NUEVA YORK, 15 octubre 2001 (ZENIT.org).- La pobreza no es una cuestión de números, es un asunto de nombres y apellidos, por lo que el hombre debe convertirse en el centro de las preocupaciones por un desarrollo sostenible.
Es la propuesta que hizo el arzobispo Renato Martino, observador permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas de Nueva York, al intervenir el 12 de octubre pasado ante la Sesión número 56 de la Asamblea general de la ONU, que afrontaba el tema del desarraigo de la pobreza.
El «embajador» del Papa ante la ONU reconoció que mientras las últimas estadísticas constatán un bajón en el número de las personas que viven en la miseria, en los hechos, el número real de quien se encuentra en estado de absoluta pobreza no ha disminuido.
Según monseñor Martino, el hombre debe ser el centro de la preocupación de cada una de las conferencias de la ONU. «¿No es acaso la razón de ser de las Naciones Unidas? Si, cuando discutimos de la erradicación de la pobreza no hablamos del bienestar de cada ser humano, nuestras discusiones son palabras vacías».
Por este motivo, ante los pasos dados por la comunidad internacional en la lucha contra la pobreza, y ante los indiscutibles fracasos, el representante vaticano se sumó la decisión de la Comisión para el desarrollo social de examinar los progresos realizados en la primera Década de las Naciones Unidas para la erradicación de la pobreza.
Ahora bien, pidió que este examen se haga teniendo en cuenta la totalidad de los factores humanos implicados. «Hablar de «desarrollo económico, desarrollo social y protección ambiental, parece no ser suficiente a la luz de la pandemia del sida y de otras enfermedades devastadoras, a la luz de los conflictos armados, del número de refugiados y personas desplazadas, y de la incapacidad para garantizar los servicios sociales básicos».
«Encontrar respuestas y soluciones será difícil –concluyó Martino–, pero mientas los gobiernos y los pueblos quieran mantener la discusión y buscar los medios auténticos y sostenibles para la erradicación de la pobreza, la Santa Sede apoyará el trabajo, participará en el debate y apoyará las conclusiones».