigma desde simplemente tratar de gestionar la pobreza a crear riqueza; desde ver a la persona como una carga a verla como parte de la solución”, afirmó el cardenal Turkson al acabar su discurso.