GUATEMALA, 4 febrero 2002 (ZENIT.org).- La invasión de sectas fundamentalistas en los últimos cuarenta años ha dado un nuevo dinamismo a la Iglesia católica en Guatemala, constató este domingo el nuevo presidente de la Conferencia Episcopal de Guatemala (CEG), monseñor Rodolfo Quezada Toruño.
El arzobispo metropolitano, en una entrevista concedida al diario Prensa Libre, se pregunta: «¿Cuál es el porcentaje de católicos ahora?». Y responde: «No lo sé, porque hay muchas estadísticas, pero no tenemos nada confiable. A mí no me importan tanto los números, sino que la Iglesia cumpla con su misión».
En Guatemala, un país de 11 millones de habitantes. Las estadísticas hablan de que los católicos son entre el 95 y el 85 por ciento de la población.
Ecumenismo
Conocido como conciliador, por su papel de protagonista en el proceso de paz, monseñor Rodolfo Quezada anuncia que la Iglesia en el país promoverá buenas relaciones con las confesiones cristianas del país.
«Ese es el deseo del Papa Juan Pablo II –explica–, por lo que las puertas del Palacio Arzobispal están abiertas para todos. Impulsar el ecumenismo es lograr ponernos de acuerdo en las cosas que nos unen y no en las que nos dividen».
«Todavía hace falta que nos conozcamos más y que eliminemos el fanatismo religioso –constata el arzobispo–. En este momento es imprescindible que nos unamos, porque así podremos evitar polarizaciones innecesarias, como se dan en otros sectores».
Proceso de paz
Por lo que se refiere al proceso de paz, el prelado pide no olvidar sus beneficios, «porque se suspendió la muerte y el exilio de miles de guatemaltecos».
«No se han eliminado las causas que provocaron la guerra, porque no se ha logrado cumplir con los acuerdos de paz –constata con tristeza–. Nosotros insistimos en que se pongan en marcha porque son una plataforma para reducir la brecha entre ricos y pobres, y para mejorar las condiciones de vida de todos».
Monseñor Gerardi
Cuando asumió el Arzobispado fuentes de pensa afirmaban que haría cambios en la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado (ODHA), de la que había sido director el obispo asesinado Juan Gerardi.
«He revisado todas las actividades que hacen, así como la forma en que han administrado los recursos y estoy satisfecho, por lo que no voy a hacer cambios», declara.
Por lo que se refiere a la sentencia judicial sobre el asesinato de monseñor Gerardi, que condenó a un sacerdote y tres militares y que deberá ser confirmada o revocada, el prelado explica que «la Conferencia Episcopal de Guatemala siempre ha dicho que quiere saber la verdad, sea cual fuera, y que estamos en contra de la impunidad».
«Queremos que se haga justicia, y esto por la memoria de monseñor Gerardi y como un tributo a su lucha por los derechos humanos –subraya–. El arzobispado ha decidido, después de serios estudios, continuar como querellante adhesivo, y quisiéramos que la segunda instancia se llevara a cabo de forma objetiva, conforme a la ley, de acuerdo con lo actuado y probado en juicio, y sin ninguna presión. Que fueran los magistrados los que analizaran este caso con toda serenidad».
Frágil democracia
El obispo revela que no pretende acercarse por el momento a las autoridades políticas: «Hasta este momento yo me he dedicado a lo interno de mi casa –aclara–. Pero eso no quiere decir que no me dé cuenta de cómo está el país. Nuestra democracia es muy débil. Por eso es importante que se haga con mucha claridad y no se politicen las elecciones del nuevo procurador de los derechos humanos, de los magistrados, del procurador de la Nación y del fiscal general».